EL ERUPTO

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En los tiempos secos, cuando el dorado cubre el sudor de las camas, lo poco que me queda de viejo, a largas zancadas, se acerca a la taberna del Xuxo; un lugar obsesionado de su esquina, que llena de esquirlas a las pocas almas que aún mantienen sin mancha el poco dolor que les queda.

Siendo día par y de agosto, después del trabajo, eché en corto mis pasos a aquel lugar santo.

Entré despacio, como se penetra en los sitios que merecen respeto; primero un saludo aunque nadie hubiera: “A las buenas, se aprecia”, y después, al salir denso el Xuxo, con las horas brillando del lado derecho de la servidera, un gesto suave con la mano derecha, seguido de un rápido movimiento de cuello.

Y allí sentado en una silla, con un vaso de tinto y unas aceitunas malagueñas, esperaba a que el resto de espectros se fueran sucediendo, cubriendo el lugar de esa bruma que nadie sabe de dónde viene.

Los segundos en llegar, Ramón Nonato y Manolo Botella, siempre ex aequo. Una especie de gemelos, por lo general, flotando en alcohol como las ranas en los institutos.

Una vez aposentados y adheridos a las sillas igual que los mejillones, se iniciaba un ritual iniciático en el cual, las tres patas para un banco, pintábamos un silencio negro, sólo cortado por los cortos sorbos a los vasos de tinto.

Y es que, en realidad, con el paso de los años ya nos lo habíamos dicho todo, no hacía falta decir ni mu, pues, en las cuánticas tres mesas de la  taberna del Xuso, todas las palabras se habían pronunciado.

La tarde larga se echa encima, igual que una puta bien pagada y las sombras, comienzan a alargarse, tal vez huyendo de una oscuridad que pronto hará de ellas un recuerdo pegado en el suelo.

He regresado a casa dejando a mis otros yo con los ojos vidriosos, rezumando necrológicas a través de las pupilas.

Tener la cabeza hundida en un plato de sopa Juliana, no me hace olvidar que los espacios vacíos tampoco hablan.

Tal vez la muerte no sea tan mala idea, después de todo; al menos no se fingen situaciones con derecho a roce.

Mientras, Xuxo, el Dios de los Geriátricos, ha invitado a una segunda ronda.

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