Prisión de Landsberg, principios de 1924, Baviera
Lejos de habitar en la estricta austeridad del régimen carcelario, Hitler, dispone de una estancia cómoda, con más de 200 libros a su alcance. Disfruta de cuestionables privilegios por “cortesía de sus admiradores”. Incluso, sus demandas son satisfechas por un “secretario personal”, el complaciente Rudolf Hess. Las ideas geopolíticas de Hess, inculcadas por su antiguo profesor Karl Ernst Hanshofer, germinan en la mente del líder. Proceden del Lebensraum, un ensayo con conceptos metafóricos, escrito por Friedrich Ratzel. Será la clave ideológica y determinante del nazismo.
Hitler, alentado por su secretario, decide plasmar sus ideas nacionalistas en un libro autobiográfico, coescrito por Hess, lo titulan: Mein Kampf (Mi lucha). Ambos lo convierten en el sanctasanctórum del racismo para los nazis, donde narran imaginarios imperios germanos perdidos. Colocan en la diana a judíos y comunistas, los responsabilizan de todos los males habidos y por haber que acechan al país; y a los aliados por empobrecer a Alemania tras la Primera Guerra Mundial. Diseñan una nueva estrategia. Han aprendido que el poder no se consigue con pistolas si no “siendo demócratas” y compitiendo en las urnas.
Röhm le visita en mayo, está entusiasmado, ha conseguido formar un ejército privado con más de 30.000 miembros, dispuesto a llevar a cabo otro Putsch. Pero Hitler espera obtener la libertad condicional en breve y quiere ofrecer una pátina de seriedad como político, así que tiene que desentenderse de los actos pendencieros de la calle. Rechaza sus pretensiones. El partido está fragmentado, pero no desaparecido, Gregor Strasser se convierte en el nuevo líder del movimiento. Y en medio del caos Himmler regresa, será el ayudante de Strasser.
Ese mismo año, Joseph Goebbels, atraviesa en tren Alemania para asistir a su primer mitin político. Acude a desfiles adornados de estandartes y banderas, a reuniones con discursos y cánticos ante un público enfervorecido, y es testigo de la violencia callejera. En ese ambiente de contienda Goebbels consigue un trabajo en un periódico político. Allí descubre que comparte otra aptitud con su admiradísimo Hitler, la capacidad de arengar a las masas. Por el contrario, Goering continua en Austria, viviendo como un paria de la caridad. Atormentado por los dolores de las heridas, absolutamente confuso y desorientado, sin saber qué hacer.
Día 20 de diciembre de 1924
Las puertas de la prisión de Landsberg se abren a las 12’15 del mediodía para dejar paso a Hitler, ha cumplido nueve meses de los cinco años a los que fue sentenciado. Un coche le espera. No hay multitudes. Alemania ya no parece necesitar un “mesías”, su economía va mejorando. El país está decidido a encontrar la estabilidad, se adaptarán a vivir bajo algunos términos impuestos por las otras potencias. Pero Hitler tiene otros intereses, está empeñado en alcanzar sus objetivos, aunque sea a largo plazo, y no se detendrá.
El 16 de abril de 1925 recibe a Röhm en su casa de Munich. Es consciente de que el ejército privado que ha montado el exmilitar con miles de seguidores constituye un peligro real para él, no puede ignorar la situación. Le confía su estrategia. Remodelará el partido y se presentarán a las elecciones, debe parecer que operan dentro del sistema. Después que consigan ganar y tener el poder en el Parlamento, harán la revolución. Röhm discrepa, toda revolución debe empezar con un Putsch, se despide enojado. Al día siguiente rectifica y presenta su dimisión, solo le pide a Hitler salvar su amistad. No obtiene respuesta, decepcionado, se marcha un tiempo a Bolivia. Pero tendrá otra oportunidad.
Hitler está impaciente por preparar el terreno para las elecciones de 1928. Al partido y su propaganda se le ha levantado la prohibición, pero él todavía no puede dar discursos ante el pueblo alemán. Aun así, los da, y por ello es sancionado dos años más. Necesita a alguien capaz de suplirle. Lo encuentra el 12 de julio, cuando conoce a Goebbels y escucha su magnífico discurso. Lo envían a Berlín. El joven Joseph derrocha vitalidad, no se detiene a la hora de incitar a la violencia callejera, de organizar peleas y palizas a sus oponentes políticos, a manos de los “camisas pardas”.
Por fin, Heinrich Himmler, vislumbra la oportunidad tan ansiada. Crea un grupo de élite conocido como las SS. Se vuelca en seleccionar a gente de raza pura y vestirlos con unos uniformes modernos, creados por el exitoso diseñador Hugo Boss, miembro del partido nazi. Pulcramente ataviados con botas, pantalones negros, un emblema de líneas cruzadas, el tótem (una calavera) símbolo de fuerza, voluntad, lealtad y compromiso hasta la muerte, se exhiben con vanidad; y resulta ser una imagen de lo más impresionante, además de profundamente perturbadora. Los cimientos del peligroso círculo de Hitler se van asentado y ampliando.
En 1927 acaba la prohibición de hablar en público. Hitler, se presenta vestido de tecnócrata, preparado en la línea de salida para una carrera de fondo que en 1928 aun no cosechará. Después de esas elecciones necesitará “una crisis milagrosa” que lo impulse y de manera impensable ocurre algo extraordinario. ¡El Crack de 1929 en Estados Unidos! Pero esta será, próximamente, una segunda parte de la Historia de cómo Hitler y los nazis se hicieron con el poder.
La derecha radical contra los Demócratas
El asesinato como arma política
La República de Weimar convivió con la violencia en sus calles y el asesinato de cargos políticos desde su inicio en 1919. Los nazis asumieron ideas muy peligrosas. Alentaban constantemente a la acción, se nutrían de las crisis y la crispación. Sirvan de ejemplo estos personajes de una extensa y negra lista. Víctimas de la intolerancia, el fanatismo y la violencia.
Matthias Erzberger (1875-1921) dirigía el partido político católico de Zentrum, abogaba por la paz y la libertad de la Democracia. Con esas premisas firmó el Armisticio en 1918 y ello le costó la vida. Dos extremistas de derechas le tirotearon mientras paseaba.
Hugo Bettauer (1872-1925), escritor austríaco. Al tener consciencia del creciente odio a los judíos escribió y publicó una sátira del antisemitismo, Die Stadt ohne Juden (La ciudad sin judíos). Era famoso por sus ideas liberales, hacía campañas por el derecho al aborto, el divorcio, la homosexualidad. Personificaba todo aquello que los radicales de derechas despreciaban. Un protésico dental recién incorporado a las filas del NDSAP acabó con su vida, matándolo a tiros.
Fritz Kahn (1888-1968), médico, cirujano y escritor. Se muestra como un genio de la ciencia en los años 20 y un revolucionario de la ilustración. En sus libros explica el cuerpo humano de una manera brillante y espectacular. El cerebro es una centralita. El corazón una bomba de pistón. El estómago una refinería. En definitiva, el cuerpo como sistema tecnológico eficiente. Dotado de una excelente educación, entiende la ciencia como responsabilidad propia, cree en el conocimiento y la libertad, y es judío. En años posteriores se verá obligado a huir, lo conseguirá con ayuda del periodista estadounidense Varian Fry.
Emil Julius Gumbel (1891-1966), matemático, estadista, activista político y pacifista. Era judío. Realizó un estudio de estadística sobre los asesinatos cometidos por los extremistas, tanto de izquierdas como de derechas. Descubrió que la extrema derecha había matado a 354 personas, entre 1919 y 1922. Los de la extrema izquierda a 22 personas. De los asesinatos cometidos por los extremistas de derechas quedaron sin castigo 326, en la izquierda fueron 4. A Gumbel le retiraron la nacionalidad alemana, tuvo que huir. El historiador alemán Christian Jansen acaba de dedicar una obra a su memoria: “Emil Julius Gumbel. Portrait eines Zivilisten”.
. Referencias:
. Guy Edward Walters. Profesor de Historia en el New College of The Humanities. “Hunting Evil” (Ed. Broadway Books). Respecto al libro de Hitler, “Mi lucha”, dice textualmente: “Si se lee hoy el Mein Kampf vemos que son las palabras de un demente. Es un caldo de cultivo para el odio. Es como zambullirse en un caldero lleno de veneno”.
. Götz Haydar Aly. Historiador, periodista y especialista en ciencia política. “Europe against the Jews”, “La Utopía nazi”, “Los que sobraban”. (Ed. Crítica).
. Mary Fulbrook. Profesora de Historia en el University College London. “A History of Germany” (Ed. Akal). Expone lo siguiente: “Hubo una revolución política en 1918, lo que no hubo fue una verdadera revolución económica y social. Las antiguas élites continuaron con sus privilegios y la judicatura poco o nada había cambiado, seguía siendo conservadora, nacionalista y de derechas. Trataban con excesiva indulgencia a los de extrema derecha”.
. Peter Longerich, investigador e historiador alemán: “Hitler: A life” (Ed. OUP Oxford) “El nazismo tuvo éxito en parte por su teatro político”.
. Richard Evans. Historiador. Universidad de Cambridge. “Trilogía sobre el Tercer Reich” (Ed. Península). “El impulso exterminador del antisemitismo nazi está ahí desde el principio, aunque no destaca tanto como más adelante, pero la violencia hacia los judíos siempre fue parte del programa nazi”