El 12 de Octubre de 1492, Rodrigo de Triana gritaba ¡Tierra a la vista! desde el mástil más alto de La Pinta. Con ese grito la expedición liderada por Cristóbal Colón había descubierto a los europeos un continente hasta entonces desconocido.
Es cierto que este día marcó la historia de Europa, siendo especialmente importante para España, donde aún se celebra en este día el “día de la Hispanidad”, pero sabemos los españoles qué se esconde detrás de esta celebración, donde se hace una exaltación de los símbolos patrios y del poder bélico del país con desfile militar incluido, al que por supuesto, no falta la asistencia de los máximos representantes políticos y, como no, de los reyes de España; hasta el punto que una fiebre colectiva hace sentir a los españoles más españoles que nunca. Sentimiento que, según el escritor estadounidense Kurt Vonnegut Jr., se debe a que “de pequeños nos enseñaron a memorizar este año con orgullo y alegría como el año que la gente comenzó a vivir vidas plenas y cargadas de ilusión en el continente de Norte América, cuando en realidad, ha habido gente viviendo vidas plenas y cargadas de ilusión cientos de años antes de ese momebto. 1492 fue simplemente el año en que los piratas comenzaron a robar, engañar y matarnos”.
No nos debemos olvidar que todo proceso histórico conquistador o colonizador conlleva el uso de la violencia y de las armas, así se pone de manifiesto en el libro-denuncia de Sánchez Ferlosio sobre el Descubrimiento de América, donde cuenta que Leoncico, el célebre perro de Núñez de Balboa, valía en las batallas por dos de sus soldados y que en una de ellas, en Cuareca, comandó la jauría de voraces lebreles y alanos que despedazaron a nada menos cincuenta indígenas de los seiscientos que fueron liquidados aquel día. Los perros de los conquistadores españoles fueron cruciales en la conquista de América, bastante más al principio que los caballos, escasos y difíciles de transportar, y actuaran como efectivos de los ejércitos en las campañas pero también para dar caza a indios fugitivos a los que mordían por la muñeca y los traían de vuelta; si los cautivos se resistían, los hacían pedazos. Feroces, de fidelidad a toda prueba, armados literalmente hasta los dientes, sus tremendos ladridos helaban la sangre a unos indios que sin poder resistirlos, deshacían sus posiciones y huían.
Según el estadounidense H. F. Dobyns, en los 130 años posteriores al descubrimiento de América, la población indígena disminuyó en un 95%. Estos datos, son bastante similares a los de los investigadores Cook y Borak, quienes establecieron que la población de lo que sería el actual México disminuyó de 25,2 millones a 700 mil personas en un leve lapso de 100 años.
Bien es cierto que muchos autores tratan de justificar esta mancha negra de la historia de España bajo argumentos falaces, pero sobre todo maquiavélicos, por aquello de que “el fin justifica los medios”, atribuyéndonos el mérito de llevar la civilización y un Dios a quienes eran unos simples salvajes; convirtiendo de esta manera en hazaña lo que durante siglos no fue más que un expolio de sus recursos naturales, pero también culturales fruto de civilizaciones milenarias.
Nada, ni nadie, puede justificar una anexión, como algunos denominan eufemísticamente a este proceso de colonización/expoliación, cuando la violencia y la fuerza, acompañada de la avaricia de los gobernantes españoles fueron los únicos motores de la conquista del nuevo mundo, pasando a controlar militarmente las tierras conquistadas, no sólo con el uso de cañones y espadas, sino recurriendo a otras estratagemas, tales como rebanar conciencias, comprar voluntades, amordazar lenguas, desmochar fortalezas, cercenar derechos y carcomer las legítimas aspiraciones de los legítimos dueños de las tierras conquistas que no son otros que los que allí vivían.
“Nada, ni nadie, puede justificar una anexión, como algunos denominan eufemísticamente a este proceso de colonización/expoliación, cuando la violencia y la fuerza, acompañada de la avaricia de los gobernantes españoles, fueron los únicos motores de la conquista del nuevo mundo…”
Si alguien se puede encontrar orgulloso por este “encuentro entre civilizaciones”, enarbolando por ello la “bandera patria” o colgándola en sus balcones en un día como el de hoy, bajo el arengo de ciertos políticos con tufillo a neofascistas; pues adelante, a cada uno le definen sus acciones.
La colonización y el genocidio forma parte de la historia de la humanidad, ahora mismo también sucede y con otro tipo de armas. Los pueblos íberos también fuimos invadidos, colonizados y sometidos por otros pueblos, sin ir más lejos por los árabes ocho siglos. La historia no se puede cambiar ni quitando una estatua de Colón ni tirando abajo la Alambra. Los españoles no fuimos peores que ingleses, portugueses, franceses…o ahora mismo yanquis e islamistas.., la diferencia es que nadie hace tanta ostentación de sus genocidios como en España. Y en mi opinión eso es vergonzoso y humillante, hacer del día del Pilar un acto de patriotismo ridículo paseando un cabra. Salud! Feliciano.