“El placer no era yacer por ciento veinte euros con una rumana de veintidós años; el placer se obtenía observando el relajado mundo de una mujer desnuda cubierta con una fina capa de sudor, sentarse en una silla y contemplar como aquella divina hembra, movía aleatoriamente su cuerpo hasta destrozar por completo el frágil lugar que delimita el deseo de la muerte.
Ésta era su víctima número diecisiete; como siempre puta, como siempre hermosa, como siempre asfixiada con sus enormes manos y después, y como siempre, la pequeña incisión en la carótida para llenar de sangre fresca una pequeña ánfora de alabastro. El ánfora diecisiete, completaría finalmente su proyecto.
Guardó su preciado tesoro en una mochila, bajó a la calle y usó una bicicleta alquilada para llegar hasta su casa, una vivienda unifamiliar de nueva construcción, situada en una población del extrarradio de la capital.
Al abrir la puerta, su mujer le recibió cariñosamente.
– ¡Hola, mi amor! – y le dio un beso- ¿Cómo te ha ido hoy el día en el restaurante?
Él, primero, respondió con una amplia sonrisa.
– De cine, cariño. Hoy, por fin el contacto del que te hablé me ha conseguido el último ingrediente para el Melas Zomós. Esta noche las tres estrellas Michelín serán para «El Espartano», te lo aseguro…
Iba a seguir hablando, pero un apasionado beso de su mujer sello sus labios.
-¿Tienes un poco de tiempo para dedicarlo al placer? Mira. Estoy empapada.
Y mientras follaban, él pensó en su noche. Un mar de dudas abrió de nuevo su amor por la gastronomía: Era necesaria la toma número dieciocho, aunque está no fuera de una puta. Y al llegar al orgasmo, empezó a apretar el níveo cuello de su esposa con aquellas enormes manos.”
Melas Zomós: El caldo negro (en griego antiguo μέλας ζωμός, melas zomós) o sopa negra era un plato tradicional espartano hecho con sangre, vino y vísceras.