EL DÍA DEL ALZHEIMER

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Hola papá:

Hace unas fechas fue el día mundial del Alzheimer y todos los actos y zarabandas se centraron en esa terrible enfermedad. En esa enfermedad que yo llamaría colectiva porque aunque el que sufre la enfermedad, el enfermo, es uno, los que la padecen, los pacientes, son tantos como personas allegadas lo atienden. Claro, que qué te voy a contar que no estemos viviendo.

Tal vez esta carta debería, podría, haber sido escrita en fecha tan significativa en vez de esperar este tiempo, pero no ha sido así. Y no ha sido así a propósito, con toda la intención del mundo, como protesta consciente y sentida.

Parece ser, así se desprende de ciertas convocatorias y actitudes, que el Alzheimer es una enfermedad de grado superior, una especie de élite de las enfermedades neurológicas, y que el resto de demencias, las que no tienen nombre específico porque no las ha estudiado un doctor con nombre y renombre, son de rango inferior, o, simplemente, no se las nombra.

Así que, papá, te has extraviado por el camino equivocado. Algo así como si te hubieras extraviado dos veces. Si no fuera tan patético, tan lastimoso, tan cruel, te pediría que volvieras para extraviarte por el camino correcto.

“el resto de demencias, las que no tienen nombre específico porque no las ha estudiado un doctor con nombre y renombre, son de rango inferior, o, simplemente, no se las nombra.”

Aunque a estas alturas que te vengan a ti con esas historias. A ti, que llevas ya un tiempo más allá de pompas y nombres, más allá de cuitas y pesares que no sean los inherentes y diarios de no permitirte languidecer en paz, sin el sufrimiento pertinaz que los episodios de limpieza y alimentación te producen y que son los únicos nexos que te obligan a conectarte con un mundo, con unas costumbres, que hace tiempo ya que abandonaste.

En fin, papá, que no te preocupes. Que nosotros, tus pacientes asociados, te vamos a cuidar, vamos a velar por tu limitada vida hasta donde las fuerzas nos acompañen y la voluntad nos guíe, o incluso más allá. Sin importarnos el nombre o la importancia social que este pueda deparar. Sin importarnos un ardite que tu enfermedad sea de primera o segunda categoría, porque tú eres, para nosotros, EL ENFERMO. Si, así, en mayúsculas.

Un beso, papá, volátil, efímero, cariñoso, con la esperanza de que consiga abrirse camino hasta donde tú puedas percibirlo.

Hasta luego, papá, adiós

El 90 cumpleaños


 
 
 
 
 
 
 

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