No importa hacerlo mal o bien: el pecado que nunca perdonamos es, simplemente, el de que alguien acometa algo.
La novela “El gatopardo” es una excelente guía para entender el último siglo y medio de política mundial: que todo cambie para que todo siga igual.
Don Fabrizio Corbera, el príncipe de Salina:
“Si queréis que todo siga como está, es preciso que todo cambie, ¿me explico?”.
No solo los ricos temen al cambio, a casi todo el mundo le preocupa que las cosas empeoren. Por eso, lo más interesante de “El gatopardo” no es la riqueza y el poder, sino el carácter y la conciencia: nos permite intimidad con la personalidad, la mente, los valores y las virtudes de su personaje; y al verlo, podemos reconocer algunas de las cosas que nos importan: el pensamiento, la elección personal, la comodidad, la familia, los cercanos (amigos o socios) y la cultura. Son también algunas de las cosas que nos influyen, muchas de las cuales somos ambivalentes. Sin embargo, este príncipe es diferente a la mayoría de nosotros, tanto por su sensibilidad como por sus privilegios.
La novela nos revela, en gran parte, lo que habita en el interior del príncipe, a través de sus fascinantes cualidades y observaciones.
El último capítulo está dedicado a su muerte. Es una de las mejores escenas de muerte y más bellas que he leído: la vida es un reloj de arena. La energía vital ha estado abandonando al personaje a lo largo de los años y ahora, en el final, se acelera. Pronto, todos los granos de arena habrán abandonado su cuerpo. Y, como en un reloj de arena, no se perderán. Simplemente ya no serán su cuerpo, sino que se dispersarán y eventualmente se convertirán en otra cosa. Es una imagen majestuosa y sorprendentemente no cristiana.
Pero así es el mundo: cuando alguien muere, otros se sienten seguros y protegidos.
Don Fabrizio es una figura contemplativa, introvertida e intelectual que, frente a las convulsiones políticas que caracterizaron a Sicilia alrededor de 1860, muestra desgana e incapacidad para actuar. La reflexión sobre los eventos se vuelve más importante que los eventos mismos; además, las descripciones paisajísticas y ambientales tienen un claro carácter psicológico y subjetivo, y los hechos se justifican en la estructura de esta novela a través de las reflexiones y asociaciones que evoca don Fabrizio.
“El sueño es lo que los sicilianos quieren, ellos odiarán siempre a quienes los quieren despertar, aunque sea para ofrecerles los más hermosos regalos”.
El ser humano no desea cambiar para mejorar sino para perpetuar lo que conceptúa como bueno, más aún si antes le estaba vedado. Es un tema clásico de la dialéctica social: el proletario aspira a ser burgués; el burgués, noble, etc.