EL LATÍN NOS ACLARA POR QUÉ CUALQUIERA PUEDE SER MINISTRO PERO NO MAESTRO

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► «Educar no solo es dar carrera para vivir, sino templar el alma para las dificultades de la vida».

— PITÁGORAS (569–475, aprox.). Fundador de la Filosofía, de la Matemática racional y base cultural del Milagro griego. Racionalista y místico, teólogo y experimentador, personaje real y mítico, inductor de buena parte de los elementos culturales que han conformado la tradición del Pensamiento Occidental.

 

► «Un maestro afecta a la eternidad».

— HENRY ADAMS (1838–1918). Historiador estadounidense. Descendiente de dos presidentes.

 

► «Enseñar es un ejercicio de inmortalidad».

— RUBEN ALVES. (1933–2104). Psicoanalista, educador, teólogo y escritor brasileño. Uno de los fundadores de la Teología de la Liberación.

 

Vamos a auxiliarnos de la etimología y del latín, para explicar por qué es mucho más fácil ser MINISTRO que MAESTRO.

La palabra MAESTRO deriva del latín MAGISTER (concretamente, de su forma en acusativo: “magistrum”). En ese vocablo está presente el antecedente latino “magis” (que significa literalmente ‘más’) y un sufijo contrastivo procedente del indoeuropeo: −ter−.

MAGISTER designaría, por tanto, aquel que era más que otros; el que destacaba, el superior, el ‘jefe’. En principio, no tenía el significado de maestro de escuela actual, ya que el que enseñaba, para los romanos, era el docente, participio de presente del verbo latino “doceo” (‘enseñar’), sino que, usado en expresiones como “magister equitum” (‘jefe de caballería’) o “magister militum” (‘jefe militar’), hacía referencia a la persona que estaba al mando. De hecho, ese “magis-ter” con su sentido original de jefe destacado se puede advertir en la actualidad en el término de magistrado.

☻ ¿Se puede decir entonces que un MAESTRO era más que un MINISTRO?

Al menos, literalmente para los romanos, seguro que sí.

La palabra MINISTRO deriva del vocablo latino MINISTER, que como se puede adivinar está formado por el latín “minus” (‘menos’) y el sufijo contrastivo –ter– antes mencionado.

El MINISTER era, por tanto, alguien que es menos, el ‘mínimo’, o sea un ‘servidor’, un ‘criado’. ¿Un criado en el poder? ¿Cómo se puede entender y explicar?

En los siglos IV y V d.C., los emperadores romanos formaban su gabinete de gobierno eligiendo entre sus servidores o asistentes de suma confianza a los hombres que se encargarían de ayudarle en las distintas áreas de gestión. Sus “ministri” (“ministros”) eran «menos que cualquiera» y estaban al servicio absoluto del pueblo y su emperador.

 

Así pues, MAESTROS y ministros (lo de la mayúscula y la minúscula es intencionado) son, etimológicamente, completamente antagónicos, opuestos y contrarios.

☻ ¡Cómo cambian las ideas y las circunstancias con el tránsito del tiempo!

Por fortuna, la etimología y “la historia, como maestra de la vida”, siempre nos podrán recordar el lugar original de cada uno.

Con esta argumentación, puramente etimológica, se advierte la inmensa distancia que hay entre un ministro y un MAESTRO (lo de la minúscula y mayúscula es intencionado, de nuevo).

► «En resumen, con un poco de latín sabemos la razón por la que casi cualquiera puede ser ministro pero no Maestro».

La ignorancia absoluta del LATÍN es un descalabro cultural en nuestro ámbito geográfico.

Imaginemos qué sinsentido más absurdo tiene lugar cuando algún Profesor se ofende al llamarle MAESTRO. En realidad, podemos decir paradójicamente que “No todos los profesores llegan a ser maestros“.

Etimológicamente, un profesor es alguien que simplemente profesa sobre algo, por ejemplo sobre una religión, una teoría o una ciencia. Un MAESTRO (con Mayúscula) ya hemos dicho lo que es.

 

Pero hay más que decir al respecto, porque en general la función de ministro se da dentro de la llamada actividad política, la única ocupación, para el ejercicio de la cual no se exige “a priori” ninguna formación, conocimientos, habilidades, experiencia, ni currículum alguno; solo se precisa estar bien relacionado y comulgar con una determinada ideología; nada que ver con la trascendental preparación previa que precisa el ejercicio del Magisterio docente.

Como epílogo digamos que según la tradición aludida de los siglos IV y V, en el mundo romano, no estaría mal que hoy en día el ministro conservara el espíritu de servicio al pueblo, y cumpliera con disciplina y humildad las funciones para las que es elegido o nombrado, muy lejos de la frecuente prepotencia, engreimiento, petulancia, jactancia, presunción y demás malos modos desarrollados con cierta frecuencia.

 

 

 

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