EDITORIAL. LO QUE LA POLÍTICA ESCONDE

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Si  no fuera porque la corrupción se ha convertido en  un mal endémico en nuestro país, sería entendible que muchos ciudadanos, no catalanes, apoyen la independencia de Cataluña, no tanto por la lucha a favor del independentismo sino como un deseo de atacar al gobierno del Estado que, con independencia del partido que esté ocupando el Palacio de la Moncloa, no sólo han demostrado la incapacidad de resolver problemas históricos como el de la organización territorial del Estado, sino que, además,  han fomentado la corrupción metiendo bajo la alfombra la mierda que sus dirigentes han ido dejando en las instituciones durante su mandato y que, sino fuese por la investigación de los medios o la denuncia de algunos de sus correligionarios  avergonzados por el olor putrefacto que tanta acumulación de basura en los despachos, contaminaban su propia ética.

Aunque el Partido Popular es el que sobresale como principal autor y tenedor de dirigentes corruptos, sin embargo el PSOE tampoco puede sacar pecho de su pureza en la gobernanza al frente tanto del Estado, sino también cuando han estado al frente de las distintas Administraciones Públicas, en todo su ámbito territorial, estatal, autonómico y local, así como en la dirección de empresas públicas y contratas que, con un trato de favor, han estado bajo su mando; habiendo sido la causa principal además de la perpetuación de sus mandatos consecuencia de una Ley Electoral hecha a medida y con la aquiescencia de ambos, como el incontenible deseo de sacar el mayor provecho personal del poder que los ciudadanos les ha otorgado.

Ahora bien, tampoco  los partidos nacionalistas pueden sustraerse a esta forma de gobernar tan apestosa dentro sus territorios, esos mismos partidos que ahora reclaman un autogobierno, en unión y consenso con los denominados independentistas surgidos de una izquierda radicalizada, y que en su momento dieron el apoyo a aquellos dos partidos que se han ido sucediendo en el gobierno de España cuando sus mayorías parlamentarias no eran lo suficientemente holgadas como para permitir sacar adelante sus propios proyectos de gobierno, convirtiéndose no sólo en cómplices de sus fechorías políticas, sino también en partícipes dentro de un orden constitucional del que ahora reniegan.

“Ahora bien, tampoco  los partidos nacionalistas pueden sustraerse a esta forma de gobernar tan apestosa dentro sus territorios, esos mismos partidos que ahora reclaman un autogobierno, en unión y consenso con los denominados independentistas surgidos de una izquierda radicalizada”

El caso es que, los ciudadanos, bien adoctrinados por sus propios dirigentes, lo mismo nos da que nos situemos a la derecha o a la izquierda del espectro político, siguen siendo los mismos peones, unos blancos y otros negros, en una partida de ajedrez cuyas piezas en la retaguardia, los utiliza para protegerse de los que tienen enfrente, sacrificándoles con tal de alcanzar la victoria, a cualquier precio, en una partida cada vez más sucia, donde las reglas ya no valen.

Sino estamos ante la peor crisis política desde la instauración de una aparente democracia con la Constitución de 1978, sí podríamos afirmar que podría estar a la altura de aquella que tuvo lugar en febrero de 1981 con el intento del golpe de Estado de ciertos militares sediciosos, superada por la fuerzas políticas de aquel momento a las que se les puede otorgar el único mérito de estar a la altura de las circunstancias; aspecto que ahora no es destacable por primar más los intereses de partido y los personales que la satisfacción de un interés general, que beneficie a todos.

Pero, si el asunto ya tiene su miga, por la incapacidad de los políticos de ponerse de acuerdo y de buscar fórmulas satisfactorias para todos, cuando el ruido es tan estrepitoso en esa parte de España, denominada Hispania Citerior durante el imperio romano, con enfrentamientos sin precedentes entre españolistas y catalanistas; quien se ha puesto al frente de la lucha a favor de un patriotismo obsoleto, dice que en defensa del orden constitucional, ha aprovechado y sigue aprovechando el momento para seguir con sus fechorías, utilizando la distracción de esta confrontación para no dar cuenta del informe del Banco de España del pasado 14 de septiembre, donde se pone de manifiesto que más de los 54.000 millones de euros inyectados por el Estado al sector bancario desde 2009, sólo se han recuperado 3.800, dándose por perdidos 21.150 millones de todos las ayudas públicas netas a la banca, equivalente al gasto sanitario de diez años; o para sacar de prisión a sus presos corruptos, como González y Granados, que han sido los primeros en abandonar la cárcel de Soto del Real. Sin olvidarnos, además, de la imputación en diferido por la Audiencia Nacional, de otro de los grandes del PP, como Alberto Ruiz Gallardón  por el supuesto “desvío de fondos” para comprar en 2001 Inassa, la filial latinoamericana del Canal Isabel II, con un hombre clave como es el dimitido jefe de Anticorrupción Manuel Moix, originando órdenes contradictorias entre juzgados y fiscalía.

¿Qué más podemos pedir?.

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