EL CUERPO

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Entre sueños sintió la tibieza del lecho, cambió de postura y alargó el brazo hacia el cuerpo acostado a su lado profundamente dormido. No era bello pero si bien proporcionado y viril.

Ella recorrió suavemente el mapa del objeto percibido y a medida que sentía que los músculos del cuerpo se tensaban la reacción biológica involuntaria del otro provocaba en ella excitación. Se acercó lentamente para evitar despertarlo hasta sentirlo en su interior presionando primero con suavidad para proseguir a un ritmo constante y rápido hasta producirle una erección. Seguidamente se levantó con cuidado por temor a despertarlo y se dirigió al baño para asearse. Después volvió al dormitorio y se arrebujó a su lado sintiendo el calor humano que crea la intimidad y el compartir la misma cama.

Una hora más tarde los maullidos de Missa la despertaron. La gata vieja como su dueña quería ir a comer, se levantó de la cama y la acompañó hasta la cocina. Cada noche se repetía el mismo ritual. La gata quería que la contemplara mientras satisfacía su necesidad, podríamos compararlo a la reacción de un niño que muestra a su cuidador lo bien que se porta. Cuando Missa terminó de comer se dirigieron al dormitorio. En el espejo de la cómoda se reflejaba la cama vacía y la manta de la gata caída sobre la alfombra. Acto seguido rehízo la cama y colocó la manta en su lugar y seguidamente se acostó. AL cabo de unos minutos Misssa se acurrucó a su lado con la cabeza apoyada en sus lumbares.

Lo acontecido la noche anterior le alegró día. Aunque desde muchos años atrás ella intuía que la relación no funcionaba, se había aferrado al mundo de la ilusión disculpando los indicios, las palabras y las acciones que confirmaban las sospechas. El pretexto escogido para no enfrentarse a la realidad era que todas las parejas tenían problemas de convivencia. Pero llegó un día en el que ella quiso saber y comprender la situación. Al principio, él se resistió negando las evidencias pero al sentirse acorralado y ante la firmeza y constancia de ella, al final cedió y contó la verdad. Ella era un objeto en sus manos que podía y había manipulado siempre. Al juguete lo que más le dolió de la confesión era que él considerara que poseía el derecho de someterla a su voluntad y estaba convencido que era normal, Todos los varones ejercían la misma posesión sobre las mujeres.

“Lo acontecido la noche anterior le alegró día. Aunque desde muchos años atrás ella intuía que la relación no funcionaba, se había aferrado al mundo de la ilusión disculpando los indicios, las palabras y las acciones que confirmaban las sospechas.”

Tras el impacto mental-emocional” El juguete roto” tomó la decisión de afrontar el fracaso, la frustración y el dolor. En primer lugar, se planteó encontrar herramientas mentales, sociales culturales que le permitieran superar la situación, Pasado el primer impacto se prometió así misma, no permitir jamás que ningún hombre volviera a ejercer una relación de poder sobre su mente, sus ingresos, su deseo o su cuerpo.

Y puedo asegurar que lo consiguió, aunque tuvo que vivir el resto de su vida en una prisión-mausoleo de una pequeña pensión y nunca pudo afrontar la independencia económica.

Él nunca la ayudo. El tiempo le permitió reconstruir su identidad y vivir en paz disfrutando lo que la vida le ofrecía cada día. Sin ninguna duda, La soledad impuesta es difícil de sobrellevar. Pero no hay soledad más desoladora que vivir en compañía y ni un solo día sentirse acompañado o arropado por la otra persona.
Aunque toda la vida compartieron domicilio con una convivencia difícil, él poco a poco la arrinconó en una habitación y ella se fue antes que él. Sin embargo, desde la ruptura vivieron en mundos distintos, Su universo era la familia, Missa, un pequeño grupo de amigos. La gran ventaja que tuvo es que le interesaban muchos temas y la curiosidad llenaba el vacío provocado por la soledad afectiva. En las reuniones lúdicas entre amigos después de unas copas comenzaban las bromas y confesiones. Ella siempre comentaba que nunca antes de la ruptura había sido tan feliz al dejar de ser un juguete y haber recobrado su dignidad. Ante las insinuaciones de los compañeros manifestaba una y otra vez, no necesitar más que soñar una cama compartida con otro cuerpo en alguna ocasión, disfrutar el momento y al día siguiente saber que el suceso había sido una ilusión.


© Carmen Garrido

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