Todos tenemos una vida que nada tiene que ver con la imagen que damos en Redes Sociales, una vida de claros y oscuros en nuestro continuo peregrinar por este mundo de incertidumbre, una vida llena de altibajos, de momentos de triunfo y momentos de derrota.
Pero, sino admitimos que la derrota es parte de la vida, la frustacion es inevitable, porque si bien la muerte es lo único cierto en nuestra vida, también lo es la forma en que afrontemos y vivamos nuestras derrotas, de manera que, sólo la espectativa de la superación y la esperanza de un cambio basado en la experiencia negativa vivida nos hará más fuertes.
Ambos aspectos, la derrota y la esperanza, son intrínsecos a la experiencia humana, uno está unido al otro, porque la derrota nos permite enfrentamos a desafíos, de manera que, fracasos y decepciones que pueden parecer insuperables, nos hacen encontrar la fuerza para seguir adelante, sin estar sumidos en una continua desesperanza. Por ello, la mejor forma de afrontar las derrotas es vivirlas como un aprendizaje, como experiencia que incrementa nuestra sabiduría.
Todos, absolutamente todos, incluso a aquellos que nos parecen que toda su vida es un constante éxito por los logros alcanzados, en algún momento nos encontramos con el fracaso en nuestras vidas, ya sea en las relaciones personales, en las metas profesionales o sueños personales, surgiendo un sentimiento desalentador y desmoralizante que nos parece difícil de superar. Sin embargo, si vemos la derrota como una oportunidad para el crecimiento y el aprendizaje nos llevará a reflexionar y aprender sobre nuestras acciones, nuestras decisiones y nuestras expectativas, permitiéndonos conocer mejor nuestras debilidades y limitaciones, así como descubrir las áreas en las que podemos mejorar.
Además, la derrota nos brinda la oportunidad de desarrollar la resiliencia, porque al enfrentar y superar los desafíos fortalecemos nuestra capacidad para manejar la adversidad en el futuro. Cada vez que nos levantamos después de caer demostramos nuestra capacidad para recuperarnos y seguir adelante, incluso cuando las circunstancias parecen desfavorables, nos hace ver la luz al final del túnel.
Cuando nos enfrentamos a la derrota, la esperanza es lo que nos impulsa a seguir adelante, dándonos la fuerza para perseverar cuando todo parece perdido, para encontrar sentido y propósito en medio de la adversidad. Ahora bien, eso sólo se consigue manteniendo una actitud positiva, incluso en los momentos más oscuros, lo que nos permitirá visualizar mejor nuestras metas y sueños con la motivación suficiente para trabajar hacia ellos, incluso cuando el camino parece difícil y lleno de obstáculos. Y, lo más importante, nos enseña humildad, nos recuerda que somos seres imperfectos y que el camino hacia el éxito está lleno de obstáculos, lo que sin duda nos conecta con el resto de los mortales, creando una red de apoyo y solidaridad para hacer frente a los mismos o parecidos desafios juntos, en una humanidad compartida que nos hace sertir iguales al resto y que no estamos solos.
Aunque la derrota y la esperanza pueden parecer opuestas, están intrínsecamente entrelazadas en la experiencia humana, porque la derrota nos enseña lecciones importantes y nos fortalece, mientras que la esperanza nos da la fuerza para continuar y encontrar significado en nuestros desafíos. Sin la derrota, la esperanza carecería de significado; sin la esperanza, la derrota nos consumiría.
En última instancia, tanto la derrota como la esperanza son componentes esenciales de lo que significa ser humano. Nos recuerdan nuestra capacidad para enfrentar la adversidad, aprender de ella y encontrar sentido y propósito en nuestras vidas. Al abrazar tanto la derrota como la esperanza podemos vivir vidas más plenas y significativas, encontrando fuerza en nuestras debilidades y luz en la oscuridad, dejando de un lado la ñoñez de una melancolía atrapada en el pasado, en la frustracion y en el inmovilismo.
PROHIBIDO RENDIRSE.
Precioso artículo.
Has dado con las claves de la vida; la derrota y la esperanza. La primera genera músculo, la segunda ayuda a ganar el combate.