En su prólogo para franceses a ‘La rebelión de las masas’, Ortega soltó que ser de derechas o de izquierdas son dos de las infinitas maneras que se puede elegir para ser un imbécil; son, decía, ‘formas de la hemiplejía moral’. No era una mera ocurrencia o ‘boutade’ del filósofo. Esas etiquetas, repetidas sin cesar, evitan el deber de pensar y de explicar acciones y opiniones concretas. Todo está resuelto con ellas.
Provengo de una familia sin una tradición política específica. Mi padre no era de derechas ni era monárquico, pero tampoco nos transmitió ilusión por las izquierdas ni por la república. Pero sí entusiasmo, y muy enérgico, por la condición personal del ser humano. Y esto es lo que he procurado vivir y transmitir a mis hijos, y a quien me quiera escuchar.
Siendo muy pequeño, asistí callado a una conversación de mis padres que sigue resonando en mi interior. Mientras desayunaban, mi padre comentó con mi madre una crónica de ‘La Vanguardia’ que tenían sobre la mesa acerca de los jóvenes negros reclutados para ir a la guerra. “Para ir al Vietnam sí que son ciudadanos norteamericanos”, le dijo con ironía; eran tiempos de descarada discriminación racial. Nunca le hice mención de esas palabras, murió pocos años después, pero me dejaron una honda impresión. No menor huella me produjo una breve charla a solas con mi abuela, yo tendría unos once años cuando le dije un reniego sobre Alfonso XIII. No sé muy bien a santo de qué, quizá por influencia de un primo mayor muy politizado y antidinástico. La respuesta de mi yaya no la olvidaré jamás: “¿Por qué hablas de lo que no sabes? Aprende a ser respetuoso y a no insultar”. Nada más, me callé y me fui a otro lado, avergonzado.
Leo con gusto e interés ‘Por qué soy monárquico’ (Ariel), libro del escritor barcelonés Sergio Vila-Sanjuán. Esgrime con inteligencia sus razones objetivas, subjetivas y familiares. A partir de su abuelo Pablo, un hombre de leyes, analiza la figura de Alfonso XIII, quien le nombró gentilhombre de cámara. Sin ocultar ninguno de sus errores, refiere su programa escalonado de mejoras, con el Instituto de Reformas Sociales, el Instituto Nacional de Previsión o el inicio de la Ciudad Universitaria.
Al tratar del conde de Barcelona o Juan III, Vila-Sanjuán parte del conocimiento que de él tuvo su padre José Luis (un militante monárquico liberal que dejó una carrera publicitaria para escribir; ganó en 1975 el primer premio Espejo de España).
Hay que destacar la inclusión de un texto inédito de Joan Anton Maragall, hijo del poeta, propietario de la Sala Parés, miembro del Consejo privado de don Juan. De formación historiador, Sergio Vila-Sanjuán dirige el excepcional suplemento Cultura/s de ‘La Vanguardia’, que él fundó, está volcado en el periodismo cultural desde 1978, y confiesa que tiende a ver la vida desde esa perspectiva. Apela a Kantorowicz, autor de ‘Los dos cuerpos del rey’, para distinguir la aportación histórica de Juan Carlos I de las actuaciones de la última fase de su vida. Recalca que la monarquía debe estar al servicio del país, y no a la inversa. Y que el deber dinástico está por encima del sentimiento familiar. El rey ha de facilitar, pues, las soluciones de los problemas del país, “y no contribuir a generarlos”. Debe ser sabio y prudente, pulcro y cortés; lo contrario de lo que son los dirigentes populistas que todos conocemos, ya en España o en Estados Unidos.
El rey Felipe VI, símbolo de la España liberal y democrática, es objetivo directo de podemitas y separatistas, los antisistema que quieren acabar con nuestras libertades e imponer un sistema autoritario y opresivo. Esto ya me sitúa a su lado y compruebo su valor. Es un hombre serio, responsable y entregado que se dirigió a la Nación la noche del 3 de octubre de 2017 para salvaguardar con palabras y gesto decidido y grave a la ciudadanía -especialmente la catalana- de la embestida separatista (prolongada y reiterada), y su intento fallido de golpe de Estado. Sergio Vila-Sanjuán, figura fundamental del mundo cultural español, fue invitado en 2012 a incorporarse como jurado al Príncipe de Asturias de las Letras, y da testimonio de un Felipe VI “atento siempre a las personas que se le acercan, es él quien se aproxima e intercambia saludos y unas breves palabras de forma distendida. Mira siempre a los ojos de sus interlocutores y escucha con atención cuando le hablan”.
Concluye su alegato destacando que dentro y fuera de España, “Felipe y Letizia brindan una imagen de seriedad, compromiso social, modernidad cultural y prestigio”. Sigo sin ser monárquico ni republicano. Pero estoy no sólo deseoso de lo mejor para los ciudadanos en cada circunstancia, sino obligado a trabajar por ello, desde una óptica radical y liberal. Liberal, definió Julián Marías, es el que no está seguro de lo que no puede estarlo. De algunas cosas sí que lo estoy.