Es temprano. Casi no hay luz porque está nublado y llueve. Una figura se alza ante el cristal de la puerta que da al balcón. Es mi madre que al oírme se gira. Con la voz muy baja me dice: “He visto a tu hermana. Iba sola en el autobús. Llevaba la másca pero era ella, estoy convencida. Ha mirado hacia arriba… Es la hora de entrar al hospital… Tu hermano llega antes, seguro que lleva allí un buen rato.”
No llora, pero tiene la voz rota. Es una mujer fuerte. Mi primer impulso es ir a abrazarla pero me contengo… Soy el que sale a comprar y hago una especie de cuarentena dentro de la cuarentena.
No le cuento que yo también vi a mi hermana. Hace ya cuatro días. Al salir de trabajar, camino de su casa, pasó por delante y nos encontramos. Mantuvimos las distancias. Me preguntó por nuestros padres. Le pregunté por mis sobrinos. Le pedí que se cuidara mucho. Me “ordenó” que hiciera lo mismo (¡Es mi hermana mayor!). “Dales unos besos a mis sobrinos”, le pedí. Me respondió que no, que apenas se acerca a ellos viniendo de donde viene. Nos despedimos… sobre todo con la mirada. El resto de nosotros ya es ropa, guantes y mascarillas.
Han pasado unas horas. Tengo que escribir pero, ahora mismo, se me antoja la actividad más inútil, fútil, del mundo. Juntar palabras ¿para qué? Ya tenéis miles de escritores, artistas, intelectuales (infinitamente más capacitados que yo) para entreteneros o haceros crecer en lo personal. Os van a enseñar de todo… yo -creedme- no tengo nada que enseñar.
¿Qué os voy a vender para que alcancéis ese estado de semidivinidad que os prometen para cuando “esto” se acabe.?
Entro en Facebook a responder unos cuantos mensajes y, ya que estaba, “me doy una vuelta”. Es horrible. Decenas y decenas de posts repitiendo un par de “discursos” de los que no aguantan más y entre insultos e improperios me amenazan para que “calle la boca”. ¡Que si nadie podía saberlo, la globalización,… que todo el mundo se equivoca…! Retahíla de ofensas, ¡Que si hubo partidos de futbol, centros comerciales llenos, los mítines políticos,… -como si permitir todo eso fuese un atenuante y no un agravante- exculpando las manifestaciones! Finalmente, en nombre del pueblo, o de la ciencia, la intimidación final para que haga lo que ya hacía semanas antes de que estos valentones comenzasen siquiera a planteárselo. Y, obviamente, ¡que apoye al gobierno! Esto último no se que quiere decir, con que acciones beneficiosas y que salven vidas se puede concretar.
Supongo que algún día, todas estas acciones “desinteresadas” se concretarán -para los autores y los propagadores– vía puestos, encargos, proyectos…
Del otro lado encontramos a los que piden justicia, y también los que reclaman ¡poco menos que pena de muerte! … para los responsables que no tomaron las medidas necesarias a tiempo.
En realidad unos y otros coinciden, en su batalla, en la necesidad de un Pleito… Mientras tanto, mis sobrinos siguen a la espera de poder tocar a sus abuelos. La creación de Miguel Ángel (1475- 1564) conllevaba el Juicio Final.
Hace más de 500 años, el gran problema ya era la conducta humana, nuestra actitud ante la ética, ante la ciencia, ante lo que merecía respeto. También el arte, al menos en su producción, es un modo de comportamiento. Y si bien hablar de salvación espiritual –como fin último- parece una exageración hoy, en aquel entonces –al menos para este autor- era algo no menos importante que el objeto de representación mismo.
La representación del orden de lo creado, de la naturaleza, de su armonía es abandonada para internarse en lo interno, en la conciencia, en nuestra alma en tensión que lucha por salvarse… aunque solo sea de nuestros apetitos más inconfesables. ¿No? Vuelvan su mirada a los párrafos anteriores, por favor.
La base cultural de Miguel Ángel es el neoplatonismo, y le servirá para su obra artística y para su angustiada vida religiosa. Estudió con Bertoldo y con Ghirlandaio, pero en realidad, es un autodidacta que concibe la creación artística como inspiración interior, como un furor del alma. Pero no se apoyará ya en la naturaleza sino en la cultura, que es donde reposa y reside la historia de la espiritualidad del ser humano (o al menos lo hacía). Y por eso no tiene ni asume una época como fuente ideal… en realidad (tal y como hacen los genios) las admite y aprovecha todas.
Probablemente, en su Centauromaquia ya está todo lo que quería decir, condensado, sintetizado… Prólogo y epílogo. El verdadero asunto de este relieve no es el mito clásico sino la excitación, la furia, el arrebato, la cólera, la violencia en el movimiento. Todo empieza y acaba en el epicentro del gesto de un dios: Apolo. No hay espacio ni perspectiva. Más allá de las figuras, la ruda piedra como fondo. Todo es escultura, y él solo es escultor ¡Nada más!
Un día, afirmará que la escultura se hace «quitando» materia, a diferencia de la pintura que se hace «poniendo». Pero lo puede hacer de dos maneras.
Desafiando a la antigüedad, por ejemplo. Anteayer todos éramos Baco, paradigmas de la espiritualidad sensual, hedonísticamente glorificada. Pero este helenismo es engañoso. Es un clasicismo inestable –por la embriaguez del motivo- y por la ruptura del equilibrio sobre unas rodillas que se doblan, con una inclinación voluptuosa y fluida del cuerpo sobre el que se deslizará la luz como si fuese un líquido.
Un pequeño fauno ayudará en la composición, delicado,… junto a la gran mano del dios unas uvas, una piel excepcional que nos llevará, en ascenso, hasta la cabeza coronada. Una guirnalda que, en otras circunstancias, podría ser de púas.
La ebriedad de los días de vino y rosas, aparentemente natural, idílica, que nos hacía balancear en el columpio de los sentimientos entre el placer y la dulce melancolía,… quizás inseparable de la esperanza y el temor en los que se entrelaza y esconde el deseo… nos hacía humanos. Esa era nuestra condición.
La otra es exacerbando el drama, de una forma ejemplarmente cristiana, a la manera nórdica o gótica. La Piedad recoge el cadáver de Cristo acostado en la falda de la virgen. Es la más absoluta oposición al deseo que hemos visto anteriormente. Aquí lo que hay es lamentación y tormento.
El joven dios parece un niño dormido… pero es una visión. La de una madre que consuela de los efectos devastadores que tiene la sociedad para con aquellos que quieren cambiarla. El gesto de su mano izquierda parece responder a ese que todos conocemos tan bien (por haberlo vivido) del ¡Te lo dije, hijo, y no me hiciste caso!
No es un reproche, es el lamento de la que conoce un futuro que se ha visto realizado. Es una escena (enmarcada en una pirámide que indica que estamos ante un relato que forma parte de “lo divino”) que condensa una vida entera. Es posible que incluya, como tantos afirman, el dolor y la piedad humana. Yo también atisbo la rabia, porque la virgen había previstoy el hijo… el hijo sabía.
Este acto, este drama y su composición, ha sido reproducido (con cientos de variaciones)… pero hay una que, hasta hoy, es posible que no hayamos imaginado. Hijas, hijos, sosteniendo un cuerpo del padre o la madre que no está… que nos ha sido arrebatado, hurtado, doblemente… por la muerte y por el Estado. En las miles de formas que el horror ha sido plasmado, representado, figurado,… esta puede ser una de las más terribles. Porque las manos tendidas que aparecen en la Piedad quedaran eternamente solas, ya no habrá posibilidad de que nadie las coja… jamás.
Ambas piezas, Baco y Piedad, están finalizadas hasta el exceso. Esta exageración hace que se nos aparezcan como irreales, fuera del espacio. La luz se multiplica en las pulidas superficies, tanto que parece consumir el oxígeno a su alrededor. Si Miguel Ángel no quería pintar, puede que de esta manera mate al sfumato del maestro Leonardo y sus seguidores. Ya no hay carne, son ideas que superan con mucho a nuestros sentidos.
David es una figura alzada, enhiesta, tanto que parece no habitar el espacio que ocupa. Hay un eje vertical, sí, desde la cabeza hasta el pie. Pero una pierna descoloca el equilibrio y, a partir de ahí, todo es movimiento. La abrupta posición de la muñeca,… la cabeza forzando la mirada, casi con reproche. El brazo doblado hasta el hombro en un ángulo durísimo.
Miguel Ángel utilizó para esta pieza un bloque en el que, casi cuarenta años antes, Agostino di Duccio ya había esbozado una figura destinada al exterior de la catedral. Debía ser alargada y estrecha –al modo del quattrocento-. Lejos de ser una dificultad le permitió hallar una extraordinaria solución al tema que debía desarrollar. David, sabe que se juega todo en una acción. Concentra su mirada –puntería- mientras arruga el ceño (tal vez para atenuar el sol). Apresta la honda que lleva recogida en su cuerpo.
Más allá de la acción que queremos adivinar hay una presión ética, la integridad que debe preceder a la toma de una decisión difícil, casi imposible,… antes de desencadenar la acción. Es todo voluntad. A veces, puede ser suficiente para evitar la catástrofe… porque son las ideas las que ponen en movimiento eso que llamamos realidad, y que acaba constituyendo la historia. Nicolás Maquiavelo pensaba eso en esa época en la misma Florencia republicana del David. También lo era para Savonarola. Voluntad y libertad política… solo con ellas puede llegar cualquier tipo de vida moral o religiosa.
En 1508, Miguel Ángel se ve obligado –contra su voluntad, sí- a aceptar el encargo de decorar los frescos de la bóveda de la Capilla Sixtina que le encarga Julio II. Durante seis años tuvo que aplazar el que había de ser el proyecto de su vida (y fue su pesadilla, su drama, su más profunda desilusión), el sepulcro de este Papa, que fue menguando en importancia y dimensiones hasta quedarse en casi nada.
El programa que le habían encargado no tiene demasiado que ver con el que finalmente ejecuta. Si este era simple y apenas un ejercicio decorativo, él lo convertirá en algo mucho más complejo, tanto en su temática, como figurativamente.
Pocas veces en la historia, un artista se atreverá a lanzar una concepción de la doctrina propia (aunque es de suponer que, dados los tiempos convulsos que vivió, estaría supervisado y aprobado).
De todas formas hay que destacar que la arquitectura que observamos, pintada, no es solo el marco de cada pieza temática, sino que está deliberadamente concebida en una espectacular síntesis de arquitectura, pintura y escultura. Las figuras tienen distinto tamaño así que la unidad de perspectiva (pauta obligada en el Renacimiento) la podemos descartar. El efecto ilusionista de grupo queda también eliminado. Sencillamente es el relato de dos historias: La Creación y la Caída del hombre en el pecado, en desgracia.
Cabe aquí hacer una precisión. En la imagen de la creación, en la que Dios está trasmitiendo la energía de la vida al hombre, la mujer ya ha sido creada (y está en contacto directo con la divinidad, junto a niños).
La historia es un relato de muerte, en el que figuran siete profetas, cinco Sibilas, diez parejas de desnudos… Más de 300 figuras en un entorno sin naturaleza. Ésta, para Miguel Ángel, no existe o es adversa, nefasta, letal, como en el Diluvio, o pérfida, como en el Pecado.
Hay diferentes grados de realidad en lo que nos muestra: figuras que están tratadas de una forma naturalista, como figuras muy vivas; en cambio otras lo están como si fuesen esculturas de mármol.
En todo caso, ha centrado toda su obra en la figura humana. Nada más importa.
Jamás realizó un paisaje que pareciera verdadero. Despreciaba los efectos ilusionistas de luz y color. Pero basó toda su pintura (la que nunca quiso hacer) en la perfección del dibujo y la enorme fuerza del relieve.
Y en la muerte. Porque todo, o casi todo, tiene que ver con la muerte,… como el padre cargando pesada y dolorosamente con el hijo. No todos podrán hacerlo. La historia del ser humano es grandiosa, sublime, y finalmente desesperada.
El Juicio Final es el máximo exponente de la crisis existencial y de conciencia de un ser humano. Con una angustia difícil de exponer, muestra el trágico destino de la humanidad. Entre 1536 y 1541 elaborará el telón de fondo que convertirá la Capilla Sixtina en un túnel sin salida. La trampa con la que el hombre se ha derribado a si mismo está cerrada.
La caída del ángel (no hay alas en los seres celestiales del pintor) es acompañada por la nuestra. El desenlace trágico de la historia se ha completado.
El Juicio es la Centauromaquia efectuada algo más de cuarenta años. Aquel –casi adolescente artista- ya sabía casi todo lo que hay que saber. Las masas se mueven alrededor del joven y desnudo Dios. Un juez, que sin los atributos tradicionales de Cristo, es la viva imagen de una justicia brutal, sin misericordia ni piedad. Paganaen su integridad, en su honestidad. No se deja influenciar ni por la virgen que está a su lado. Ésta demanda, suplica, pero es en vano.
Hubo un tiempo en que Dios estaba en el cielo y la corte más abajo, ordenada con elegidos a un lado y condenados a otro. Aquí todo gira, circula alrededor de un Cristo que surge desde un fulgor luminoso. Arriba hay santos y mártires. Más abajo, condenados se esfuerzan por huir de los diablos.
Caronte expulsa a bastonazos al gentío de su barca. Hay ángeles o genios que llevan los símbolos de la Pasión ¿pidiendo venganza?
Hay miedo. Por todos lados. También para los buenos. La justicia divina siempre es diferente a la humana. Solo Dios lo sabe, solo un ser supremo conoce los verdaderos motivos… porque es juez y parte. La más evidente referencia para Miguel Ángel fue, claramente, el Infierno, de Dante.
El Juicio es la expresión más severa de la experiencia religiosa, también es la manifestación más dura de las convicciones de la filosofía de Miguel Ángel. No hay una moral fácil del bien o del mal. Quizás una lucha sin cuartel entre la gracia (si existe o alguien la posee) y la culpa (de eso sabemos todos mucho): todos somos reos… pero también todos podemos ser salvados. Hay una humanidad formidable, exuberante, excesiva, soberbia… también en la pena.
Me disponía a finalizar hablando de las últimas pinturas de Miguel Ángel (La conversión de Saulo y La crucifixión de San Pedro)… pero no puedo.
Mi madre ha llamado a la puerta para decirme que bajaba a por pan, que si quería algo. No la dejo salir a comprar nunca, esta vez tampoco. Me ha dicho muy seria que prefiere coger el virus ella que ya tiene la vida hecha. Que yo aún tengo ¿futuro?
Mi padre ha venido al oírnos hablar. Tenía un álbum de fotos con el que pasa los días. Ha dicho que bajaba él. Que ningún padre tiene que enterrar a un hijo.
He podido convencerles de que no bajaba nadie porque había pan de molde en la cocina.
Tienen 80 años y más.
He vuelto a leer por ahí eso de que “nadie podía imaginarlo, no podíamos saberlo” (y he pensado en la Alemania posterior a 1945); siguen escribiendo que “no se podía evitar” (y me parece oír “es la voluntad de Dios”); “el capitalismo que quería derribar la economía china”…
«No tengo amigos y no los quiero», escribió a su hermano. Fue escultor, pintor, arquitecto (y poeta).
«Ya le he dicho a su santidad que este no es mi arte», le dijo Miguel Ángel a Julio II cuando comenzaron a aparecer manchas de moho en las primeras pinturas. «…Ésta es la dificultad del trabajo y también el que ésta no es mi profesión.», le escribió a su padre en enero de 1509.
Este no es mi arte. No soy escritor, ni poeta, ni escultor, ni pintor, ni arquitecto… Y hoy no quería hablar de nada, pero siento que probablemente sí es necesario un Juicio. Si el resultado es el colgajo de piel en manos de san Bartolomé… que así sea.
* Mientras escribía sonaba una y otra vez, desesperada y obsesivamente, “Not at home”, Wim Mertens (Podéis hacer lo mismo… o no).
Como siempre un placer leerte,