Resumen
Este artículo de divulgación propone una reflexión crítica sobre una hipótesis poco explorada pero intelectualmente provocadora: ¿es posible que el SARS-CoV-2 no exista como entidad viral nueva e independiente, sino que sea el producto de una construcción tecnocientífica sostenida por errores metodológicos, interpretaciones apresuradas y una narrativa institucionalizada? A través de ejemplos históricos, fundamentos epistemológicos y revisión de los pilares técnicos de la pandemia, invitamos al lector a cuestionar las certezas dadas por sentadas.

1. Ciencia bajo presión: la emergencia pandémica
En diciembre de 2019, el mundo observó con creciente preocupación las noticias provenientes de Wuhan, China: un grupo de pacientes presentaba una neumonía atípica, en algunos casos grave, que parecía extenderse con rapidez. En semanas, se declaró una emergencia internacional y comenzó una carrera global por identificar el agente causal. Este contexto, cargado de incertidumbre, miedo y urgencia, favoreció decisiones científicas rápidas, muchas de ellas sin el nivel de escrutinio habitual.

Esta situación no es nueva en la historia de la ciencia. La hipótesis del «eter luminífero» en el siglo XIX, la frenología en el XVIII o la idea de la «generación espontánea» en siglos anteriores, muestran que incluso teorías ampliamente aceptadas pueden sostenerse durante décadas sin un fundamento sólido cuando el contexto social las refuerza.
2. El nacimiento de una secuencia: Wuhan-Hu-1
El genoma original del SARS-CoV-2, denominado Wuhan-Hu-1, fue ensamblado a partir de secuencias de ARN obtenidas de un lavado broncoalveolar en un paciente chino. No se purificó un virus completo. En cambio, se utilizaron herramientas bioinformáticas para reconstruir lo que se asumió era el genoma de un nuevo coronavirus.
La secuenciación de nueva generación (NGS), si bien poderosa, no distingue entre ARN viral, bacteriano, humano o ambiental. Se basa en algoritmos que «unen» fragmentos bajo ciertos criterios. En virología, este método puede llevar a ensamblajes quiméricos o artificiales, como se ha documentado en investigaciones sobre virus gigantes y metagenómica ambiental. En 2003, un ensamblaje metagenómico llevado a cabo en el ártico generó lo que se creyó un virus completamente nuevo, pero resultó ser una mezcla de fragmentos de bacterias congeladas y ARN ambiental.
3. Las PCR: cuando el exceso de sensibilidad genera confusión
Basándose en la secuencia Wuhan-Hu-1, el equipo del virólogo Christian Drosten en Berlín diseñó una prueba de PCR en tiempo récord. Esta prueba se convirtió en el estándar mundial para la detección del SARS-CoV-2. Pero existieron varios problemas técnicos y metodológicos:
– La prueba fue diseñada antes de que el virus fuera aislado de forma purificada.
– Los primers utilizados no se validaron exhaustivamente frente a otros coronavirus humanos comunes (como OC43 o NL63).
– Y, lo más importante, las PCR se aplicaron con umbrales de ciclo (Ct) superiores a 35, incluso llegando a 45 en algunos laboratorios.

Esto implica que fragmentos insignificantes de ARN viral, restos de virus muertos, o incluso secuencias parecidas del ambiente o del propio genoma humano, podían dar positivo. La propia OMS recomendó en enero de 2021 bajar el umbral de ciclos, reconociendo implícitamente la posibilidad de falsos positivos masivos.
4. ¿Se aisló realmente el virus?
Muchos estudios reportaron «aislamientos» del SARS-CoV-2. Pero el aislamiento clásico en virología implica obtener una partícula viral purificada, separada de otros componentes celulares, y demostrar su infectividad. En la mayoría de los casos:
– Se cultivaron líneas celulares (como Vero E6) con muestras clínicas.
– Se observaron daños celulares (efectos citopáticos) tras varios días.
– Pero no se realizaron controles adecuados (por ejemplo, usar material sano o calentar la muestra para desactivar virus).
– Las imágenes obtenidas por microscopía electrónica muestran vesículas similares a virus, pero que podrían ser exosomas, autofagosomas u otras estructuras celulares normales.
Este tipo de ambigüedad metodológica no es nueva. En los años 80, el virólogo Stefan Lanka demostró que se pueden producir efectos citopáticos en cultivos celulares incluso sin introducir virus alguno, sólo por manipulaciones tóxicas del medio.
5. Redefiniendo la enfermedad: el problema nosológico
La medicina clasifica enfermedades en entidades nosológicas: cuadros clínicos definidos por síntomas, signos y causas. En el caso de COVID-19:
– Los síntomas principales (tos, fiebre, disnea, dolor muscular) son inespecíficos.
– Se reetiquetaron muchas enfermedades respiratorias previas como «COVID» ante una PCR positiva.
– Apareció el concepto de «asintomático contagioso», sin precedentes epidemiológicos claros.
En otros momentos de la historia, redefiniciones similares causaron confusión. Por ejemplo, el escorbuto fue atribuido a enfermedades infecciosas antes de descubrirse su origen en la deficiencia de vitamina C. Las úlceras gástricas se atribuyeron al estrés hasta que Barry Marshall demostró su causa bacteriana (Helicobacter pylori) en 1982.

6. Ciencia en cascada: cuando los supuestos se convierten en hechos
Una vez aceptada la narrativa del nuevo coronavirus, la comunidad científica generó miles de estudios basados en esa premisa. Se asumieron como hechos incuestionables:
– La secuencia genómica.
– La especificidad de las pruebas diagnósticas.
– La existencia del virus como entidad individualizada.
Se desarrollaron vacunas (como las de ARNm) basadas en la proteína Spike codificada en la secuencia Wuhan-Hu-1. La ciencia comenzó a operar en modo «confirmatorio», sin reevaluar sus fundamentos. Este fenómeno se conoce en epistemología como «cierre prematuro del discurso científico».

7. Una hipótesis alternativa: emergencia tecnocientífica
No se propone que todo haya sido una farsa ni una conspiración. Más bien, se plantea que:
– Hubo un exceso de confianza en tecnologías complejas como la NGS y la PCR.
– Se generó una narrativa viral autocontenida, reforzada por el miedo social y político.
– Los errores iniciales no fueron corregidos, sino amplificados por el sistema científico y mediático.
La historia de la ciencia está llena de construcciones erróneas ampliamente aceptadas. La diferencia es que esta vez ocurrió en tiempo real, a escala planetaria, y con consecuencias políticas y sociales inmediatas.
8. Conclusión: ciencia, humildad y memoria
El SARS-CoV-2 pudo haber sido una construcción tecnocientífica: no en el sentido de algo falso, sino de una realidad modelada por instrumentos, algoritmos, protocolos y suposiciones compartidas. Las consecuencias humanas, económicas y psicológicas de la pandemia son reales. Pero eso no impide cuestionar el relato original desde la epistemología crítica.
Como enseña la historia, incluso los consensos más arraigados pueden desmoronarse cuando se examinan con lupa. Y la verdadera ciencia no es la que repite dogmas, sino la que se atreve a cuestionarlos.
«La peor pseudociencia es el cientifismo.»
Dr. Álex Gómez-Marín, físico teórico y neurocientífico
Referencias seleccionadas