#EnCasaconPlazabierta
Desde mi ventana huelo a Sur, a Mediterráneo y algas. Oigo sonidos de olas y vientos y se me impregna la piel de sensaciones distintas, como sí la soledad quisiera taladrar cada uno de mis poros y resisto los agónicos momentos de desazón y melancolía.
Desde mi ventana veo pasar el tiempo, que quiere quedarse y también me resisto, quiero que se vaya, lo empujo con el aliento filtrado y la entereza que me proporcionan tantas solidaridades. No podemos quejarnos, frente a esta cotidianeidad, tenemos tantos ejemplos a seguir que sería un insulto claudicar.
Algunas veces el viento se calma y aparece la lluvia, Abril aguas mil nos recuerda el refranero, y mi ventana me transmite olor a tierra mojada, cielos plomizos y la melancólica presencia de grises limitando el horizonte.
Quiero ser cómplice de soledades aceptadas y necesito la ayuda de relojes que marquen sonrisas y esperanzas.
Necesito tiempos cada vez más fugaces, necesito saber de generosidad y bondades y también de sacrificios asumidos. Necesito que a mi ventana lleguen silencios entre líneas, necesito apreciar las distancias y las carencias. Necesito que el tiempo no me imponga su corsé de tristeza y desamparo.
Cada instante me trae recuerdos de momentos, imágenes entre sueños que se rebelan contra este tiempo que quiere atraparme en su invisible telaraña, y me ayudan las ausencias a resistir estos envites y me ayudan los ejemplos de titanes de carne y hueso que respiran, sienten y sufren para que mi ventana siga abierta cada tarde a las veinte.