El éxito de la Semana Santa o como la globalización profana lo sacro y monetiza pasiones y devociones. Semana Santa y turismo, turismo y economía, si no sumergida al menos entre dos aguas, trabajo para el sector turístico, carteles de completo en la restauración y mucho “speaks English” al menos en mí trozo de costa que es la del sol. Precios por las nubes, tanto para foráneos como para los autóctonos. La incomodidad de las bullas o las colas como ustedes prefieran, mientras el índice de la huella de carbono escala posiciones, los recursos se sobredimensionan mermando acuíferos y abriendo las puertas a la sobrexplotaciones ganaderas, hortícolas y haciendo que casi todo el pescado nos sepas ya igual, da lo mismo una lubina que un pargo o una dorada, piscifactorías habemus. Pues que entre la sobreexplotación y los sobreprecios a los autóctonos no están quitado de saborear el salmonete de roca, el besugo o el calamar, todavía nos queda el consuelo del humilde jurel, cuando está lleno de camarones, que hay que entender para saber comprar, bueno y conocer al pescadero o mejor que él te conozca a ti.
Y las playas, que me decís de las playas, cuando peinábamos la orilla para pillar coquinas o navajas, ahora creo que es una extracción prohibida, por lo escasa y por aquello de los controles sanitarios, claro con unos meados tan globalizados a saber lo que nos podemos encontrar. Porque hay meados de entrada y de salida, los de entrada pues aquellos que se hacen “in situ” y los de salidas son aquellos que migran hacía el rebalaje, sobre todo con las levanteras, cuando se sobresaturan los colectores, dónde los haya, de las depuradoras.
Pero claro la industria del turismo es que da a mucha gente de comer y crea mucho empleo, de modo que el litoral mediterráneo, atlántico tenemos poquito, se ha convertido en el patio trasero del ocio europeo y como ya la primera línea de playa está saturada de lacayos globalizados, pues los ricos y algunos millonarios buscan remansos más alejados de la plebe y como consecuencia los fondos buitres se hacer con estas segundas residencias y globalizan la necesidad de una vivienda digna a la que no pueden acceder los naturales del lugar. Desaparecen comercios tradicionales y aparecen franquicias, los grandes cruceros desembuchan miles de globalizados ciudadanos que masifican los rincones más recoletos antaño solaz de sosiego y recogimiento.
Y para colmo los japoneses descubrieron el jamón de bellota y que el atún rojo pasa del atlántico al mediterráneo a desovar y se están quedando con porcentajes importantes de las capturas de esta especie que ya mismo estará en peligro de extinción y no se sí llegado el caso les seguiría apeteciendo el atún de piscifactoría o ya nos lo dejarían a los naturales del lugar. Y no hablemos ya de los pobres tiburones, por un par de aletas, vamos como si fueran los rinocerontes del mar.
Y por huir huye hasta el tiempo, ya han claudicado la primavera y el otoño, todavía nos queda el invierno y cada vez más verano, será eso a lo que llaman la desertización. Pero no importa porque cuando ya no quede sur o mejor dicho cuando haya más sur de la cuenta pues ya el sector turístico no será un negocio, ni dará de comer a tanta gente y entonces los globalizados ciudadanos consumidores de ocio y sol pues descubrirán que como en su casa en ningún sitio y cada uno en la suya y dios en la de todos, entonces las macro granjas y las piscifactorías trabajaran bajo mínimos y la inteligencia artificial nos proveerá de concentrados proteínicos, de color verde y los vitamínicos de color azul. Y los naturales del lugar, de todos los lugares, nos haremos viejo más tarde pero más rápido y habrá más residencias para la quinta edad y menos guarderías. Crecerán la cooperativas de mayores, que no de viejos, para cuidarnos entre nosotros mismos y contarles a los que no lo hayan conocido, aquello de los jureles y las coquinas y comentaremos entre risas que a tal o cuál comprimido con sabor a salmonete sabe un poco a fango o que esa píldora de crustáceo está un poco falta de sal y además de mal aguaje o enguachina.
Sí, el tiempo cada vez no estas dejando más atrás y ya me dirán sí nos falta el tiempo, no por no tenerlo sino porque haya renunciado de motus propio a seguir existiendo, a que nos vamos a dedicar.