Desde el inicio de las emisiones del programa, los sábados por la mañana en 1983, transitando por otros horarios de tarde entre semana hasta 1987, escuchar su sola sintonía, el Arabesque nº 1 de Claude Debussy revisado por Isao Tomita, me enchufaba en un estado mental cercano al éxtasis.
Miguel Obiols, creador, director y guionista, nos lanzó a una aventura donde la imagen y el sentido estético se ennoblecían acompañados de grupos de vanguardia, músicos, títeres, sombras chinescas, comics, ¡o con lo increíble!, para sumergirnos en mundos singulares, diversos: Lewis Carroll, Picasso, Miró, Gianni Rodari, los vampiros de los libros, y más, tratando de mostrar el otro lado de las cosas.
Aquí los 77 programas en castellano:
Dos programas enteros, aún tratándose de un espacio infantil, fueron dedicados a la pintura de Magritte… Su enorme impacto me ayudó a engrandecer mi capacidad de búsqueda y reflexión, a través de la borrosidad de sus límites, las extrañas yuxtaposiciones, el Hammer Horror de la alteridad radical de su visión cuando un dedo gigante sobresale de las tablas del suelo, una escalera no conduce a ninguna parte, o un pubis pende por boca.
Lo más grande que escuché en el programa fue esta frase de René: “me gusta el humor subversivo”. Y ellos mismos lo practicaron sin contarse ni un pelo:
Aunque ya estaba a punto de terminar la universidad, no había semana que me perdiera ni uno de los capítulos de “El Paneta Imaginario” ni de “La Bola de Cristal”, coetáneos e irrepetidos, sí, palabra imaginaria para expresar que nunca después se ha vuelto a gravitar ni de cerca en ningún otro programa destinado a las mentes crecientes.
Tal vez, pueda facilitarme el transmitiros el viaje en tres dimensiones, la maravillosa partida de ajedrez que sus protagonistas jugaban en el cielo de su planeta, que podéis visionar en el video de la cabecera de este artículo.
Galindo, un pequeño señor que se hizo famoso unos años más tarde en un nite-show, interpretaba a un personaje que aparecía esporádicamente:
Otras veces, las historias de los Hermanos Grimm llegaban al planeta donde todo era posible. Así me enganché al surrealismo y me hice anti Disney, (bueno, siempre quise más o solo a Hanna–Barbera).
Para poder volver a la realidad, debíamos reconstruir el mundo a través de los sueños, con sus situaciones y personajes hilvanados oníricamente entre imágenes literarias sin obsesiones.
Y estos días, ¿Cómo queréis que os cuente estrellas?