Que el tío Floren sea uno de los principales manejadores del cotarro en España no es cosa nueva. Lo que sí puede llegar a ser novedoso para algunos u otros es el cómo de su manejo. No es sorprendente que las cadenas televisivas y de radio tradicionales no se hayan hecho eco alguno de las frescas filtraciones de audios del tío Floren, ya que él mismo reconoce en uno de tantos que controla los principales medios de comunicación del país a través del dominio y del poder, manejando a ciertos personajes público-mediáticos, controlando qué se dice y qué se oculta al populacho.
La noche del martes de la semana pasada estuve conversando con un extraordinario amigo: es poeta y ensayista, entre otros oficios y hobbies. Ambos coincidimos en que la comunicación intergeneracional está rota; la juventud de hoy en día ya no reconoce a la vejez como una fuente de sabiduría y experiencia. Si llega a reconocerla, en muchas y tristes ocasiones, es como un lastre (este hecho queda claramente simbolizado en una escena del anime Attack of Titans en el que los jóvenes pertenecientes a la facción disidente del ejército, la facción Jaeger, se rebelan y desechan como un pañuelo a uno de los mandos más experimentados). También comentamos que la comunicación intrageneracional también lo está, rota. Por supuesto, de diferente modo, quizá desgarrada más bien. La ausencia o la extrema escasez de comunicación efectiva, de espacios culturales físicos y virtuales, dinámicos y didácticos, de interés por el saber, de ganas de leer, de ganas de escuchar(se) y comprender(se), de fuerzas y ánimos y/o de amor por la vida puedan ser algunos de los factores que limitan, impiden, imposibilitan que la transmisión del saber fluya, que el conocimiento y el entendimiento profundo de las cosas, de la realidad, del mundo y de la vida sea heredado.
No hay duda alguna al afirmar que el sistema educativo actual es uno de los principales pilares que sostienen la mediocridad, la ignorancia y el desinterés por el saber; ese natural sentimiento de tímida y bondadosa vergüenza que nace en las personas ignorantes debido a la honesta aceptación de la propia ignorancia se encuentra en peligro de extinción, y qué pena, pues ahora mismo parece que lo que se premia es el sentirse muy orgulloso de ser ignorante, incluso diría que se premia el sentirse con el mismo derecho a decidir sobre un tema complejo y delicado sin tener pajolera idea, ni interés por tenerla, sobre el tema en cuestión, sin haber llevado a cabo una mínima investigación personal al respecto, sin nutrirse de fuentes de información variadas, sin darle al menos un par de vueltas al tema con una mínima intención (auto)crítica, racional y honesta, entre otros aspectos. Me gusta llamarlo, con sorna ligera, la democratización de la opinión científica. La enseñanza, desde bien chiquitos, basada en la competición en vez de en la colaboración, en la memorización en lugar de en la creatividad, en los exámenes y no en los proyectos, es una lacra: una cicatriz que permanece en el tiempo, la cuál nos indica, si prestamos curiosa atención, que el sistema de educación vigente no busca desarrollar la potencialidad del individuo, sino más bien caparla. Si lo observamos con detenimiento, puede apreciarse que este sistema asemeja al sistema de producción industrial primigenio, el que nace hace unos pocos siglos: cada alumno es tratado como un pedazo de un mismo metal que hay que golpear, machacar, derretir, moldear para que se ajuste a los parámetros que la sociedad impone que deben ser; en otras palabras, cada alumno es sometido durante años a un mismo proceso común con el fin de que cada uno de ellos obtenga con el transcurso de los años ciertas mínimas idénticas nociones epistemológicas, morales y de cultura general. De este modo, cada alumno se convierte en un engranaje más que es insertado inconscientemente en la gran máquina socioeconómica y política. Así pues, cada alumno deja de ser una orgánica semilla única que debiera ser regada, cuidada y acompañada con afecto y rectitud para pasar a ser un esqueje que se inserta a la fuerza en un tallo transgénico y que depende del mismo para sobrevivir y mínimamente progresar en sus esfuerzos por desarrollarse. La naturalidad y la naturaleza son corrompidas; la pureza se pervierte; la bondad (el bienhacer) y la honestidad (el bienquerer) escasean.
Por otro lado, la irrupción total de las redes sociales en la vida de la aplastante mayoría de la población mundial ha propiciado un nuevo cambio en el cómo de las comunicaciones humanas. Podría enumerarse la cuasinfinitud de redes sociales que existen hoy en día junto a sus respectivas cifras de descargas con el fin de explicitar y visualizar mejor este hecho; no obstante, el calibre del mismo hace que esto sea innecesario. Es innegable la capacidad de las redes sociales para moldear la conducta humana, pues estas son herramientas muy potentes de transmisión de información, sea cual sea el formato. La información, para quién no lo sepa, es el bien más preciado que un ser humano puede llegar a conservar, controlar, poseer, obtener, compartir, perseguir… Además, para quién tampoco lo sepa: estamos viviendo una tercera guerra mundial. Esta guerra, en cambio, no es una guerra al uso. El campo de batalla no está formado por valles y montañas, ni por ríos y puentes, ni por ciudades y carreteras; el campo de batalla es uno: la mente humana. La munición y las armas que se están usando no son balas ni bombas, tampoco metralletas ni fusiles; sino creencias, ideologías y mentiras. Si uno se fija, se dará cuenta de que todas ellas, sin excepción, giran en torno a y dependen de un mismo sentimiento: el miedo; y por ende, generan desconfianza, deshumanización, alienación, resignación, irracionalidad, conformismo, violencia…
La pérdida de libertades y derechos fundamentales que el individuo y la sociedad ha sufrido recientemente es un hecho indiscutible; suma y sigue. Los Estados lanzan decretazos a diestro y siniestro, coartando y limitando la vida de la población general por, según dicen, razones de emergencia y seguridad, de tipo sanitario. La seguridad prevalece sobre la libertad: esto me huele a algo en concreto. El último martes de julio de 2021 leo titulares de fuentes no tradicionales que alertan sobre que el suicidio pasa a ocupar el puesto número uno en el podio de las causas de muerte entre los jóvenes españoles, por encima de los accidentes de tráfico; por encima también de la COVID-19. En cambio, el mensaje que es comunicado a la población general no es este, el mensaje oficial y oficialista se limita a incitarte a que te vacunes, a convencerte de ello; a ti y a los tuyos; a que supuestamente seas solidario con la salud ajena a través de permitir y resignarte con que se te inocule una sustancia, o una mezcla de varias, aunque como está viéndose a diario, pueda llegar a causarte graves problemas de salud. La balanza riesgo-beneficio jamás antes había sido tan manipulada, y ya es decir mucho. Con este fin, al compás de la evolución pandémica, se ha hecho uso de infinidad de técnicas comunicativas: se han romantizado los cierres de negocios, los confinamientos, el uso indiscriminado de mascarillas y geles antisépticos, la práctica de la distancia de seguridad y las vacunaciones como acciones sociales solidarias; han aparecido en televisión y otros medios figuras mediáticas del calibre de Belén Esteban y Jorge Javier Vázquez promoviendo la seguridad y la eficacia de las vacunas, además de incitando a los televidentes a consumirla; se ha denigrado a toda aquella persona o grupo que haya cuestionado públicamente alguna o algunas de las cuestiones que giran en torno a la pandemia actual y se la ha tachado de negacionista, conspiranoica, terraplanista o lo que sea necesario; se han censurado muchísimas fuentes de información; se ha premiado a nivel comunicativo a aquella persona que decide acatar a pies juntillas cada decisión del Estado, independientemente de que esta o aquella medida acatada no sea beneficiosa para su salud, de que sea inconsitucional o de que esa persona sea consciente de esto o aquello: mientras conforme…; se ha forzado y obligado a los niños a usar mascarilla a diario durante muchas horas cuando está más que científicicamente demostrado que, para ellos especialmente, es inútil, contraproducente y dañino para la salud…
En cambio, se han omitido las cifras absolutas de la pandemia: a día de hoy (4,19 millones de muertes atribuidas a la COVID-19 dividido entre 7,674 billones de seres humanos que pueblan el planeta multiplicado por 100 da un resultado, en porcentaje, de 0,055%). Teniendo en cuenta que la famosa gripe española de 1918-19 “en solo un año acabó con la vida de entre 20 y 40 millones de personas”, según Wikipedia, y que incluía una alta mortalidad infantil (la respectiva gráfica de mortalidad por edades asemeja una W) en contraposición a nuestra situación actual ya que la COVID-19 apenas ha afectado a los más peques (la gráfica de mortalidad por edades asemeja a una función exponencial), además del hecho de que muchas muertes de por todo el planeta han sido atribuidas a la COVID-19 por el simple hecho de obtener un test PCR positivo a modo de diagnóstico poco antes de la muerte del individuo en cuestión (incluso cuando la sintomatología que pudiera derivar en muerte era debida a otra enfermedad), podemos llegar a asegurar que la ya recalcitrante crisis pandémica que supuestamente seguimos viviendo se sostiene por los incesantes mensajes de miedo que emiten todos los medios de comunicación principales, subyugando a la población a la miseria moral y a una salud mísera. También se ha omitido que desde el confinamiento de la primavera del 2020 no existen cifras oficiales sobre la usual y anual evolución de la gripe común. Tampoco se habla de conceptos como la generación de resistencia a los medicamentos por su consumo excesivo, las diferentes reacciones que se pueden producir en el organismo cuando se le ha inoculado algo completamente nuevo, la eugenesia, el transhumanismo, el código de Núremberg… No se da voz a todos los estudios científicos que demuestran como el uso constante e indiscriminado de mascarillas en el día a día es completamente inútil para frenar contagios víricos e insano para el organismo humano: un abuelo no necesita llevar una mascarilla que le obstruya su respiración e impida que sea fluida mientras pasea a mediodía por el paseo marítimo bajo 35º centígrados de sol picante; tampoco una niña de 8 años precisa de usarla durante todo el santo día, semana tras semana, en el cole, en las clases, en el patio, en la calle, en la extraescolar de turno, con los abuelos, con los papis, con los amiguitos… Tampoco se dan consejos, ni se producen protocolos, ni se guía a la población para que aprenda a estimular y entrenar por cuenta propia su propio sistema inmunológico.
Tampoco se ha comunicado a la población general absolutamente nada sobre sucedidos eventos tan relevantes como el Event201, CyberPolygon, las muertes de algunos de los presidentes negacionistas de la COVID-19 como los de Burundi, Tanzania y Haití durante esta pandemia, además de los tres intentos de asesinato al de Madagascar, el presunto suicidio de John McAfee, las incontables manifestaciones que se suceden literalmente a diario en decenas y decenas de ciudades occidentales que aúnan a millones de personas todos los días protestando contra la instauración de un regímen totalitario basado en el control de la tecnología, lo sanitario y la psicología humana; ni sobre proyectos tan potentes como ID2020, BrainSTROMS, HAARP, entre muchos otros; ni tan siquiera sobre la existencia de tantísimas patentes que pondrían los pelos de punta a cualquier mortal común, corriente y normal. Tampoco se ha hecho saber públicamente que figuras tan famosas como el propio Bill Gates, el filantropísimo fundador de Microsoft es autor de la frase “if we do a really great job on new vaccines, health care, reproductive health services… we could lower that by, perhaps, ten or fifteen per cent” (Traducción: si realizamos un buen trabajo con nuevas vacunas, el sistema sanitario, servicios sanitarios de reproducción… podríamos reducirla [la población mundial] entre un diez y un quince por ciento), la cuál puede ser atendida por los oídos propios de cada cuál si se busca en YouTube el vídeo de tres minutos de duración titulado “Bill Gates Vaccines are used for depopulation”. Tampoco se ha comunicado que su principal fundación, Bill & Melinda Gates Foundation, es la principal fuente de financiación directa de la propia Organización Mundial de la Salud, por encima de cualquier Estado, desde que Donald Trump decidió hace poco que EE. UU. dejaría de financiarla. En este momento, la fundación escaló del segundo puesto de financiación al primero. Tampoco se ha hecho saber a nadie ninguna de sus otras financiaciones. Digo yo que no es difícil, una vez sabiendo algo de todo esto, darse cuenta de que uno de los principales magnates tecnológicos del planeta, copropietario de muchas patentes peculiares, financiador de numerosas empresas y proyectos concretos, terrateniente número uno en EE. UU. desde hace unas semanas, entre otras cositas, pudiera tener unos pocos conflictos de interés y que su blanqueada filantropía pueda ser la piel de oveja que camufla al lobo dentro del rebaño.
Por tanto, por todo esto y por muchísimo más que pudiera ser comentado en futuras ocasiones, es fácilmente probable alcanzar a concluir que la comunicación, en términos generales y en sentido amplio, a día de hoy, es excesivamente inefectiva. La realidad está construida sobre la mentira, la posverdad, las fake news, las tergiversaciones, el ocultamiento de la verdad, la hipocresía; es decir, sobre lo falso. No he leído aún nada sobre teoría de la comunciación, aunque quizá debiera, pero me parecen muy interesantes dos ideas o conceptos que pensé el otro día al respecto: vectores de comunicación y árboles de comunicación. Próximamente, trataré de repensarlos bien y desarrollarlos adecuada y profundamente.
Ah, para acabar: no me creas nada en absoluto; por favor, investiga por tu cuenta. Comprueba, verifica y concluye independientemente. Luego, ya si eso, actúa responsable y consecuentemente. Un cálido abrazo, estimado lector. Hasta más ver.
Hacía tiempo que no leía algo tan honesto en un medio de comunicación, con este artículo plaza abierta se ha ganado un nuevo lector. Enhorabuena Rubén