Hay ciertas cuestiones en la vida, como buscar el sentido de la existencia, dedicarte a ayudar a los demás, montar tu propia empresa u otras, para no pasar simplemente por este mundo sin dilemas ni compromisos.
Hace tiempo, algo comenzó a producirme un sentimiento entre malestar, preocupación y desidia. Malestar por lo que veía que pasaba en las calles. Demasiados comercios y tiendas cerradas, mucha gente desempleada y algunos de los que trabajan en unas condiciones que hace 20 años casi nadie aceptaría. Preocupación por mi propio futuro y el de las nuevas generaciones y muchas personas llegando en unas circunstancias extremas, con la esperanza en una Europa que ni les espera ni a veces les quiere. Desidia por mi parte, o pensar que los que mandan lo hacen muy mal, no tan mal … hacen lo que pueden o lo que quieren. Pero digo desidia por mi parte porque no hacer nada a pesar de disponer de algo de tiempo y recursos para ayudar a que cambie esta sociedad para bien.
Otra pieza, fundamental en este puzzle trucado, fue la entrada con fuerza de partidos políticos nacionales y otros de algunas comunidades autónomas. Partidos regionales que, lógicamente, piden para sus comarcas, bien sean más ayudas, privilegios o incluso la independencia. Los entiendo. Entiendo su idea de defender lo suyo primero y después lo que venga ya se verá. Digo que los entiendo porque yo pensaba igual. Creía que mi Galicia natal era distinta y con unas características muy especiales: por desgracia, desde mis bisabuelos hasta mi generación no hemos dejado de emigrar. Toda esa “Fouteza” (fortaleza) Celta se va por el desagüe a la hora de la verdad.
Otra revelación de los tiempos políticos que nos tocan vivir es que los padres o abuelos de la democracia, alzan la voz con perplejidad para recordar lo que se consiguió hace mas de cuarenta años. Esto, lo conseguido, no fue otra cosa que un acuerdo para, al menos, tratar de convivir en paz.
Todo esto lme animó a interesarme más por la política e incluso participar en ella de forma activa un partido en concreto.
Lo que intento reflejar es la idea de que seguimos como en el poema de Antonio Machado; “Españolito que vienes, al mundo te guarde Dios”. Una vez más aparecen las dos Españas: la que agoniza y la que duerme. Ambas salen a diario en los medios de comunicación. Pero estamos tan acostumbrados a verlas y a coexistir con ellas que son como un mal olor, que con el tiempo te acostumbras y no lo notas.
Reconozco que formo parte, en mayor o menor medida, de la España que duerme. Lo malo es que quizás no me falte mucho para comenzar a ser de la España que agoniza. Por eso mismo me acerque a un partido político, por miedo; un miedo irracional por lo que pueda suceder, más que por un miedo real y cercano. Pero ha conseguido moverme, y al vencer esa inercia ese temor ha desaparecido. Sé que entraña cierto riesgo el ponerte o exponerte delante de la gente que pasa y se te queda mirando, pero si quieres algo, algo te cuesta. En esta vida no hay riesgo cero en nada.
Al movilizarme, me interesé, me preguntaré y salí de mi zona cómoda. Leí sobre temas que me parecían un autentico tedio, como los reglamentos internos de un partido político, la misma Constitución (que, una vez que empiezas a entenderla, resulta mucho más digerible e interesante),y asistí a los plenos del ayuntamiento.
No me cogió de sorpresa algunas tiranteces dentro del partido, sobre todo por los cargos y el protagonismo. Sí que me chocó que algún conocido me preguntara por los “puestos” antes que por lo que se hacía en el partido o cómo se trabajaba. Pero bueno, la idea de que no se hace nada y se cobra mucho esta muy arraigada. Aunque las bases, sí que trabajamos.
Lo que quiero transmitir es que estamos yendo hacia una deriva que me asusta. Sobre todo me asusta el sueño y la desidia de unos frente a la agonía y desesperación de los otros. Sé, como formador, que lo que necesita nuestra sociedad es que nos impliquemos más, que participemos y nos informemos. Que cada uno defienda sus ideas, pero con argumentos reales. Que esas ideas sean entendidas con sus pros y sus contras. Que podamos entender la forma de pensar del contrario, aunque no la compartamos.
Sólo el comprender al contrario hará que esta deriva política llegue a buen puerto. Sólo el esfuerzo por empatizar con cómo siente el otro hará que seamos más tolerantes, más ilustrados y más exigentes con quienes nos dirigen. Porque lo que parece es que nos vamos a estrellar y no porque se lleve a cabo una idea u otra de gobierno. Cualquiera de ellas puede salir bien o mal. Lo que hará que nos llevemos el golpe será que nos llenemos de rabia y revanchismo. De odio y resentimiento. Y que al final se apoye al que lo hace mal, al corrupto y al demagogo, porque simplemente es de los nuestros.
Pelea de ciegos
En este vídeo de broma, un hombre de mediana edad azuza a dos adolescentes, mientras un cuarto, más veterano, se ríe. Me pregunto si las derechas y las izquierdas de este país son los adolescentes con la venda en los ojos, el de mediana edad es quien fustiga los odios y el veterano quien recoge los frutos. Otra gran preocupación que me intranquiliza es que, si todos queremos lo mismo, si todos queremos el bien común por qué solo nos pelearnos. ¿Cuál es el motivo por el que no nos ponemos de acuerdo? No podemos, al menos, llegar a un acuerdo de mínimos.
La Constitución Española fue respaldada por casi un 90% de la población hace algo más de 40 años. Ese 10% que no la refrendó se está llenando de una manera preocupante ¿Qué llama a esas personas al radicalismo? ¿La incultura, el resentimiento, la falta de oportunidades? Todo esto tiene remedio, pero este remedio viene dado a partes iguales entre el individuo y la sociedad como tal.
Espero que transmitir esta idea sirva para concienciar de lo necesario de la formación y participación de todos en política. De una manera más o menos activa, desde leyendo y reflexionando acerca de un programa electoral hasta ser el candidato en una lista. Pero rechazando la idea tóxica de que es lo mismo votar a unos que a otros. No da igual quien gane. Así quien gana es la ignorancia, el no saber, el no darte cuenta de si te están engañando o no. Así ganan los que destruyen. ¡No les dejes!
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