EL SUSTITUTO

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Desde que el día 21 Alberto, el pequeño de la casa, tiró el corcho de una botella de cava a su hermano, fallando estrepitosamente, la Virgen María no ha vuelto a ser la misma. 

Foto de Dan Kiefer en Unsplash

Y es que, aquel pedazo de  cacereño alcornoque, impactó, tras rebotar en el dintel del portal del belén, sobre San José, rompiendo en treinta pedazos de puzle irresoluble a aquel santo de barro que durante tanto tiempo había compartido con ella, musgo, serrín y papel de burbujas.  Tanto ella cómo él, habían sido comprados en Casa Nazaret por Inocencia, la abuela paterna de Alberto, una mujer buena y de manos grandes. Desde entonces no se habían separado.

Carmen, la hija de Inocencia, recogió con pena los restos del Padre Putativo y los observó buscando un milagro.

– Esto no tiene solución, Arturo. Habrá que hacer dos cosas: castigar a tu hijo, que de eso ya me encargo yo y comprar un San José de urgencia. Anda, acércate al Chino y mira a ver si hay alguno del mismo tamaño, más o menos ¡Alberto, ven aquí ahora mismo!

Y Arturo, el marido de Carmen, regreso a los 20 minutos con un nuevo y deslumbrante José.

– Pero si es de plástico, hombre de Dios, y además, no sé…

– Pues, qué quieres que te diga, Carmen; a mí me parece normal: barba,  capa, una vara…

Alonso, el hermano mayor de Alberto, que contemplaba la conversación de sus padres desde la mesa del salón, al observar la nueva figurita, no pudo contener la emoción.

– ¡Alberto, Alberto, pídele a mamá que te deje salir del cuarto de pensar y ven, que papá ha comprado una figurita de Obi Wan Kenobi para el Belén!

Al oír aquello, a la pobre virgen se le salió la aureola de cuajo, cayendo sobre el pobre niño Jesús, que de tan pequeño aún, nada comprendía.

–  Mira mamá, a la Virgen se le ha salido la cosa esa redonda de la cabeza. Se la voy a poner.

–  ¡Ni se te ocurra! Que ya tenemos bastante.  Arturo, de verdad, lo tuyo no tiene nombre; anda dame a Obi Wan, que voy a ponerlo junto al niño. Menuda Navidad que vamos a tener…

Carmen colocó al suplente de San José en el Belén.

– Con lo bonito que era el que compró la abuela… Venga, vamos saliendo, chicos que «Avatar» no espera. Alberto, tu castigo queda aplazado hasta mañana, no te creas que te vas a ir de rositas.

Salió toda la familia entre «no vais peinados» y «Arturo súbete la bragueta» y la casa quedó vacía.

María miraba a aquel extraño sustituto con cierto recelo y éste,  por el contrario, parecía que había estado estado allí desde siempre.

– Buenas tardes, señor.  Está claro que usted no es San José.

–  La Paz sea contigo, mujer santa de barro.

– No, desde luego no lo eres. Paciencia, María, paciencia.

Obi Wan echó un ojo dentro del pesebre.

– ¡Anda! ¿Y este mocito tan sonrosado? ¿Es su hijo? Es una monada.

– Sí, es mi hijo y además ahí donde le ve es…

Obi Wan interrumpió a María asombrado.

– ¡Arrea, y además la Fuerza es sumamente intensa en él! ¡Debe de tener un  nivel de midicroriamos acojonante! ¿Es el elegido, verdad?

María respiro profundamente y asintió con  la cabeza.

– ¿Puede ser mi Padawan? Un chaval así necesita de alguien experimentado que canalice su poder y…

– Vamos, un padre.

– Eso, mujer Santa de barro, un padre.

– María, me llamo María y usted se llama…

– Kenobi, Obi Wan Kenobi para servir a usted y a la Fuerza.

-¿Sabes una cosa, Kenobi?

– Dígame.

– Creo que este es el comienzo de una hermosa amistad.

– ¿Por cierto, cómo se llama el zagal?

– Yeshua bar Yosef *

– Hum ¿Puedo llamarle cariñosamente Obiboy?

– No.

– Perfecto ¿Va a cambiar el tiempo, no?

– Kenobi, estamos en el salón de una casa…

– Vale. Ya me callo

* Jesús, hijo de José en arameo

 

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