Y luego nos quejamos. Sí, en plural, en este país todos nos quejamos de algo y, en un alarde sin precedentes de unanimidad de opinión, todos nos quejamos de los políticos que tenemos. Un poco como, adaptando el dicho, cada uno con sus quejas y los políticos en las de todos.
Y ante esta tesitura, la de la unanimidad, solo existen dos opciones: o tenemos unos políticos ineptos, corruptos, insensibles y sordos, o aquí hay algo que falla y ellos son tan víctimas como nosotros.
Así que como la opinión generalizada ya hace años que se ha decidido por la primera opción yo, en mi incansable búsqueda de la otra verdad, he decidido investigar con el rigor que me caracteriza las posibles pruebas de que la segunda opción sea la verdadera.
Y ya puesto a la faena me he encontrado con la prueba definitiva de que los políticos no son los culpables de su propia ineptitud, no, la culpa es de la Real Academia de la Lengua, y en último caso del idioma, posiblemente, y ya remontando de verdad, incluso del latín que siendo como es la fuente principal del nuestro nos incapacitó para resolver algunos temas.
Por partes. Todos sabíamos lo que podía pasar con el problema catalán, todos sabíamos lo que podía pasar con los eucaliptos, todos sabíamos lo que iba a pasar con el brexit, todos podíamos prever las consecuencias de determinados sucesos, ¿Y los políticos?, los políticos también, preveían, pero ahí se quedaron, en preverlo y sin proveer las medidas necesarias, las acciones fundamentales para evitar las consecuencias, todos hicieron el Don Tancredo de los videntes.
¿Es que nuestros políticos, esos esforzados y sacrificados seres humanos, son unos incapaces? Sí, definitivamente sí, pero lo son porque el lenguaje no los provee de una herramienta que les impida inhibirse, que los aboque a la resolución de los problemas y no solo a su deseperada previsión y enumeración.
“¿Es que nuestros políticos, esos esforzados y sacrificados seres humanos, son unos incapaces? Sí, definitivamente sí,”
Así que fruto de este sesudo y clarividente estudio propongo la creación del verbo “preveer”. Un híbrido de los verbos prever y proveer que asegurará que todo aquel que prevea un problema pueda en la misma acción verbal proveer los medios necesarios para su evolución indeseada.
Mediante este verbo todo el que prevea proveerá. Es decir, y utilizando el nuevo verbo, “preveerá”. Y yo ya he previsto que nadie me va a hacer ni caso y he decidido proveerme de unas vacaciones que me permitan recuperarme de mi agotamiento intelectual. Esta todo “preveisto”.