EL PARADIGMA DEL LIBRE PENSADOR

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Comentaba hace unos días en relación a la polémica ocasionada por la publicación en este medio de un artículo cuyo autor se confesa negacionista, la solitaria situación del libre pensador al permanecer fuera de la constringida y paradigmática forma de pensar de la mayoría; libre de cadenas, lejos de los obstáculos del miedo, emoción o ideología.

fotocomposición plazabirta.com F. M.

Cada vez me cuesta más discernir entre lo bueno y lo malo, entre lo ético y lo que no lo es, si por ética se entiende aquel conjunto de normas que sirve para la diferencia entre el bien y el mal o como conjunto de valores que perfeccionan al individuo en lo más íntimamente humano y que, por tanto, contribuyen a mejorar su calidad como persona, máxime cuando el influjo social en tales valores es tan cambiante que aquella forma de actuar que en un momento determinado se consideraba correcta o conforme a la ética, en otro momento no lo es.

En los últimos tiempos lo que predomina por encina de todo es la ideología de los borregos, a la que ya me he referido en diversas ocasiones como la más destructiva de aquel que disiente, enfermando al grupo social cuyos individuos se encuentra más cómodos dejándose llevar por la inercia del pensamiento del conjunto que yendo contra corriente, desenvolviéndose, a lo sumo, en verdades relativas, medias verdades o, lo que es lo mismo, verdades personales.

En definitiva, se aceptan verdades del paradigma actual para hacer nuestra existencia más segura y más cómoda, de ahí que el libre pensador que actúa fuera sea mal considerado por el grupo, incluso anulado por influjo de quienes ostentan cualquier cota de poder, incluidos los poderes fácticos como la prensa, censurando su opinión.

Tan cierto es que las emociones y la ideología ciegan a la mayoría de la sociedad a pensar con claridad, resultando peligroso para el libre pensador manifestar sus ideas, como también lo es el libre pensador que se cree en posesión de verdades absolutas situándose moralmente por encima de los demás o con la autoridad intelectual o moral para descalificarlos.

No hay que tener miedo a tomar nuestro camino, ahora bien, la verdadera libertad no consiste en actuar como actúa la mayoría, conforme a estereotipos que tienden a prevalecer en la conducta de un grupo social, sino precisamente en contribuir a la revolución del paradigma social. Ello nos llevará a ser dueños de nosotros mismo, siempre en la búsqueda de la verdad y no como la capacidad superior de anular la de los demás, porque desenvolviéndonos o no conforme a dicho paradigma cada uno tenemos nuestra propia verdad, adquiriendo gran importancia la forma de expresarla, otorgando a las palabras su auténtico significado y, sobre todo, fuera de cualquier tipo de falacia o demagogia.

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