EL JUEGO DEL PAÑUELO

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Hace ya muchos años, aquellos que forman década propia entre los sesenta y  los setenta, y que marcan la frontera, entonces percibible y permeable, para mi, entre la infancia y la adolescencia, jugábamos a un juego de estrategia por equipos que llamábamos “El pañuelo”.

La primera característica, y no pequeña, es que era un juego en el que era importante que los participantes fueran impares, ya que uno jugaba un papel diferente a los demás. El resto se dividía en dos equipos que numeraban a sus miembros. Otra característica importante para que el juego fuera interesante, es que no tenía un número determinado de jugadores. Los que hubiera divididos en dos. El área de juego era igual de simple, se marcaba una línea central, se medían los mismos pasos en los dos sentidos y se trazaban las líneas de salida de cada equipo, cuyos componentes habían sido seleccionados por los capitanes siguiendo la infalible técnica de “echar a pies”.

Una vez situados ambos equipos, cada uno de ellos dispuesto tras su línea de salida, y el impar en la raya central, equipado con un pañuelo, el juego consistía en que el jugador del pañuelo, decía un número, y los componentes que en cada equipo tenían ese número, salían corriendo hacia el pañuelo, con la finalidad de cogerlo y devolverlo a campo propio, o, si lo cogía el contrario eliminarlo por la sofisticada táctica de tocarlo. Y así sucesivamente hasta que uno de los dos equipos perdía a todos sus jugadores.

Si la diferencia de velocidad entre los dos miembros nombrados era suficiente, el más veloz llegaba al pañuelo, lo cogía y volvía a su campo sin ningún contratiempo, ni emoción, pero si los dos jugadores tenían una velocidad parecida, empezaba la estrategia, que consistía en lograr el instante en el que se pudiera coger el pañuelo sin que el contrario lograra reaccionar con la suficiente rapidez, o, otra táctica, lograr, mediante amagos, e intentos falsos, que el contrario cogiera el pañuelo en condiciones desfavorables, y eliminarlo.

Al final, todo consistía en tomar ventaja sobre el contrario alternando las superioridades y las tácticas para mantener la mayor cantidad posible de jugadores. Por supuesto, eran parte del juego, las burlas hacia el jugador eliminado, sobre todo cuando el engaño era evidente, y el jugador contrario,  que era considerado hábil, o rápido, había caído en él.

Pasábamos grandes tardes jugando a este juego, o al “balón prisionero”, pero no tengo claro a que ha venido contarles todo esto. Yo estaba repasando la actualidad política del país y me había sentado dispuesto a hacer un comentario sobre el 25% del castellano, sobre los 50 millones para los parados andaluces, sobre lo de Más Madrid, sobre el indulto de la secuestradora, sobre la gasolina, el paro, la inflación, el papel del gobierno de oposición a la oposición, sobre la política exterior personalista, sobre el acoso a la pequeña y mediana empresa, sobre la política educativa, sobre los disparates igualitarios, solo igualitarios para la mitad de la población, … y he acabado escribiendo esto.

No sé, tal vez ustedes me entiendan.

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