Esta es la frase con la que Tácito, el historiador romano, resumía los hechos por los que la República romana había permitido a Octavio Augusto proclamar el Imperio con él a la cabeza. Esta es la frase con la que en muchos periodos de la historia se podría explicar cómo el populismo, las malas gestiones, el liderazgo de los mediocres, la radicalización de las minorías, las excesivas presiones sobre la mayoría de la población que ve formarse una sociedad que no se corresponde con sus ideas, llevan a la renuncia voluntaria a los derechos por parte de las gentes y a otorgar el poder a formaciones políticas de tipo dictatorial. “Todos cansados”, todos hartos de que se nos convoque cada cuatro años para luego legislar y gobernar de espaldas a nuestras aspiraciones.
Todos cansados, hasta las narices, de minorías que imponen su criterio llevando hasta el ánimo popular una sensación de hastío y no pertenencia que les hace mirar con añoranza hacia sociedades más férreas, de criterios absolutistas. Porque una cosa es la evolución y otra la involución.
Todos cansados, desmoralizados y furiosos, viendo como en el tablero político se juegan partidas que a los que somos de a pie nos importan un ardite. Viendo como siempre hay excusas para recortar los derechos individuales, para abandonar a los débiles y a los necesitados, para aplastar a los que intentan denunciarlo, para marcar con mayor rigor la frontera entre potentados y necesitados, para enfrentar con cualquier excusa y evitar reivindicaciones que realmente sean necesarias.
Todos cansados, tristes, incrédulos, observando una pretendida oposición al poder que hace todo lo posible porque este se perpetúe. Que lejos de aportar posibles soluciones reivindica la creación de nuevos problemas. Que lejos de representar a la gente de la calle, sus cuitas, sus anhelos, sus aspiraciones, pretenden imponerle otros que ellos no desean.
Todos cansados, introspectivos, desesperanzados, observando entre la desidia, la ironía y el viejo germen de lo que nadie desea desear, como nos escamotean día a día la libertad, la justicia, la equidad, la fraternidad, el pasado, el presente y el futuro sin que encontremos los resortes para evitarlo. Los resortes para devolverles sus engaños, sus mentiras, sus palabras huecas o retorcidas y sumirlos en el pozo de la ignominia de donde nunca deberían de haber salido.
“Todos cansados, introspectivos, desesperanzados, observando entre la desidia, la ironía y el viejo germen de lo que nadie desea desear, como nos escamotean día a día la libertad, la justicia, la equidad, la fraternidad, el pasado, el presente y el futuro”
Cuncta fessa. Todo es cansancio. Todos cansados.
No hace falta un Tácito para entender lo que está pasando. No hace falta ser una gran analista para comprender como nos están llevando a unos contra otros, diviendiéndonos en facciones controlables, mediante ideologías, mediante banderas, mediante canciones, para que no podamos tener la fuerza imprescindible para plantarnos y decir basta. Basta¡, Baaastaaaa¡¡¡
Todos cansados, entregados. Entregados con fatalidad a lo que acontece. Entregados con ceguera a fanatismos alienantes. Entregados con furia unos contra otros. Entregados desde nuestra más incipiente educación a ser títeres incapaces de un pensamiento libre e independiente.
Fessa sum. Fessi sumus. Cuncta fessa. Hasta que alguien, dentro de no mucho, sea capaz de recoger todo ese cansancio, toda esa desazón y llevarla por un camino indeseable, indeseado, intolerable, pero libremente elegido por todos los abandonados, ignorados, resabiados, hartos, de este mundo.
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