Sócrates defendía que las opiniones están para ser cuestionadas y discutidas. Esa sería la principal característica de una democracia y de una sociedad capaz de dialogar y usar razones y argumentos en vez de insultos y violencia. De este modo, el de pensar de forma diferente y ponerlo sobre la mesa de un modo sano, llegaron todos los progresos sociales que actualmente disfrutamos. La configuración de nuestro presente, es pues a partir de una pregunta y el diálogo que esta suscita.
La palabra, tan inmaterial y bella para quienes tienen ojos para verla u oírla y tan poderosa que nos gobierna, nos guiá, nos da esperanza y también nos puede destruir, cuando es compartida entre personas es cuando nos hace verdaderamente humanos, cuando dialogamos. Es por tanto este diálogo entre semejantes el plano arquitectónico de nuestra vida en sociedad. Por cierto Sócrates que era ágrafo no dejó escrito ni una sola palabra, todas sus enseñanzas fueron de viva voz.
Ahora, al dirigir la mirada a nuestro presente la pregunta sería ¿Quiénes son los sujetos de este diálogo social? ¿Somos nosotros mismos o son los demás? ¿Con quién dialogamos? Y si dialogamos: ¿Estamos dialogando adecuadamente?
La realidad es que muy pocas personas dialogan con otras. Y que muy pocos colectivos sociales, políticos o del tipo que sea dialogan con otros. Y cuando existe una comunicación verbal no siempre es un diálogo. Porque es verdad que hablando se entiende la gente, pero también es verdad que hablando se miente la gente, hablando se insulta la gente y hablando se hiere la gente. La palabra, ese oráculo que une lo intangible con lo tangible, el mejor medio de comunicación y de creación entre seres humanos, también se puede convertir en el mejor instrumento de confusión y de destrucción. Así que para no cometer ninguno de estos errores lo primero es callar. Callar y escuchar.
Cada individuo como sujeto social debe establecer su propio diálogo y este debe ser bidireccional, la primera dirección que es la más instintiva y natural es hacia su persona. A través de la comunicación con su círculo más cercano: familiares, amigos, compañeros de trabajo o de cualquier otro entorno que pertenezca a nuestras rutinas, tengan estas la periodicidad que tengan. Se debe establecer una comunicación que nos ayude a posicionarnos en ese ámbito concreto, estableciendo así nuestro rol o roles dentro un grupo bien definido. Al igual que en cada ámbito de nuestra vida establecemos unos roles diferentes sobre nosotros mismos para con los demás también es conveniente establecer diferentes formas de diálogo según el que proceda en ese momento, siempre y cuando se respeten los mismos códigos. Esto nos ayudará a definir nuestra propia personalidad y además nos situará, para las demás personas que participen de nuestro diálogo, en un lugar concreto de ese plano social.
La otra dirección hacia la que un sujeto debe establecer su diálogo es hacia las instituciones y organizaciones ya sean sociales, políticas, administrativas, judiciales o del tipo que sea. Esa nube de gas extensa que ocupa y rige nuestro sistema y nos obliga a rellenar formularios y modelos de tres cifras. Y aquí también el diálogo debe establecerse de forma diferente, pues aunque este diálogo no nos hará más humanos quizá nos beneficie o nos perjudique de forma que nos pueda hacer cambiar nuestro otra forma de dialogar, es decir la que hacemos con las personas de carne y hueso.
Teniendo en cuenta estas forma de establecer sendos diálogos (hay muchas otras, tantas como individuos pretendan dialogar) ya podríamos contestarnos a las preguntas antes formuladas. Pero el problema no está en nosotros mismos como interlocutor, ni tampoco el los demás interlocutores con los que pretendamos dialogar, la cuestión es que en los supuestos diálogos que ahora se mantienen o que mantenemos no generamos preguntas y por lo tanto tampoco respuestas. Para que queremos respuestas si tenemos un teléfono con conexión a internet y existe google y chatGPT.
Por eso no dialogamos con nuestros amigos, más bien vertemos nuestras opiniones para satisfacción personal y si oímos opiniones iguales a las nuestras más satisfactorio aún. Tampoco es fácil el diálogo con nuestros familiares, sino que es más parecido a una imposición de un punto de vista. Y en los entornos sociales somos obligados a postularnos con respuestas que agraden a la mayoría.
Las instituciones no dialogan con nosotros, las respuestas a nuestras preguntas son dadas por máquinas (orgánicas u electrónicas) que poseen varias respuestas diseñadas para satisfacer a la mayoría y para que el numero de preguntas sea finito.
Por lo tanto ¿ya está todo dicho? Si creemos que hay respuesta para todo ya no hay dialogo posible.
Por eso es importante volver a ese diálogo socrático, que no es más que volver a plantearnos todas las preguntas aunque creamos tener las respuesta y tenemos que hacerlo en comunidad para generar un pensamiento colaborativo y no individualista. Para ello debemos dejar los prejuicios a un lado y crear un espacio de pensamiento crítico para reflexionar sobre las ideas, las emociones o los sentimientos que en este espacio se generen, del mismo modo que los atenienses hacían en el ágora.
Pero esto es solo una opinión.