Después de tan agitada época nos hemos sumido, algunos al menos, en una calma incierta y expectante. Como escéptico nada de lo que parece no suceder, ni nada de lo que parece suceder, para nada calma este clima de expectante tranquilidad.
En una nueva pingareta léxica el señor Sánchez ha sido dimitido, forma absolutamente irregular del verbo dimitir, por una ejecutiva bronca pero consciente de que la herida que el secretario general estaba produciendo en las bases y en la opinión pública, y publicada, es de las que llevan a una septicemia irreversible.
Yo no sé si a estas alturas la división que ha creado antes, y después, sobre todo después, de su lamentable paso por la vida pública, puede tener solución sin dejarse el sentido de partido gubernamental que el PSOE tenía antes de que los últimos secretarios generales hicieran de él una piltrafa electoral. Las declaraciones posteriores a su dimisión, la de Pedro Sánchez, han dejado al descubierto unas intenciones que no por negadas eran menos evidentes: pactar con quién fuera, lo que fuera, y a donde nos llevara para conseguir el prurito de ser presidente de gobierno.
Era claro que en ese camino el PSOE y Podemos acabarían siendo una única opción política, pero Podemos estuvo poco ágil, poco inspirado, excesivamente cegado por la ambición, y por la soberbia, de ganar en las urnas la posición al PSOE. Si en ese momento Podemos se hubiera abstenido hubiera conseguido hacerse con la parte de la militancia más a la izquierda del PSOE y controlar un gobierno entregado a su estrategia.
“Don Pedro Sánchez aspira a pasarse con armas y bagajes, esto es con secretaría general y bases, a la ideología de Podemos. Supongo que dadas las declaraciones de Pablo Iglesias, el actual, el PSOE pasaría a ser el ala vieja de Podemos. Todos los votantes de izquierdas de cuarenta y cinco años o menos votarían Podemos, en tanto que los de 45 años y un día en adelante lo harían al PSOE.”
Después de tantas declaraciones de unos, otros y los de más allá, algunas cosas han quedado claras. Y no por ello, como bien decía al principio, han quedado en calma.
Don Pedro Sánchez aspira a pasarse con armas y bagajes, esto es con secretaría general y bases, a la ideología de Podemos. Supongo que dadas las declaraciones de Pablo Iglesias, el actual, el PSOE pasaría a ser el ala vieja de Podemos. Todos los votantes de izquierdas de cuarenta y cinco años o menos votarían Podemos, en tanto que los de 45 años y un día en adelante lo harían al PSOE.
¿Y los que no quisieran esa opción? Ya se sabe viejos, con esclerosis cerebral, de derechas y por culpa de los cuales este país no puede avanzar.
Yo creo que el último episodio protagonizado por el joven senador Espinar es una palmaria demostración de la incapacidad de aceptar las reglas del juego que pretenden imponer a los demás y la incapacidad de autocrítica de esta formación y de todo un movimiento que es capaz de ver la paja en el ojo ajeno y encontrar siempre culpables externos de todos sus fracasos.
Se ponga como se ponga el señor Espinar, hijo, y lo explique cómo lo explique, lo suyo es trinque puro y duro. Acceder a una vivienda protegida por enchufe, acceder a un crédito inalcanzable para los que no tengan “contactos” y venderla al poco tiempo por más dinero es ni más ni menos que trincar o, en lenguaje más técnico, especular. El hecho de que yo y el noventa y nueve por ciento de los españolitos hiciéramos lo mismo que él ha hecho si se nos presentara la oportunidad no quita que eso se llame como se llama. Claro que a lo que ni yo ni el noventa y nueve por ciento de los españolitos nos dedicamos es a decirles a los demás lo feo que está que hagan lo que yo he hecho. O sea que, tirando de refranero, “una cosa es predicar y otra cosa es dar trigo”.
Aunque que al fin y al cabo esa es la esencia del populismo. Predicar es gratis. Predicar es tan fácil como reunirse con los amigos y solucionar el mundo con cuatro pinceladas sin pintura ni lienzo. Pero cuando llega el momento de dar trigo, cuando llega el momento de pagar el lienzo y la pintura de nuestro plan maestro hay que contar con los dineros para poder poner algo sobre el caballete, eso si no es que hay que empezar por comprar el caballete.
Pero en fin, podremos considerar que todo lo anteriormente dicho y lo callado, que es mucho más, es importante. Pues no. No lo es.
A mí, a día de hoy lo que realmente me preocupa es que el imperio contraataca. Lo que realmente me preocupa es imaginarme a un personaje como mister Trump dirigiendo el imperio que las fuerzas más retrogradas y coercitivas de este triste planeta están dispuestas a poner en sus manos. Algo así como si volviera Nerón pero en demasiado rubio, demasisado hortera y desaforado. Un dolor.