EL TIEMPO SOBRA

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Por el circular camino de hojas muertas que en otoño rodea la casa, K. Mus llora la muerte de mi abuelo. 

Foto de Adrien Tutin en Unsplash

Se conocieron en blanco y negro y desde niños, copularon juntos con ese mundo, que ahora en color, languidecía entre ausencia, canas, traiciones y tabaco de liar.

Pasa cada ochenta segundos por la ventana de la cocina y desde allí le veo, cargando con el negro bulto de una vida que le sobra y de la que no puede desprenderse. Cada ochenta segundos, tira de mis ojos suplicando que el alivio de la muerte acuda presto. Pero la de la amplia sonrisa tiene prohibida su carne por decreto.

Esta mañana he salido de la casa y he unido mis pasos a los suyos buscando, tal vez, en una triste procesión de almas, mi propia redención.

Ahora, cada ochenta segundos , nadie nos mira. Dentro de la casa, en la ahora ciega cocina, el tiempo busca un honorable suicidio que no llega; y nosotros, y un remedo que de mi abuelo cuelga bailón de un arce, iniciamos  por enésima vez el camino de vuelta a ese lugar cargado de insomnio y círculos concéntricos.

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