DIME DE QUE PRESUMES

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Me siento, de sentarme, no de sentirme, con la extraña sensación de que escriba lo que escriba, respecto al tema que quiero escribir, nadie, o casi nadie, entenderá mi posición, mi enfoque, mis palabras. Y tengo esa sensación porque unos se considerarán atacados dado que su capacidad de autoanálisis está tan mermada, tan sepultada bajo toneladas de forofismo y autocomplacencia, que difícilmente se verán concernidos por lo que expongo, pero sí se sentirán señalados. Y los del lado contrario posiblemente aplaudirían mis palabras, tal vez ya no tras esta introducción, en la creencia que estar en contra de unos es estar a favor de otros. Craso error. El hombre es bilateral, pero no biconceptual. Los países pueden funcionar con el bipartidismo, pero solo a costa de ignorar a la mayoría de los ciudadanos y sus sensibilidades. Todo en el universo parece estar basado en una dicotomía que se rompe cuando irrumpe el pensamiento del hombre libre, la huella divina, que a pesar de todos los esfuerzos del poder sigue existiendo, que ramifica sus convicciones hasta el infinito, aunque solo se le permita expresarlas de forma gregaria y simplista, a la hora de enfrentarse al gran mal heredado del siglo pasado, las ideologías.

fotocomposición plazabierta.com FM

Leo con asombro, en periódicos, en redes, en cualquier lugar al que se me ocurra asomarme, a personas que, de buena fe, estoy convencido, reivindican para un partido de derechas, que se presenta como de izquierdas, porque las palabras todo lo soportan, los conceptos de progresismo y superioridad moral que deberían de reclamar si sus hechos se correspondieran con sus palabras.

Las izquierdas, hoy, aquí, y en muchos lugares más allá, no son más que partidos intervenidos por el sistema, promocionados por el sistema, y que viven en una contradicción permanente, en una esquizofrenia socialmente insoportable, que ofrece lo que no tiene, a un coste insoportable para el bienestar general y utilizando unas herramientas con las que no hay ninguna posibilidad de alcanzar objetivos, ya  que los logros nominalmente perseguidos son contrarios, refractarios, a las herramientas utilizadas para ello.

¿Acaso no son los impuestos una herramienta diseñada por los poderes absolutos para apropiarse del fruto del trabajo ajeno e impedir su progreso? ¿Y con esa herramienta absolutamente injusta, inhumana muchas veces, devastadora cuando se usa bien, devastadora cuando se usa mal, es con la que quieren cerrar la brecha social? ¿De verdad? ¿En cuántos miles de años el diferencial por ingresos podrá alcanzar una mínima equidad de medios? Claro, nunca.

¿Acaso por el simple hecho de enmarcar a los empresarios, todos, como personajes inmorales, perseguibles, objeto de latrocinios fiscales, de persecuciones éticas, de disquisiciones más propias de los tiempos de la dictadura del proletariado que de la izquierdita “soft” de la que hablamos, que no va más allá de los populismos para conseguir el voto, se va a solucionar la pobreza? Tal vez sea por el círculo en el que me muevo, pero no conozco empresarios de puro, chistera, levita y monóculo, pero conozco cientos, miles, de los que van a trabajar con su ropa de trabajo, tienen que despedir a gente porque los costes fiscales no se ajustan a los beneficios, y menos cuando hay pérdidas, y miran con zozobra como se aproxima el día de pagar las nóminas. De estos sí, de estos, clase media baja y media media, nadie dice nada, y al final estos son los ricos a los que la falsa izquierda alude, ufana de sí misma, cuando habla de subir los impuestos a los ricos, estos, que serían la única barrera que permitiría ir cerrando la brecha social existente, son los que finalmente pagan las ocurrencias de esta izquierda de juguete que persigue y masacra desde sus engoladas posiciones, desde sus atalayas progresistas y de superioridad moral, desde sus nichos de ignorancia económica, fiscal, laboral, a los únicos osados que se interponen entre un capital salvaje, que manda, y una pobreza que crece con sus manejos.

Veo como ante las próximas elecciones andaluzas, en un ejercicio más de ceguera política, de soberbia social, de elitismo intelectual, la izquierda, la autodenominada izquierda, sigue instalada en la descalificación del contrario, en la reprobación de todos los que no les voten, en la arenga que pretende movilizar a los que suponen suyos, en el adoctrinamiento social que persigue un pensamiento único, ¡el suyo!, y se ríen, supongo que por no llorar de los que votan a la derecha radical siendo obreros, sin percatarse, sin reparar en que la mayoría de esos votantes huyen de sus falacias, huyen de sus mentiras mal contadas, de su ética comparativa que se justifica en lo hecho por los demás, huyen de la pobreza que atisban al final de sus métodos. Los números cantan, y según las encuestas, cerca del 17% de los antiguos votantes de esta izquierda, a la vista de los hechos, los pasados, los presentes, ahora expresan su intención de votar a la derecha, o a la derecha radical. Por favor, que no los sigan movilizando. Que no sigan movilizando a aquellos que, como yo, piensan que si esto es el progresismo ellos prefieren ser rancios como el unto.

Y es que, por mucho que desde la soberbia se crea lo contrario, lo importante no son las palabras, las mentiras que no se olvidan, lo importante no es lo que uno cree de sí mismo, lo importante no es que te aplaudan por soltar cuatro chorradas convertidas en mantra para afines, lo importante son los resultados reales, lo importante es la decencia, lo importante es la verdad, lo importante es que el mensaje sea el logro, y no su enunciado.

Y como entre palabras anda el juego, se me ocurre un dicho que es aplicable a esta izquierda de pacotilla que tan bien sirve a su señor, diciendo que su señor es otro: “Dime de qué presumes, y te diré de qué careces”.

¿Y la derecha? ¿Y a mí que me importa la derecha? ¿Qué se me ha perdido a mí en la derecha? Pero ya que lo preguntas, haciendo su papel, esta sí, con pulcritud y exactitud. Recogiendo los dividendos, económicos, sociales y políticos, que la izquierda de juguete, de las soberbias y las incontinencias verbales, pone en su mano.

Algún día, esta falsa izquierda dejará de hacer el tapón para que un movimiento realmente ciudadano, equitativo y moderno, con nuevas propuestas, con nuevos métodos,  pueda luchar por una sociedad justa. Mientras tanto, esto es lo que tenemos, o Málaga, o Malagón.

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