Reflexionando sobre la gran pregunta: “¿El hombre nace o se hace?” Se me ocurren muchas cosas, unas coherentes y otras no tanto. Esto hace de mi reflexión una tonta osadía, no porque no haya miles de referentes humanos que se hicieran esa misma pregunta; sino porque ni desde la filosofía, la antropología, la biología, la genética, la psicología…ni ninguna otra “gia”, se ha podido demostrar nada concluyente a favor o en contra de dichas proposiciones. Desde la ciencia, en resumen, es muy difícil llegar a una conclusión que no pueda ser derribada por otra.
No obstante, como busco la libertad al pensar (Libertad que me dio Sócrates: “Sólo sé que no se nada”); concluyo que me hallo en el mismo barco que los demás, con notorias diferencias en cuanto a conocimiento científico a favor de ellos.
Por lo anterior, éstas son mis reflexiones:
Si la teoría de la evolución de las especies postula que somos seres sujetos a la casualidad (entropía, libertad) deparada por el medio y dado que la adaptación al mismo se convierte en causalidad (justicia) que nos determina ¿en qué porcentaje somos fruto de nuestra libertad adaptativa o de la justicia genética?
Pero a esa ecuación: % libertad + % justicia = especie, le faltaba otro factor determinante y éste era el tiempo, quedando ahora: (%libertad + %justicia)/tiempo = especie, de lo que se deduce la equivalencia: %libertad + % justicia = especie x tiempo.
No sé si las matemáticas aquí cuentan, pero ¿cabría decir que el relativo tiempo, desde “Alberto el Sabio”, nos configura? o sea que ¿ese término de la ecuación, al que algunos físicos vanguardistas actuales cuantifican como “cero”, nos hace? y si nos hace algo que probablemente no existe ¿probablemente no existimos?
Mi “absurda” especulación llevada a la matemática, considerando que el tiempo sea cero, obtiene: libertad + justicia = especie x 0 (si multiplico algo por cero el resultado es cero); entonces yo soy cero.
En el otro miembro de la igualdad me obligo a decir que: libertad + justicia = 0
Tanta relatividad me agobia `porque me gusta el mundo platónico de lo absoluto, donde todas las ideas son verdad y eso me lleva a concluir: que este mundo relativo a la quimera del tiempo no contiene la verdad; luego aquí todo es mentira y por ello nada existe.
A qué tontería he llegado, preguntándome si el humano nace o se hace y concluyendo que ni siquiera existe. Pues si en este mundo relativo no soy nada ¿Por qué yo me siento algo? ¿Será que aquí sólo soy el producto de un pensamiento y que ese pensamiento proviene del mundo absoluto de las ideas…?
Ahí lo dejo ahora, pero sigo pensando…..
Y desde ese pensamiento que prosigue, enlazado con lo anterior, me pregunto: Cuando me convierto en el testigo de lo que pienso y siento ¿qué soy en esa conversión, un “Ente Pensante” , “un Ente Sintiente” o ambas cosas a la vez? Como decía Agustín de Hipona: “De la cabeza al corazón y del corazón a la cabeza”; es decir, a lo Unamuniano: “siente el pensamiento piensa el sentimiento”.
He tratado muchas veces de averiguar quién está detrás de todo eso, por el simple gusto de llegar a conocerme y, si es necesario, desdoblarme haciendo un ejercicio de percepción bipolar escudriñándome a mí misma hasta el último de mis resquicios o recovecos.
No hallé nada a lo que llamar “yo real” y verdadero, salvo a una cosa; una sola cosa que siento como verdad dentro de mí y la siento como “Yo Soy”. Esa sola cosa se llama VOLUNTAD. Hace mucho me di cuenta de que sin mi voluntad no soy nada. Percibí con claridad que mi verdadero motor es ella. Pero aquí no acaba el ejercicio de autoobservación, aún no me encuentro satisfecha, debe haber algo más que ese motor – VOLUNTAD ¿Quién lo alimenta y con qué lo hace? porque ¿qué es un motor sin combustible?
En esas estaba cuando me di cuenta de que tenía un nudo en la garganta y otro en el estómago. Entonces me pregunté: ¿De dónde viene ese nudo, qué o quién lo provoca? La respuesta me llego de forma instantánea, súbita. Como si cuánticamente se hubieran conectado la ´”partícula subatómica de la voluntad “ y la “partícula subatómica de la energía”.
Sí, mi conclusión fue que si algo soy es VOLUNTAD CON ENERGÍA. Bien, ahora resuelto el dilema, se complicaba aún más la cosa: si eso soy ¿de dónde nacen esas dos magnitudes (voluntad y energía)? ¿ por qué y para qué han nacido?…..
A eso respondo: “No tengo ni idea”. Me gustaría saber la verdad, pero como no la tengo, la imagino (que es mi deporte favorito). Imagino, pues, que mi voluntad es un Ente que emerge de otro Super-Ente (al que yo llamo Dios, porque me es más cómodo) y que mi energía es una emanación, asimismo, de dicho Super-Ente. He imaginado esto como podría haber imaginado cualquier otra cosa. Pero por alguna razón presiento que no voy muy desencaminada y que alguien o algo me ha dirigido, ya que el nudo en la garganta y en el estómago acaban de desaparecer.
Ahora me tranquilizo, apago el botón de la elucubración, dejo de sentar, con el Maestro Kant, a la razón en el banquillo y, sin acomodarme tampoco en el diván psicológico, de Freud y Jung, que devela al subconsciente; me atrevo a SER, a serlo de verdad, y me acomodo en mi mecedora debajo de un árbol que me da sombra, acompañada de una preciosa música, escuchando también a los pájaros, a las hojas bailando con la brisa y sintiendo mi latido formando acordes maravillosos con todos esos latidos.
¿Qué si he nacido ya entera o me ha hecho la circunstancia o las dos cosas en un porcentaje?: Qué me importa….. ¿Qué quién soy?……. YO SOY AHORA.