CIUDADANOS VERSUS DIABLOS

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La humanidad ha evolucionado como especie gracias al instinto de supervivencia que llevamos grabado en el ADN y gracias por tanto la altruismo y la solidaridad, lo cual me recuerda a Miguelón, el antecesor de la galería Aurora de la excavación arqueológica de Atapuerca, a quien los miembros de la tribu le mantuvieron con vida durante meses turnándose entre ellos para masticarle la carne cruda –una labor que llevaba mucho tiempo en un medio en el que el tiempo era crucial para sobrevivir–, resultando al fin y a la postre, es a lo que voy, que hace ochocientos mil años, nuestros ancestros pensaban en los demás mientras hoy los demás somos una masa bastante grande de homínidos dominados por una tribu de diablos que, no contentos con detentar el noventa y ocho por ciento de la riqueza, y no estando por tanto satisfechos, solo ansían utilizar el dinero para acumular poder y tener esclavizada a toda la humanidad, apetito al que se han prestado, a cambio de unas cuantas migajas, los títeres que nos representan en las instituciones políticas, y que, por sintetizar, son gente débil, sin carácter, sin valores éticos, ni humanismo para liderar los viejos estados nación de la civilización occidental, cuyos muros antes sólidos, hoy se antojan derruidos y pisoteados por las pezuñas del nuevo Satán que amenaza a la especie.

El estado nación y la representatividad de la ciudadanía en las instituciones ha caducado como modelo para sostener la convivencia, pues los poderes financieros están por encima de los estados, los controlan y financian o asfixian, según toque, y se pasan por el arco del triunfo un derecho que no tiene suficiente poder coactivo sobre ellos. Si en el Renacimiento hubo mecenas, millonarios de la época que soltaban la pasta a artistas, científicos e intelectuales, pues pensaban que, desde el humanismo, el dinero servía para hacer cosas, en nuestra época los diablos podridos de parné son unos analfabetos funcionales cuya máxima aspiración es tener poder sobre nosotros y constreñir la libertad individual y el pensamiento crítico. Se corresponden con un perfil acomplejado y un egoísmo narcisista necesitado de autoafirmación constante. Que nadie se salga del tiesto, eso es lo que predican y promueven mientras muchos de los que me leéis ejercéis de delegados suyos estigmatizando a los últimos románticos que quedamos sobre la faz de la Tierra.

Los últimos románticos somos una estirpe de ciudadanos que no queremos ser meros individuos, sino que luchamos por mantener el estatuto que el constitucionalismo del siglo XIX nos dio a todos por el mero hecho de nacer esculpidos como hombres y mujeres con la consciencia ética de serlo. Respiramos razón y sentimiento. Nos anclamos a la raíz de la tierra que pisamos pero nos elevamos por el espíritu que nos transforma en seres armónicos. El racionalismo moderno, que nos ha dado muchas cosas mientras no se ha apartado de los valores éticos inspirados por el humanismo cristiano, ha creado un ser humano que prescinde de todo aquello que nos ha traído al puerto de la civilización. Estamos frente a los diablos, majestades satánicas que, por algo tan efímero como el poder, quizás por los secretos de una vida prolongada, quizás incluso por la capacidad de sobreponerse científicamente a la muerte, nos han convertido en una estadística sobrante. Todos los tiranos, y ellos lo son, aspiran esencialmente a la eugenesia, extirpan lo que les sobra, desprecian las grandes conquistas de la humanidad, nuestra capacidad, desde las cuevas prehistóricas, para conectar con lo numinoso y bajar la cabeza y ser humildes frente a la grandeza de todas las fuerzas que nos superan.

Tengo casi sesenta años y nunca había sentido asco de los que, por encima de nosotros, administran la sagrada existencia de miles de millones de seres esparcidos por la faz de la Tierra. Siento asco y rebeldía, no puedo tolerar a tanto idiota vestido de traje bailando con los diablos de este turno de la historia en que el totalitarismo ha sabido fascinar a la gente con un simple coqueteo virtual. No lo tolero porque soy un occidental consciente de serlo, porque valoro la Ilustración europea, que ha dado sentido profundo a lo humano, porque soy jurista y valoro la ley como instrumento de aplicación de valores éticos, y porque cuando algo me chirría me planto de frente y digo no ¿Vais a seguir tolerando esta mierda o, por el contrario, estáis dispuestos a devolver a la humanidad la consciencia de serlo?

1 COMENTARIO

  1. Apasionante texto. Que el asco percibido y sentido sea motor de la rebeldía. Que no se estanque, que no pudra. Yo he experimentado tal pútrido estancamiento y no es sano ni útil. Te admiro Guillermo porque eres proactivo. También audaz, conciso y certero. Un abrazo enorme. Nos vemos pronto.

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