Es difícil sustraerse a la actualidad cuando la actualidad se niega a ser ignorada, cuando invade tu bolsillo, tu ánimo, e intenta, de forma persistente y mentirosa, entrometerse en tus convicciones y en tu capacidad de mantener un discurso coherente, alejado de posicionamientos ideológicos y de “relatos” que deforman la realidad del día a día.
Es difícil sustraerse al horror de un genocidio televisado perpetrado por un matón de barrio con discursos de maltratador de libro. Ese discurso obsceno y vomitivo en el que el verdugo señala a la víctima como única culpable de la situación.
Es difícil sustraerse a la rabia de ver como la apropiación repugnante de un problema social, por parte de una minoría ideológica, la promulgación de leyes cuestionables y su discurso más allá de realidades y responsabilidades, está suponiendo un enconamiento en los debates sobre la igualdad de géneros, si, de esos que solo hay dos, y un repunte de la violencia familiar a la que solo se pretende combatir con la represión y el enfrentamiento, sin tener ni medios suficientes para la represión, ni argumentos convincentes para el enfrentamiento, e ignorando, por inconveniente, que la educación es la única salida eficaz para los problemas éticos y morales.
Es complicado ignorar el discurso, formalmente antidemocrático, de aquellos que dicen defender la intromisión política del poder ejecutivo en los demás poderes, evitando así su independencia, y evitando tener ningún tipo de control o cortapisa a sus manejos. He oído, con estos oídos que rematan dos pabellones auriculares para mejor captación de los sonidos, decir que el poder judicial debe de tener una estructura ideológica (¡madre del amor hermoso!), y que además su composición debe de reflejar la mayoría parlamentaria (¡virgen santa!) para evitar, como es su labor democrática, que puedan poner cortapisas a las leyes e iniciativas del gobierno. Es verdad que, en una democracia formal, real, bienintencionada, el poder legislativo, o sea, el parlamento, debería de hacer esa labor, servir para que la soberanía popular ejerza el control del gobierno, y no, como en la pretendida democracia española, simplemente para aprobar lo mejor y más rápidamente posible, a ser posible con aplausos y jolgorio, lo que el gobierno diga. Es perversa la perversión de la democracia, y perversos son quienes la defienden en nombre de un sentido democrático no muy lejano al que tuvieron Lenin, Stalin, Franco, o Hitler.
Es insufrible leer, escuchar, en medios de comunicación y redes sociales, a los divulgadores de los eslóganes de los partidos difundiendo las ideas más peregrinamente anti democráticas como si de verdades incuestionables se tratara, utilizando, para mayor inquina y sinrazón, la agresión verbal contra cualquiera que no se pliegue a sus irrealidades, cocinadas por mentes que nunca dan la cara.
Es terrible, desesperanzador, desmoralizante, vivir el día a día real, no el de las noticias, no el de las declaraciones de los irresponsable políticos, no el de los adláteres de portavocía y mente obtusa, y escuchar el “relato” de una realidad social que solo debe de existir en un “terrarium” en alguna de las oficinas del gobierno, mientras ves a tu lado como la gente pasa necesidad y escuchas como el gobierno desgrana medidas, una tras otra, que le proporcionarán titulares, pero cuya práctica lleva a un callejón sin salida, hacia un círculo vicioso. Un círculo en el que la oposición, respaldada por la ética comparada que fomenta el gobierno, cuando cambien las tornas, se sentirá cómoda y justificada, y así hasta el infinito, hasta la nausea, hasta una suerte de hierocracia laica en la que cualquier atisbo democrático necesite de un plante popular de corte ético y democrático.
Hablando de círculo vicioso, demos una última pincelada con otro círculo vicioso que ya, hoy, tiene una difícil solución, primero por la ceguera, posiblemente interesada, de los gobiernos, todos, de todos los colores, y segundo porque, cuando se quiera solventar, si es que en algún momento, alguien, quiere solventarlo, harán falta años para apreciar una mejora. Hablo del empleo, hablo de las profesiones, hablo de la micro y de la pequeña empresa, hablo de desamparo, persecución y lacras sociales fomentadas por un discurso populista.
La deriva sindical en España, que encubre, fundamentalmente, subvenciones, liberados y otras lindezas que lastran la actividad económica del tejido micro-empresarial español, al que se trata como si fueran grandes empresas, ese de los autónomos y la clase media-media, sin recursos para las florituras sindicalistas, ni para leyes sin fuste, pero con coste. No hay fontaneros, ni carpinteros, ni electricistas, ni albañiles que hayan aprendido sus artes trabajando con un maestro preocupado de su formación. Y no los hay porque no se pueden contratar familiares, y los hijos no pueden seguir el oficio de su padre sin un contrato que, dada la presión fiscal, en muchos casos es imposible de sostener. La empresas tampoco pueden tener aprendices que formar, inicialmente, para a continuación incorporar a la plantilla en el momento que sean productivos, también la ley lo prohíbe porque los contratos de formación, que, salvo abusos, cumplían esta función, ahora están prohibidos, y, si quieres formar a alguien para desempañar un oficio en tu empresa, tienes que pagarle una nómina, seguros sociales y pagas extras, sin que tenga capacidad para realizar un trabajo productivo. Aún estoy esperando a que las universidades públicas paguen a los estudiantes como si fueran trabajadores, mientras hacen sus carreras. Ah! No, que eso es distinto. La explotación solo existe si la palabra empresa, empresario, está por medio.
Pero, volviendo al círculo vicioso, la falta de trabajadores cualificados, la ausencia de la formación adecuada, el encarecimiento y escasez de las materias primas, la voracidad fiscal, y la falta de ayudas reales, desemboca en la destrucción sistemática del tejido micro-empresarial, ese que nos puede dar los servicios básicos y diarios, destrucción que provoca, indefectiblemente, una destrucción de empleo en los sectores de trabajo menos especializados, lo que a su vez aumenta el número de dependientes de subvención, lo que conlleva a una necesidad de dinero que se resuelve aumentando la presión fiscal, que a su vez conlleva el fracaso de las empresas más débiles, que… nos lleva a un círculo vicioso que acaba cuando el empobrecimiento es ya insostenible.
Esto se llama fracaso, incapacidad de gestión, y, cuando, como es el caso, lo que se vende es un titular sin parase a medir las consecuencias, populismo. Y ahí estamos, en manos de personas con una absoluta ignorancia, una indiferente ignorancia, una ignorancia premeditada y culpable, de lo que la sociedad de a pie, la del día a día en el trabajo, que la mayoría de ellos ni ha olido, en la compra, en la calle buscándose las habichuelas, siente y padece. De lo que sus discursitos, ocurrencias y “relatos”, sus encendidas defensas del discurso del jefe, está provocando en la sociedad: pobreza, hastío, desmoralización, fatalismo, y, en los casos más extremos, cada vez más, necesidad. Un círculo viciado, vicioso, kafkiano.
He leído no hace mucho, en realidad casi todos los días por parte de los apóstoles del gobierno, de los difundidores de consignas y mensajes, dividir, con un descaro digno de mejor causa, al poder judicial en conservadores y progresistas, he oído, incluso, como al tercer poder del estado se le degradaba a cuarto en una parodia de explicación de parte que ignoraba sistemáticamente la fundamental separación de poderes, el simbolismo de la balanza y la venda en el desempeño de las labores judiciales, y sin recato alguno. Otro círculo vicioso. En este país, a la justicia, se la ha desposeído de balanza, se la ha sumido en el descrédito cada vez que su labor no era compartida, se le ha arrancado con violencia y saña la venda de los ojos, y se la ha convertido en un ente sospechoso, válido, si era favorable como coartada, y si era desfavorable, como chivo expiatorio. Sin duda, lo que los puristas llamarían un comportamiento democrático impecable.
Quiero pensar que, en aras de mi propia denuncia, yo quiero salirme del círculo vicioso de la denuncia sin objetivo, sin posibilidad de ser escuchada, y dedicarme a escribir cartas, cuentos o poesías que me hagan concebir la vida en un mundo menos inclemente, menos miserable, menos abarrotado de acólitos, correveidiles y librepensadores de soflama ajena.
Al menos hasta que la rabia, la incredulidad o el ir y venir de círculos viciosos me hagan volver a la vorágine, y me vuelva a atrapar otro de esos círculos viciosos que algunos recorren como autopistas a un mundo ideal que la realidad desmiente.
La verdadera eficacia de la denuncia pública es que prospere y sirva para que a quien se denuncie cambie de actitud . . todo lo demás no es denuncia . . será protesta, opinión, controversia, toque de atención . . etc
Somos conscientes de esos círculos vicisios, y para corrigirlos hay que llegar a la fuente de la que dimanan, el origen de la causa . . . ojalá este artículo lo logre . . .