Hemos podido leer estos días una noticia en el Huffington Post, titulada: “La razón por la que todas las estatuas griegas tienen el pene pequeño” en la que se desarrolla la teoría del profesor Andrew Lear, de la Universidad de Harvard, según el cual , un pene pequeño y no erecto era algo codiciado para los hombres de la antigua Grecia porque se asociaba a la moderación y al control de los impulsos, que para los griegos eran unas de las principales virtudes de la masculinidad.
Seria la antítesis del, “usted no sabe con quien esta hablando” o “aquí mandan mis santos… atributos” Esa propensión a escenificar lo irracional desde un escenario tan poco edificante y tan poco convincente, que suelen utilizar los mediocres cuando sus argumentos acaban en la vía muerta del desafuero.
Esto no quiere decir que los moderados sean los auténticos machos alfa, que según el canon griego deberían serlo, ni que los desaforados sean sumisos, los machos beta de una sociedad en busca de un líder. No, no es una cuestión de atributos, mas bien es una cuestión de valores, de apostar por la racionalidad, y quizás por eso los griegos, en la escenificación del hombre ideal, postergaban el tamaño de los genitales, en ese concepto que tenían de la proporcionalidad y en la que el hombre era la medida del universo, y por lo tanto ese universo debía estar regido por la armonía, basada en la medida y la proporción.
Estamos inmersos en un periodo convulso de la historia, en el que el concepto del hombre como un ser racional e intelectual ha pasado a un segundo plano, para dar paso al macho beta como prototipo del líder, aquel que antepone el tamaño al control de los impulsos. Optamos por los políticos vociferantes, mediáticos y mitineros, en detrimento de los humanistas. De ahí el auge de los nacionalismos y la extrema derecha en este continente, cuna de dioses y hombres que en sus inicios intentaron explicar el caos.
El liderazgo tranquilo es el que basa su estrategia en la medida y la proporción, el que utiliza la razón para a traves de estos conceptos buscar la armonía, aquel que intenta ordenar el caos desde la predicción de sus consecuencias. Ese es el líder que este país anhela, y si embargo, con lo que nos tropezamos en las plazas y los escenarios mediáticos, en las instituciones y los partidos políticos de este país, son lideres beta, lideres que pretenden convencer desde lo gestual, aquel al que no le importa romper los equilibrios naturales con tal de alimentar su ego, en un claro ejercicio de mediocridad.
En pleno periodo de elecciones, no hemos dejado de estar en campaña desde el 20D, ¿habéis oído a alguno de los lideres recurrir a la literatura, a la historia, a la filosofía para ilustrar sus discursos? Ninguno, todos en mayor o menor medida, han optado por demostrarnos que sus atributos, llámense programas, números de escaños o proporcionalidad en el numero de votos obtenidos, son mas “abultados” que los del adversario, dándoles la razón a Andrew Lear y a los antiguos griegos, en que esta manifestación de “grandeur” los alejan de las virtudes del hombre, de tal forma que eran representados escultóricamente, con grandes atributos, los borrachos, los descontrolados, los impulsivos.
“¿habéis oído a alguno de los lideres recurrir a la literatura, a la historia, a la filosofía para ilustrar sus discursos? Ninguno, todos en mayor o menor medida, han optado por demostrarnos que sus atributos, llámense programas, números de escaños o proporcionalidad en el numero de votos obtenidos, son mas “abultados” que los del adversario”
La ética del liderazgo y la eficacia, en cuanto la aplicación de ese liderazgo a la obtención de un fin, pactado entre los ciudadano y el líder, conducen al equilibrio, y en el resultado de esa ecuación es donde radica la diferencia entre autoridad y poder. Una sociedad que necesita el liderazgo armónico, racional, para gestionar el caos producido por la concentración del poder en los sistemas financieros, y que han terminado por anular la capacidad de los estados para gestionar sus propios recursos y poder legislar en beneficio del interés general. Existe una disposición en la naturaleza a responder con fuerza renovada al caos y no al equilibrio, en ese momento estamos y hoy por hoy no veo al líder capaz de gestionar este caos.
Volamos en alas de sueños imposibles y desechamos realidades que golpean, mas que las retinas, la esencia misma de la condición humana. Nos han acomodado en el caos sin intentar buscar un orden que lo explique, y asi vivimos las tragedias de otros seres humanos como una rutina más de nuestro día a día, impasibles y discutiendo el orden establecido por la propia naturaleza, el orden que marca la supervivencia de las especies.