Un gran embaucador, un timo que no vemos llegar, nos hace sentir una confianza en nosotros mismos que no es real. Es una imagen distorsionada de nuestro yo y del mundo que nos rodea. Es una ficción que se esconde en nuestro interior y que usamos para pisar aquellos que no entran dentro de nuestros moldes del mundo exterior.
El ego existe para poder culpar a alguien. Es una manifestación de nuestra soberbia.
El ego hace que seamos dos en uno mismo, confundiendo sus pensamientos con los nuestros, sus sentimientos con los nuestros. La necesidad de protección de nuestro propio ego nos convierte en tiranos o, peor aún, nos llevará a mentir, engañar, robar, incluso a matar para mantener esa posición “super” que tenemos de nuestra propia existencia. De esta manera el ego se convierte en nuestra propia cárcel puesto que nada mas busca que los demás valoren nuestra propia imagen, distorsionada.
El ego, oculta esos otros valores, como la humildad, la empatía, la comprensión, la solidaridad con el mundo que nos rodea, escondiendo la verdad de nosotros mismos. Es un fraude en toda regla, frente a los demás, pero también frente a nosotros mismos.
Nuestro ser imaginario que creamos para proteger nuestro ego se convierte finalmente en nuestro peor enemigo, ya que no se trata mas que de una recreación del yo que, al final nos hace ver a los demás como enemigos, de los que debemos protegernos porque entran en guerra con nosotros, con nuestra propia imagen, creando, finalmente, un mundo exterior de enemigos fruto de una realidad ficticia.
De esa forma, nuestro peor enemigo es nuestra percepción interior del exterior, convirtiendo nuestra ignorancia en nuestro propio ego.
En definitiva, el ego nos destruye como personas, pero también destruye el mundo que nos rodea, una ficción creada por nuestro super yo. Es una superdimensión de nuestro amor propio que impide amar los demás.
Aunque no nos demos cuenta, todos pecamos de un exceso de ego en nuestro día a día, lo que nos impide avanzar y dar lo mejor de nosotros mismos. Nos conviene en seres arrogantes con una ambición desmesurada y un exceso de autoestima que hace que nada mas tengamos en cuenta a los demás para ensalzar nuestra propia imagen, pisándolos para encontrarnos más altos.
El ego es un cobarde que impide a ser humano enfrentarse a si mismo. Si somos capaces de ver nuestras reacciones impulsivas dirigidas por el ego habremos dado un paso muy importante, pues nos daremos cuenta que como cualquier individuo nuestra vida esta llena de claros y oscuros de aciertos y desaciertos y que eso es, en definitiva, nuestra experiencia vital, la que nos hará crecer como personas, a ser autocompasivos con nosotros mismos y amarnos más para, finalmente, amar más a quienes nos rodean, transformando de esta manera el amor propio por un amor universal, con una retroalimentación de ambos que nos hará no sólo estar más a gusto con nosotros mismos sino también con el mundo que nos rodea. Si eres capaz de detenerte un poco en tu vertiginoso caminar, sin saber a donde, habrás dado un gran paso, pues tendrás tiempo para reflexionar más sobre ti mismo y fortalecerte.