Siempre me ha llamado la atención esa parte de nuestro ser, que convive con nosotros pero que no tenemos acceso a él.
Esa parte de nuestra realidad oculta es lo que denominamos inconsciente. La pregunta que nos podemos hacer es: ¿Es posible acceder de algún modo a nuestro inconsciente?
En términos muy generales podemos decir que nuestro aparato psíquico está formado por tres distintos niveles de percepción o conocimiento. Por un lado, se encuentra el nivel consciente y por otro, el nivel inconsciente. Entre ambos situamos el nivel preconsciente. Estos tres niveles formarían el modelo topográfico de la psique humana.
Nuestro consciente capta toda la información exterior y la almacena convenientemente para utilizarla cuando sea necesario. Sin embargo, solo un mínimo de porcentaje de esta información se almacena en este nivel. La mayor parte de ella se guarda en nuestro inconsciente, sobre todo, aquella información que nos resulta negativa o incómoda para nuestro desarrollo.
Muchos de estos contenidos almacenados en nuestro inconsciente son producto de una represión organizada por nuestro SUPERYO (aquella parte de nuestro aparato psíquico que intenta armonizar con nuestro entorno, nuestra instancia moral) y por esta razón los apartamos de nuestra conciencia. El preconsciente es el nivel que acumula contenidos que de alguna forma pueden acceder al consciente con mayor o menor esfuerzo.
Por tanto, nuestro inconsciente está lleno de contenidos reprimidos que son apartados de nuestra conciencia. Sin embargo, el inconsciente determina mucha de nuestras acciones y define de forma singular nuestro propio comportamiento. El mecanismo más concreto que tiene el nivel inconsciente de acceder a nuestra conciencia es a través de los sueños.
Gran parte del contenido del inconsciente esta formado por los representantes de las pulsiones. Esta energía de impulsos tan importante, busca permanentemente abrirse paso a la conciencia y por medio de los mecanismos de represión, le queda cerrado el paso. Los mecanismos de represión tienen que ser cada vez más fuertes para poder inhibir esta energía. La presión por entrar y esta fuerza represora por impedirlo es lo que hace que nuestra conciencia se vea alterada y perturbada sin saber el porqué.
Carl Gustav Jung (1875-1961) amplió el término del inconsciente diferenciando el llamado inconsciente personal, que es básicamente del que hemos hablado, del inconsciente colectivo constituido fundamentalmente por los arquetipos.
En el inconsciente personal albergamos, sin tener conciencia de ello, muchos sentimientos, pensamientos e impulsos y se nos demuestran como desagradables o no aptos y quedan reprimidos, como hemos dicho anteriormente.
El nivel preconsciente almacena una serie de contenidos que no están reprimidos pero si almacenados profundamente en nuestro aparato psíquico. Podemos acceder a estos contenidos con un esfuerzo de concentración y relajación mental. También en este nivel se encuentra nuestra memoria automatizada que no necesitamos recordar pero que usamos habitualmente. ( por ejemplo, saber nadar).
En relación a todo este fenómeno de nuestro aparato psíquico, Friedrich Nietzsche (1844.1900) hablaba de la “Voluntad de vivir” como la forma que tiene el ser humano de acceder a la realidad, que es a través de la propia vida.
La voluntad de vivir Nietzsche la denomina voluntad de poder. Esta voluntad de poder se basa en la actitud del ser humano de “ir a mas”, es decir, de la propia ambición del ser humano y la necesidad de satisfacerla. Es decir, aplicando el modelo psicoanalítico, sería dejarse llevar por el ELLO freudiano. De esta manera nos transformamos en lo que Nietszche denomina el superhombre como aquel que se deja llevar por su propia voluntad.
Para Nietszche La realidad no es racional. La razón no debe regir la vida humana. Frente a la razón está la intuición. La intuición es lo que nos pone en contacto con la realidad. La intuición se pone en evidencia con el ARTE.
El acceso al inconsciente a través del arte la he experimentado personalmente en muchísimas ocasiones. Es cuando, ante un lienzo en blanco, me dispongo a elaborar una obra y tengo una idea preconcebida de cómo elaborarla. Sin embargo, durante el proceso de creación, se produce un estado que denominaría de ausencia racional y me dejo llevar por un impulso que no soy capaz de identificar su origen. Una vez terminada la obra, la observo racionalmente y me apercibo de que he abierto una vía a mi inconsciente minimizando los mecanismos de represión.
Esta obra, de la serie ESTRUCTURAS GEOMÉTRICAS, fue creada de esa manera puramente intuitiva, que para Nietszche es la forma de acceder a la realidad absoluta y que supone una ventana abierta a mi propio inconsciente.