Siempre aparece el afilador cuando es un momento especial, siempre el sonido de su armónica me dice que no estoy sola, que las señales existen que es el infinito el que me habla. Los momentos mágicos son esos en los que estás total y absolutamente segura de que entiendes todo cuanto te rodea, aquellos en los que suena la armónica de tu alma y su música es la música del afilador del tiempo, aquellos en los que los colores brillan como nunca antes y el aire entra en tus pulmones tan puro y ligero que casi levitas.
¡Dios mío, cuánto miedo me da la vida algunas veces! y cuanta paz encuentro en otras, cuanta belleza me rodea en momentos mágicos y cuanta oscuridad cuando se apaga la luz de mi alma. Dame siempre la fuerza de mis adentros, no me dejes dormir con la razón. Dile al tiempo que haga que siga sonando la armónica del afilador allí donde la necesite. Dame razones para comprender y no para entender. No quiero calcular fríamente qué, ni quién, soy; quiero comprender qué me conforma y darme cuenta de que es lo mismo que lo conforma todo.
En última instancia soy un conjunto de átomos y ellos a su vez individualmente son como galaxias, que deben contener a más galaxias interiores. Todo orbita y se mueve de forma fractal e infinita en lo máximo y en lo mínimo, yo también lo hago alrededor de mi mundo interior y de mi mundo exterior. Son visiones del alma, que sólo hay que pararse a ver; pero cuesta tanto hacerlo como admitir que la realidad es pura magia o que la magia es pura realidad.
Por eso, cada vez que sincrónicamente escucho el sonido de esa armónica del caballero del biciclo que porta una rueda afila cuchillos y tijeras, sé, sin lugar a dudas, que algo fuera y dentro de mí me avisa de que el tiempo cambia, de que los acontecimientos de mi vida darán un giro de ciento ochenta grados y puede que hasta de trescientos sesenta; es decir cambiaré o cambiará mi mundo de polo a polo para que mi vida sea distinta o quizás lo haga para volver al mismo lugar, pero siendo diferente.
Esa rueda afila-cuchillos, afila también mi alma para que sepa salir por las rendijas del Espíritu a manifestarse. La Energía Superior somete a esa rueda del destino y del cambio a la energía inferior para que afilada su percepción pueda rasgar los velos con cuchillo y tijeras, a sabiendas de que todo cambia en apariencia y a la vez todo permanece en esencia. “El Lado Activo del Infinito” que decía Castaneda y las “Enseñanzas de Don Juan Matus”.
Sí, caminar por el filo de la navaja del Chamán Matus, encontrar el punto de anclaje verlo todo desde ese punto y hacerlo de forma holística es el secreto. Activamos el infinito cuando nos paramos a percibirlo; es entonces, y sólo entonces, cuando comprendemos lo poderosos y frágiles que somos. Tan frágiles como para caminar sutilmente por ese “filo de la navaja” que el “afilador del tiempo” nos pone bajo los pies para que como funambulistas lo vayamos recorriendo tramo a tramo, casi levitando, sujetos a la barra del equilibrio interior, sin miedo a caer al abismo, porque comprendemos que el abismo está tanto abajo como arriba; tanto en el salto como en la caída.
Saltar hacía arriba y romper la resistencia de la gravedad que nos sujeta, hacerlo con la certeza, hija de la comprensión, de que todo es nada y nada es todo, nos hace perder el miedo al vacío de la caída hacia abajo, nos permite seguir por el filo de la navaja afilada y sutilmente, con equilibrio perfecto, la barra de nuestra certeza ajusta el paso. Eso es la fe que mueve montañas; no una creencia ciega impuesta por otros estamentos, sino la comprensión absoluta y sin mácula de duda que nos asiste en los momentos más críticos de la vida para encontrar el sentido, para hallar ese punto de anclaje a lo verdadero…eso que nos dicen que es quimera o imaginación desmedida. Yo me pregunto:
¿En un “ordenador” tan limitado como el cerebro humano pretendemos que se instale un programa capaz de evidenciar el infinito, la eternidad?
¿Por qué creemos saber lo que no sabemos por propia experiencia? ¿Por qué la simple acumulación de datos provenientes de “experiencias” ajenas nos parecen conocimiento? Es cierto que no hace falta tirarse de un avión sin paracaídas o sumergirse en un mar huracanado para comprender que en esos casos la experiencia ajena nos acerca a la verdad…pero cuidado, sólo nos acerca, no podemos poseerla; porque la verdad es una experiencia individual y única para cada uno.
Somos el singular color de un trocito de vidriera, o de un caleidoscopio, o de un arco iris; dependiendo de la luz que reflejemos. La luz proviene del proyector del Espíritu y es Él quien, a través de nosotros, se singulariza y nos singulariza.
El afilador del tiempo siempre me avisa de tiempos nuevos, ¿por qué?, no lo puedo explicar; sólo lo sé. Ha sido así desde que comencé a pararme a observar, a comprender. Es la contraseña secreta que el Espíritu decidió compartir conmigo. Cada uno tenemos la nuestra…Sólo, ¡párate a observar señales y comprende!