EL CARÁCTER INACABADO DE LOS HECHOS

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Fotocomposición Plazabierta.com

 

Los hechos nunca están plenamente acabados, tienen su residuo y, de acuerdo con las circunstancias, exigen interpretaciones renovadas. Todo tiene su perspectiva y su sombra. Así también, una obra de escritor -decía Julián Marías- no se entiende si no se pone junto a lo dicho lo callado.

Hay que hablar de ello para orientarnos en la vida, la de cada cual, la realidad radical donde se producen todas las restantes (el hecho de todos los hechos, la denominó Ortega).

¿Cómo se interpreta cada uno de nosotros en el gran teatro del mundo? ¿Con conciencia de función, o sin ella? ¿Con idea de libertad o de fatalismo?

Leo ‘La superación de la indiferencia’ (Herder), un interesante libro del psicólogo austríaco Alexander Batthyány, director del Instituto Viktor Frankl. Les propongo fijarnos en una detallada y prolija pregunta que ahí formula:

“¿Cuántos adultos de hoy en día fueron consentidos en exceso o descuidados en su infancia y, a pesar de esto, o tal vez gracias a ello, han logrado adoptar una actitud vital que persigue una relación más equilibrada entre dar y recibir, entre esperar y cumplir?”.

Alexander Batthyány y portada del libro

Todos entendemos que un exceso de consentimiento en la infancia genera arbitrariedad e indolencia. Y que la mera desatención en la niñez es una forma de maltrato que auspicia desequilibrios en la futura mujer u hombre. Sin embargo, nada está determinado por la fatalidad. Es cierto que la realidad pasada no puede dejar de haber ocurrido, que es irrevocable y que estrecha nuestro futuro, pero se puede revertir. ¿Cómo?

Es posible no instalarse en la desgracia, por dura que sea o haya sido, o no declararse víctimas de una alegría no vivida. Se requiere una fuerza de voluntad y esta voluntad es necesaria para no ahogar los posibles motivos de alegría.

¿A cuántas personas se les ha hecho creer que no podían amar porque nunca antes habían recibido amor? Se trataría de no exigirse demasiado poco, por esperar bien poco de nosotros mismos. En todo caso, es nuestra la decisión de amar u odiar. Y como recalca Batthyány, lo queramos o no, ser indiferentes a esta oportunidad nos hace responsables.

El director del Instituto Viktor Frankl insta a explorar los recursos que nos permiten estar sanos y enteros de mente, los que nos empujan a romper una cadena fatídica, como la de pagar con la misma moneda el daño recibido. El asunto es si nos podemos permitir la entrada de algo bueno en la vida y dar alguna importancia a lo bueno que tenemos en ella.

Habría que hablar del miedo y de la autoestima. Cabe distinguir con claridad la diferencia existente entre el sentimiento subjetivo de autoestima y el conocimiento objetivo de nuestro valor personal. Y hacerlo sin miedo, que el miedo es voraz y siempre quiere más. Al querer evitar el miedo, lo alimentamos y nos excede, nos paraliza o nos desarticula.

Alexander Batthyány propone que nos volvamos más fuertes que el miedo, y declara que es un objetivo sencillo y realista. Hay que tener claro que la identidad prestada que algunos nos arrojan, como la de ser subestimados o ser sobrevalorados, es una muestra de falsedad. Es capital tener conciencia de lo que es verdadero, de lo que es erróneo o de lo que es engañoso.

Tener energía necesaria para efectuar esta tarea exige que le concedamos sentido por sí misma y nos olvidemos de las imágenes prefijadas y rígidas que se airean.

Hay asimismo un factor de suerte en todo lo humano, que siempre lo acompaña. Dilthey, de quien Ortega dijo que era el hombre que más había pensado sobre la vida, hablaba de ésta como de una misteriosa trama de azar, destino y carácter.

La suerte dista de estar bien distribuida, no obedece a reglas equitativas y nos rebasa rotundamente. Quizá sea oportuno señalar que Viktor Frankl, el padre de la logoterapia, definía la suerte como lo que uno no padece. Esto es, lo que uno puede disfrutar. Importa darse la oportunidad -y dársela a los demás- de modificar las circunstancias en un sentido positivo y cordial. En nuestras manos está.

 

 

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