CONTRA EL FATALISMO, LIBERTAD.

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De manera inesperada encuentro unos datos comparativos que llaman mi atención. En 1966 la renta per cápita de Corea del Sur era de 130 dólares, y la de Egipto 164 dólares. Este país tenía entonces más de 30 millones de habitantes y al año siguiente se produciría la guerra de los Seis Días entre árabes e israelíes. En aquella fecha, Corea del Sur tenía algo menos de 30 millones de habitantes y hacía seis años que un movimiento estudiantil había derrocado al gobierno de la I República, establecida doce años antes, tras la división de la península en dos partes que decretaron soviéticos y estadounidenses.

Medio siglo después, en 2016, la renta per cápita de Corea del Sur era de 30.000 dólares y la de Egipto sólo de 2.500 dólares. Este país tenía ya más de 94 millones de habitantes y tres años antes se había producido un golpe de Estado contra el Gobierno de los Hermanos Musulmanes, salido de las urnas. En 2016, Corea del Sur tenía más de 51 millones de habitantes y, a final de año, la presidenta de la VI República fue destituida por una moción de censura, tras descubrirse una trama de corrupción, con extorsiones y malversación de fondos públicos.

Tengo por cierto que de ningún modo hay que hacer caso a los fatídicos estigmas que se decretan de forma automática. Hacerlo nos lleva al marco de las profecías autocumplidas (un concepto que introdujo el  sociólogo norteamericano Robert K. Merton, como también formuló el efecto Mateo). Se parte de un supuesto falso, un prejuicio negativo sobre alguien que se da como indiscutible, y desde esta creencia cultivada se potencia que se verifique. Por ejemplo, jamás me podría permitir a mí mismo predecir en público lo peor para mis estudiantes más ‘torpes’. No sólo sería prepotencia, crueldad y maldad, sería engañoso e imperdonable hacerlo, pues los empujaría en esa dirección. Hay que potenciar lo mejor de todos, es nuestro destino.

Hubo dictadura en Corea del Sur hasta finalizar 1987. En el tránsito hacia la democracia se produjo un consenso para mejorar la enseñanza, y este proyecto fue tomado en serio como un objetivo nacional. Hoy se puede decir que población coreana se ha convertido en una de las más instruidas del mundo. ¿Bajo qué condiciones se produjo tan radical mejora? ¿Hay sociedades incapacitadas para obtener esos logros? ¿Por qué?

No conozco detalles de sus programas de enseñanza, pero tengo por seguro que, además de mejorar la cultura general, se ha potenciado la capacidad lógica de los estudiantes. Rigor al argumentar, fuerza de voluntad, libertad, imaginación, capacidad de expresión y rechazo del voluntarismo (desde éste se fundan previsiones sólo en el deseo de que se cumplan los deseos y no en sus posibilidades reales). En definitiva, se precisa un vigoroso sentido de la realidad. Julián Marías decía que el hombre rinde el máximo de su capacidad cuando adquiere plena consciencia de sus circunstancias.

De nuevo hay que insistir en la importancia de emular a los mejores, con ganas de aprender y de hacer las cosas mejor. Dirijo otra vez mi mirada al milenario Egipto. Y me concentro en unas imágenes:

Estamos en 1958, ya nacionalizado el Canal de Suez, el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser, líder del panarabismo, se dirige a un concurrido auditorio y comparte con ellos que el líder de los Hermanos Musulmanes lo primero que le pidió fue hacer obligatorio el uso del hiyab y que cada mujer que pasease llevara pañuelo. La carcajada del público es estruendosa, al considerarla una pretensión ridícula. ‘¡Que se lo ponga él’!, dice alguien del público. Un retroceso al siglo X, cuando el califa egipcio Al-Hákim bi Amrillah sólo permitía pasear de noche. El laico, sonriente y carismático Nasser insiste: “En mi opinión, dentro de su hogar cada persona elige sus propias reglas”.

Cuesta imaginar, pero fue así. Estas imágenes nos asombran, parecen inverosímiles. ¡Cuánto ha avanzado la regresión!

Me parece formidable una afirmación del Rais, que suelta como lo más normal del mundo: “dentro de su hogar cada persona elige sus propias reglas”, pero no fuera.

Y otro detalle: “En mi opinión”. Unas palabras que no recuerdo en los labios de nuestros políticos de hoy día. ¿Cuándo lo oyeron ustedes por última vez?

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