Todos los días leemos, escuchamos o vemos las noticias y sabemos que la reacción de las personas con las que compartimos nuestras vidas, probablemente, será completamente opuesta a la nuestra.
Me produce cierto desasosiego tratar de formular mi visión y argumentarla; suspiro aliviada si no termina siendo un tema de conversación en ninguno de los encuentros amistosos que permite la actual pandemia.
Pero en casa, más de lo mismo: alguien que se declara liberal (para mí, azulete), dice no tener ideología – sostengo que la ideología política puede entenderse mejor como la teorización de cada uno sobre su propia posición y las estrategias disponibles en un campo político-; yo si tengo ideología: soy escarlata.
Nuestro debate está siempre caliente, ¿el vuestro también?
Algunas veces pienso sobre algunos conocidos: ¡cómo seres humanos inteligentes y educados pueden votar a tal o defender las ideas de cual! Lo mismo, supongo, les pasa a ellos conmigo, porque pensar, piensan.
Políticamente, estos son tiempos de rencor. Nuestras redes sociales no solo se están convirtiendo en cámaras de eco venenosas, sino que la animosidad partidista también es mayor de lo que ha sido en décadas. ¿Pueden el amor y la amistad conquistarlo todo?
Es difícil considerar que esta situación no nos separara y me preocuparía que los valores de mi pareja, reflejados en sus creencias políticas, no se alinearan con los míos. Creo firmemente que es uno de los obstáculos a superar para el progreso de una relación.
Pero, ¿cómo impedir que la publicidad y el reality político arruinen un idilio, una amistad o la relación con nuestro cuñado? El silencio parece ser la solución, simplemente no hablar de política durante los próximos años, siglos o nunca.
Tengo una amiga que vive en EEUU. Me cuenta que lo peor para ella es estar rodeada de personas que apoyan a Trump. Entonces es cuando pienso que todavía tenemos mucha suerte aquí, porque a nuestro derredor coincidimos con personas con valores similares en lo que respecta a la familia y lo que queremos en la vida, y aunque no sea así respecto a las orientaciones ni en el papel apropiado de los gobiernos en la vida de nuestros semejantes, tienen otras “formas”.
No me cabe otra que vivir según el mantra, “es solo política”, para afrontar las reacciones completamente opuestas a la mías; parece ser un importante bloqueo defensivo repetir en tu interior: es solo política, es solo política, es solo política…
En pocas palabras, alguien que sintoniza Cope y esRadio ¿puede convivir en paz con quien simpatiza con Democracy Now? Solo existen dos caminos: separarse o superarlo. Si tienes interés en la política, serán unos años dolorosos.
No quiero tener razón, sino ser feliz, y quiero tener una relación tranquila y amigos con los que disfrutar: es solo política, es solo pilítica, es solo política…
“Me dijo que era liberal antes de comenzar a salir, pero pensé que estaba bromeando. No lo estaba. Escuchar sus opiniones en detalle para mi es una provocación” – me confesó otra amiga hace poco. “Casi todos los liberales se autoproclamaban zurdos o con ideas próximas al bien común procurado entre todos; me matan totalmente la vibra, y me callo cuando de alguna manera se impregnan de un aire moralmente virtuoso”.
La tolerancia, le contesté sonriendo, entre otras virtudes y según Aristóteles, es un ejercicio intelectual: el alma humana obtiene su más alta satisfacción del ejercicio de sus facultades racionales. El que delibera razonablemente es aquel ser que es capaz de poner su mirada en aquello práctico y a la vez razonable, aquello que le es mejor para las personas. Estos hábitos de naturaleza intelectual son el entendimiento, la ciencia, la sabiduría, el arte y la prudencia. Pero es la sabiduría la que marca la búsqueda de la razón última de las cosas.
En suma, entre las virtudes intelectuales y en especial para hablar de política, la prudencia y la tolerancia son las que nos conducen al perfeccionamiento de los actos verdaderos.
Hay una política de fachada y luego está la política real: con los amigos, con la familia, con tu pareja, tal vez exista una política de la que ni siquiera seamos conscientes.
Y sobre aquel dicho porpular: “dos que duermen en el mismo colchón, se vuelven de la misma condición”, pues mire, no, en mi caso, va a ser que NO.