El viaje es una alegoría y las alegorías comprenden el saber.
En un Atlas de Walter Benjamin (mezclado con constelaciones), descubrí que aquello a lo que afecta la intención alegórica es separado de los contextos de la vida: y con ello es, al tiempo, tan destruido como conservado.
La alegoría se aferra a las ruinas, ofreciendo la imagen de la inquietud coagulada. W.B., 1939.
Entre los tropos de mi pensamiento, lleno de “lógica”, descubrí una condición humana propia, llena de ambigüedades y ambivalencias. Así las cosas, inicié un viaje para enfrentarme a la constancia de la incertidumbre. Y con el fin de entender qué conduce a perspectivas más reveladoras y comprensibles, primero descompuse o destruí para más tarde, poder construir un ser humano nuevo.
Solve et coagula.
En este grabado puede verse claramente la diferencia de nivel y su ruptura, así como la simultaneidad de los mundos. El plano de lo inferior está signado por el Sol a la izquierda y la Luna a la derecha, encadenados a las propias leyes cósmicas, mientras que el nivel superior está poblado por ángeles y arcángeles y es de una naturaleza transparente. Se encuentra presidido por las letras hebreas del Tetragrammaton.
← Opus Medico-Chymicum, editado por Lucas Jennis, Frankfurt, 1618.
Todo proceso de transformación o evolución es, a la vez, un proceso destructivo y constructivo. Ser una nueva persona requiere el desbastamiento de la anterior. Solve et coagula, ambos procesos son complementarios. Uno no puede existir sin el otro.
Posándome en la imagen y en el mito, imagino la transmutación del amor y la transfiguración de mi alma. En la luz se sitúa el sumo bien y está la fuerza motriz; la luz, como sobrenombre del amor, se hace lumbre, lucero y otros nombres, que gozan de la capacidad de salvación.
En este viaje, he aprendido a hacer frente a los desafíos de la vida, mediante la manifestación de un sentido interno de aceptación pacífica y tranquila. He desarrollado una perspectiva espiritual de mi existencia, aceptando lo que me depare, no sólo con coraje y estoicismo sino también con alegría. Abdu´l Baha lo define como la aquiescencia radiante:
Una confirmación del Espíritu, que son todos aquellos poderes y dones con los cuales nacemos y que algunos llaman genio, pero que para obtenerlos debemos luchar afanosamente. Éstos vienen a aquel hombre o a aquella mujer que acepte su vida con aquiescencia radiante.
Cuando emprendí este viaje, hube de volver la mirada hacia mí misma, hacia la verdad de mis dudas, a la flaqueza de mi espíritu, a mi incapacidad de librarme de la realidad externa, siempre empujándome a obrar en pos de lo terrenal.
Así fui percibiendo la grandeza e inmensidad del universo y, en cambio, la insignificancia de mí misma, cayendo al mismo tiempo en la cuenta de la fugacidad de las cosas vanidosas, en contraposición a la eternidad de los movimientos naturales.
Hasta entonces, había estado buscando lo que no está dentro de mí misma, pasando por alto la parte más noble de mi propia naturaleza: el alma.
No es la contemplación paisajística ni el aumento de conocimientos lo importante del viaje, sino la introspección en mi propia vida y la elevación intelectual que contribuyen a la sublimación del alma.
Mi existencia temporal me pone continuamente en conflicto con circunstancias más allá de mi control. Construyo un complejo edificio entre ambivalentes relaciones.
Mi verdad lógica en un primer proceso fue desguazada; después lijada durante mi viaje. Desde aquella “solve” como concepción sintáctica o fundamental, donde el objeto de la dialéctica eran mis cálculos, pasé a disolver mi concepción semántica, desde la cual mi lógica se encargaba de la elaboración de teorías de la verdad. Y en las últimas etapas, licué el enfoque estructural, donde la deducción tenía por misión establecer las propiedades estructurales de las diversas relaciones de consecuencia.
En el viaje de vuelta coagulo: salgo de la naturaleza hermética, enigmática, impenetrable y excluyente. Y como decía Hermes en su “Tabla Esmeralda”:
Separa la Tierra del Fuego, lo sutil de lo espeso, dulcemente y con gran cuidado. Sube de la Tierra al Cielo, y de nuevo desciende a la Tierra, para recibir la fuerza de las cosas superiores e inferiores.
Coagulo, uno aquello que separé, y reuno a mi “Yo” conmigo misma.
En mi viaje he encontrado la PAZ. De mi viaje os traigo la PAZ.