DISCUSIÓN POLÍTICA SOSEGADA Y RESPONSABLE

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Hace unos días discutía con personas sensatas y racionales, no con la confrontación verbal con la que se acostumbra en esta sociedad  alienada ideológicamente, fruto de una polarización política que genera divisiones y fracturas profundas dentro de la sociedad, sino examinando y analizando de una manera atenta y argumentando cada uno sus razones sobre la democracia como sistema político, del que me erigí en defensor ferreo frente a otras alternativas que ellos defendían como la aristocracia o la epistocracia ante  una degeneración de los actuales gobiernos democráticos donde el populismo es su principal resultado, amen de otras lacras que me hicieron dificil su defensa.

Tres sistemas de gobierno que han ocupado un lugar central en la filosofía política a lo largo de la historia poniendo de manifiesto sus ventajas y desventajas, porque, como siempre manifiesto en relación a cualquier tema que pueda someterse a un análisis en profundidad bajo la razón y la lógica, nada hay perfecto más allá del discurso persuasivo y estético que los ponentes hagan en su exposición y defensa de lo que se discute y compara.

Mis argumentos de defensa teniendo en cuenta que los elementos de conviccción ofrecidos por mis interlocutores, son los que todos sabemos -aunque esto último es más una presunción que una afirmación-, como que la democracia promueve la participación y la igualdad, pero que puede ser susceptible a la desinformación y formación tanto de electores como de elegibles llevando a tomar decisiones perjudiciales o equivocadas, y aún más, me atrevería a llamar, a una vulgarización del poder desembocando actualmente en una política populista de manipulación ideológica. Mientras que la aristocracia, aunque puede ser más estable y llevar a la  toma decisiones informadas, sin embargo, corre el riesgo de ser opresiva y, finalmente, la epistocracia que,  aunque busca la racionalidad en las decisiones puede caer en la elitización el poder y  en la falta de representación de los intereses generales; todo lo cual me lleva a la conclusión que  la elección entre estos sistemas depende de los valores que se pretenda priorizar en una sociedad: la participación, la competencia o el conocimiento.

Tengo que admitir que la democracia no es el sistema perfecto y, para ejemplo, tenemos la lamentable imagen y, peor aún, la bochornosa gestión que los paises que dicen llamarse democráticos  hacen de los intereses comunes de los ciudadanos para convertirse en la defensa de unos pocos y, peor aún, de los propios intereses de los partidos políticos que ejercen el poder y de los propios gobernantes, en este último caso, con una alta tasa de corrupción, convirtiendo la democracia en una “dictadura de la mayoría”, donde los intereses de las minorías son habitualmente ignorados o incluso aplastados, dificultando el consenso y la colaboración.

Quizá coger lo bueno de cada uno de estos sistemas fuese la solución, dependiendo de los valores que la sociedad pretenda priorizar: la inclusión y la participación popular frente a la estabilidad y la competencia.  Cada sistema presenta desafíos y beneficios que continúan alimentando el debate sobre la mejor manera de organizar la vida política, aunque la aristocracia donde la participación en el gobierno está restringida a una élite, sería desechable, habida cuenta que su exclusividad puede desembocar en la opresión de la mayoría y una desconexión entre gobernantes y gobernados, ya que las decisiones se toman en beneficio de una minoría privilegiada.

Es por ello que, yo apostaría por el sufragio universal de la democracia, pero no con listas cerradas sino todo lo contrario, que es lo que realmente caracteriza una auténtica democracia, donde se pueda elegir de forma individual a los candidatos entre los mejores y más preparados de las diferentes candidaturas o listas, basado en su conocimiento, educación o habilidades técnicas como sucede con la epistocracia, de esta manera evitaríamos el esperpéntico espectáculo que nos ofrecen las actuales pseudo democracias, no sólo en los países con mayor inestabilidad y corrupción política, sino también en países con una larga trayectoria democrática  como sucede con los EEUU, donde sus ciudadanos en el momento actual están  inmersos en un proceso electoral que parece más un espectáculo circense que lo que debería ser una elección responsable de unos representantes y un presidente que no pongan en jaque el equilibrio de orbe mundial entre oriente y occidente;  o como en nuestro país, sin ir más lejos, cargado de representantes políticos, no sólo cuya ausencia de honradez está desembocando en una alta tasa de judicialización de la política, sino lo que es peor, en una manipulación ideológica sin precedentes por “ideolistos” donde la confrontación se superpone a la gestión eficaz de los intereses comunes y que, sin embargo,  la ciudadanía vitorea en vez de criticar con rigor, responsabilidad y conocimiento, esta última, cualidad difícil cuando los electores a veces carecen de una formación mínima de análisis, priorizando los argumentos populistas más que la capacidad de enjuiciar y razonar desde el sosiego y el deseo de mejorar lo que tenemos, sin caer en el insulto y en la descalificación gratuita del adversario basándose en estereortipos más que en un juicio responsable y de autocrítica.

Quizá un pueblo más ilustrado, sería la solución, pero todo no se puede tener. Eso, sí, seguiremos teniendo, unos frotándose las manos por no afectarles y otros lamentándose de ser abandonados por los suyos, más Errejones, Koldos, Ábalos, M. Rajoys, Barcenas y una larga estela de casos que ya han pasado al olvido pero que han manchado y siguen manchando ese proyecto que tras una dictadura de 40 años pusiemos en marcha y apostamos por él quienes creiamos ferviertemente en la democracia, en el gobierno de todos y para todos, en la igualdad de derechos y de deberés, en una libertad basada en la responsabilidad de cada cual; pero lo que es peor, casos todos ellos donde las instituciones se han ensuciado y se siguen ensuciándo desde la perversión de ideologías trasnochadas y manipuladas, conviritiénolas en sucias cloacas que evidencian que lo peor no es el sistema, sino las personas, tanto los que eligen sin responsabilidad como los elegidos sin estar preparados para ejercer la política de una manera eficienciente y honorable.

Pero, también, como siempre digo… allá cada cuál, allá la conciencia de cada uno, y la falta de consciencia de quienes siguen pensando que son los demás los que tienen que arreglar el mundo y que, con pagar los impuestos, quienes los pagamos, tienen bastante.

 

 

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1 COMENTARIO

  1. Extraordinario artículo, con el que no podría estar más de acuerdo.

    Ya sabemos que el poder tiende a ser corrupto por naturaleza en cualquiera de sus formas, por eso hay siempre que combatirlo, cuando se desvía demasiado de sus cauces, y la forma política que nos provee de más herramientas para hacerlo, sin duda, aun con todos sus defectos, es la democracia.

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