EL CONSENTIMIENTO INFORMADO, HOY

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Cada uno es víctima, espectador, resultado de los tiempos en los que le toca vivir, y que con tan mala fortuna solemos evocar, convirtiendo en tiempos nuestros aquellos cada vez menos presentes de la juventud, y permitiendo que los posteriores acaben pareciendo ajenos.

Yo, siento decirlo, nunca he dejado de vivir en mis tiempos, por muy diferentes que sean los actuales y muy nostálgicos los pretéritos. Bueno, por eso y por falta de tecnología para desplazarme a otros.

Y de esos pretéritos, que permiten una perspectiva, a veces más lineal, a veces más profunda y a veces, simplemente, caballera, uno saca conclusiones que, evocaciones primaverales aparte, me pone los pelos de punta.

Porque los que hemos vivido, incluso nos hemos sumergido, en los tiempos del tardofranquismo, y del postfranquismo, y del post-postfranquismo, porque en este país todo se refiere al franquismo, conviviendo a la vez con el flower power hippy en su máximo esplendor, los que hemos vivido en una sociedad pacata, dominada por una moral universal, y oficial, y nos enfrentamos a ella con la determinación de ansiar para nosotros lo mejor que veíamos en los que venían de fuera, los que aprendimos a convivir en un plano de bastante igualdad con las mujeres, a tener amigos de diferentes tendencias sexuales a pesar de que los demonios nos iban a arrebatar de este mundo para sumirnos en unos infiernos inconcebibles en su sufrimiento, los que aprendimos, con harto esfuerzo por falta de referencias semejantes familiares, a evolucionar de la misa diaria, mínimo semanal, en un entorno que, llamarle hostil es despreciar a los que se movían en entornos realmente hostiles, la URSS, República Dominicana, Haití, El Congo, como mínimo podríamos calificar de poco amigable, contemplamos el mundo actual, insisto, todavía mis tiempos ya que estoy vivo, con una mirada que, al menos en mi caso, contempla una especie de involución de signo contrario, pero de consecuencias idénticas, la falta de libertad en aras de una moral estricta de marcado carácter oficialista.

Me asombra, me obnubila, me estremece, contemplar como ciertos movimientos de las nuevas generaciones, que sí reclaman estos tiempos como exclusivamente suyos, intentan por todos los medios instaurar una censura de pensamiento único, unidireccional, al tiempo que hablan de libertad, como si la moral y la libertad pudieran imponerse, como si la libertad y la censura pudieran convivir, como si la censura solo tuviera esa consideración si la instaura un régimen ideológico que no es el suyo.

No son los tiempos favorables a Kant, no lo son. Las morales individuales, los criterios éticos personales no parecen admisibles para cierta parte de la sociedad salvo que estén de acuerdo con los suyos y les den la razón, y eso se llama absolutismo y pensamiento único, sea de izquierdas, de derechas o de la madre que los parió.

Hay una frase que puede en cierta forma explicar mis preocupaciones. “No es no”.

Por supuesto que no es no, por supuesto que nadie tiene derecho a forzar la voluntad y determinación de una persona. Por supuesto que lo contrario es una aberración, un disparate que solo puede contemplarse desde una educación defectuosa o desde una carencia mental. Por supuesto, pero mi perspectiva histórica también me explica, sin rebatir mi convicción anterior, que no siempre no tiene detrás la convicción de ser no. No siempre las circunstancias, las convicciones, las acciones llevan aparejada a la palabra no la negación absoluta. Si esto fuera siempre tan rotundo desaparecerían situaciones tan naturales, naturales de naturaleza, como el galanteo y la seducción.

El galanteo, la seducción, es el arte de conseguir lo que inicialmente se nos niega o parece fuera de nuestro alcance. No por la fuerza, sino por la convicción, por el enamoramiento, por la capacidad de mostrar lo mejor de nosotros mismos para recibir lo ansiado del prójimo, al que en ese momento, por una vez sí, amamos, o deseamos, más que a nosotros mismos.

Eso por no tener en cuenta que, sin presuponer nada, estadísticamente hablando, siempre existirá quién se pronuncie  a posteriori, quién cambie de criterio a hechos consumados, quién pueda utilizar esa forma de actuar por el simple afán lesivo del otro, quién use arteramente el privilegio de ser dueño de la conformidad sin necesidad de mayor demostración o sin reparar en consecuencias, o buscándolas.

Sin que sirva de referencia, en esos tiempos pretéritos que muchos identificarían como los suyos, ninguna mujer que se considerara “decente” decía si ni cuando quería decir sí. ¿Qué son tiempos superados? Afortunadamente. ¿Qué hoy por hoy no quiere decir no? Al 99%. ¿Qué el 100% es una imposibilidad estadística? Es del domino público.

Imagen de Deflyne Coppens en Pixabay

Yo, por si acaso, si estos fueran mis tiempos me iría con urgencia al estanco de la esquina, mira que soy antiguo, o a la farmacia más cercana, y solicitaría un kit de relación amorosa de urgencia compuesto de preservativos y un consentimiento informado oficial que una vez firmado y sellado por mi partenaire, y por mí, nos permitiera dar rienda suelta a nuestra pasión desenfrenada sin ningún temor a cambios posteriores de criterio o equívocos lesivos inesperados. Un consentimiento informado o, por ponerle un nombre menos técnico médico, un “sí es sí” que me permita afrontar el encuentro con la tranquilidad de que la pareja que me va a dar la réplica en el tema en cuestión está perfectamente informada de las técnicas a seguir, perfectamente detalladas en el documento, y expresa sin reserva ni coacción su conformidad a dichas prácticas. Por supuesto por triplicado. Copia para uno, copia para otro, masculino inclusivo, y copia para la autoridad competente que deberá depositarse en el lugar habilitado para tal fin antes de la consumación para evitar argumentos de coacciones a posteriori.

Claro, la pasión se va a resentir, o sea, tiene muchas posibilidades de desaparecer. Claro, en el transcurso de la redacción y la entrega del documento ante el funcionario pertinente que sella la conformidad presencial de los autores, que ahora que lo pienso podrían ser más de dos, puede que alguno, o ambos, o todos, consideren que a cama fría si te he visto no me acuerdo, y váyanse sin que llegase a haber nada. Claro, el sexo será reflexivo, concienzudo, garantista, intelectualmente maduro, o como diría el otro “una mierda”. Claro, que tal vez ya no deberíamos de llamarle pasión, o sexo o pronto, o de ninguna otra manera. Claro que si proyectamos un poco más el tema ya no habrá gallina violada que valga y podremos volver a comer huevos sin cargo de conciencia. Claro.

Claro que más allá de chanzas, ironías o retrancas, no es no y llevar las cosas al límite no consigue otra cosa que un mundo, que unos tiempos que no son los míos, no por cuestión de edad, no por cuestión de identidad, sino por la falta de libertad que se adivina tras una patética e interesada declaración de defensa de la libertad de quienes buscan controlar y administrara la libertad ajena, que unas formas que poco tienen que ver con la realidad, ni con la naturaleza.

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