Cruzar el aire en paz por un momento
Sin buscar lágrimas,
Como en el ojo de un muerto.
Mirar hacia dentro de la noche
Trás las rejas de cal,
Sin los ojos de un bastardo.
Escuchar, mientras duermo
con los ojos abiertos,
A las musas en el bosque decir:
¡ Hay que empezar a celebrar la fiesta de Don Carnal !
Llegaban rodeándote, hasta dónde tú ya no estabas,
Convocándote a su lado,
Con pensamientos metálicos y palabras de madera
En un fanal de vidrios temblorosos.
Perfilaban tu delicado contorno
Lamíéndote, oliéndote, ronroneando caricias.
Entregaron el aire, labrando,
Con su ortopedia viva
A la sima voraz,
Hasta derramar el trigo.
Desvariando como locas,
se van con su látigo descansado.
La madrugada duerme al árbol
de puro frío,
Donde las musas se pierden,
Hasta crecer en la noche
Lo que era mío.
Dormida,
Bajo una sábana de piedra,
Duele un lejano sabor nocturno.
Espero todavía,
Sólo distingo la alberca solitaria
que me destripa la mañana.
Abrió su jaula, a la tarde,
el tiempo; y
Mientras arranco espigas
Que suenan como el agua,
Tengo mi boca llena,
De largos caminos que arden.