DISONANCIA COGNITIVA

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La disonancia cognitiva es un concepto, o constructo, que fue acuñado por primera vez por Leon Festinger, allá por los años cincuenta del siglo pasado. Festinger es uno de los principales exponentes de la psicología social.

Brevemente, la disonancia cognitiva es un fenómeno intrapsíquico, el cual es experimentado por el individuo cuando “algo” lo perturba mental y emocionalmente. Por regla general, ese algo suele tratarse de un conflicto cognitivo-conductual, ya sea este fruto de la tensión interna que surge/se genera/aparece cuando

  1. dos valores o motivos que se oponen materialmente en el contexto de la realidad individual inmediata luchan por mediar un comportamiento,
  2. se tienen dos pensamientos, ideas o creencias acerca de algo que están en conflicto pues son incompatibles desde una perspectiva lógica,
  3. un comportamiento se sale del marco de las reglas, valores, creencias, convicciones (de la moral) del individuo.

No son escasas las ocasiones en las que un servidor ha percibido y sentido a lo largo de su escueta vida una especie de desarmonía interior por alguna de estas razones, o por otras desconocidas, a la que ha identificado con tal vocablo: disonancia cognitiva.

El 30 de noviembre de 2021, la organización BROWNSTONE INSTITUTE publicó un artículo, redactado por el Dr. Paul Elias Alexander, titulado “More Than 400 Studies on the Failure of the Compulsory Covid Interventions”. En castellano: más de cuatrocientos estudios sobre el fracaso de las intervenciones obligatorias de la Covid. Al final del artículo se puede encontrar una foto del articulista y un texto en el que se expone su carrera académica.

La tabla 1 del artículo incluye cada uno de los artículos (más de cuatrocientos) a los que se hace referencia, junto a respectivos fragmentos de texto en los que se cita textualmente la esencia de la evidencia encontrada por los investigadores en cada uno de los estudios realizados. Esta tabla incluye 170 artículos sobre el efecto de los confinamientos, 84 sobre los cierres de escuelas, 97 sobre la inefectividad del uso de las mascarillas y 61 sobre los mandatos de uso de mascarillas.

Básicamente, los confinamientos son encierros masivos. Millones de personas vaciando calles y plazas, resguardándose en el interior de sus hogares, quién los tenga, sin saber de qué. Recuerdo los días de “desescalada”. Permisos de circulación viandante con franjas horarias: deshumanización y ridículo en estado puro. Me hizo gracia apreciar el drástico desescalamiento de runners que se produjo en la famosa ruta del colesterol de mi ciudad a partir de la segunda semana desde que el permiso para estirar las piernas se instaló.

Mes tras mes encajonados en cubículos de hormigón, repletos de dispositivos electrónicos. Mes tras mes de la cama al sofá, del sofá a la cama y de la cama al sofá. Mes tras mes siendo atravesados por la luz proveniente de pantallas rectangulares de dimensiones diversas; taladrados con las mismas voces, mensajes e intenciones. Mes tras mes absorbiendo como esponjas el adoctrinamiento del stablishment.

Meta, el proyecto de Mark Zuckerberg, consiste, entre otras muchas cosas que desconozco, en la creación de un universo virtual y en la implementación de este en el día a día de las personas. Mediante el uso de la tecnología VR (virtual reality), el objetivo ideal de tal proyecto es recolocar la atención, la consciencia, el tiempo, la energía de todo el mundo dentro del metaverso. Ya existen personas que están comprando “terrenos” en el metaverso por millonadas. “Hacer vida” en el metaverso consiste en hallarse tirado en la cama con las gafas VR y en algo similar a jugar al Minecraft con tus “propias” manos.

Dígame estimado lector, ¿qué diferencia existe entre hallarse atrapado dentro de una especie de videojuego por horas, días, semanas o meses y hallarse atrapado en el propio hogar consumiendo insustanciales series, comerciales películas y manipulados noticiarios manipuladores durante horas, días, semanas o meses?

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