Me comentabas el otro día, ya no recuerdo a cuento de qué, que si era cierto, que no digo yo que sí, ni que no, que alguien ya ha logrado averiguar el peso del alma, también debería de poder medirse. Mi osadía, como bien sabe mi entorno, no sabe de imposibilidades, así que te expuse una fórmula que, he de reconocer, en poco tiempo acudió a mi planteamiento. Lo primero, y efectivamente no menor, era decidir el ámbito desde el cual enfocar la resolución del problema.
Podría ponerme científico y hablar de la inflación de los universos y las vidas recurrentes. También podría ponerme religioso y hablar de la identidad del alma y el Espíritu Santo y por tanto la proporción de deidad y universalidad que le corresponden. No descartemos el enfoque ocurrente e intentar un cálculo-razonamiento semejante al de la termodinámica del infierno. Pero cualquiera de esas posibilidades exigía de un tiempo y conocimientos de los que carezco, por lo que me decidí por un cálculo inmediato y establecer una suerte de ley gravitacional del alma, así, a volapié, que diría:
D = A^N + a * n – O * N1 + B * S – I + M [con intervalo de valores entre 0 e infinito]
Donde:
D = Radio medio de la órbita (en realidad perímetro) del alma
A = Amor irradiado en pasionones.
N = Número de personas a las que se ama
a = Cariño verdadero, del que no se compra ni se vende (acordarse de convertir las décimas de pasionón en pasionones a la hora de aplicar la fórmula)
n = número de personas a las que realmente queremos
O = Odio irrefrenable (también en pasionones)
N1 = Numero de personas a las que, culpa suya fijo, odiamos, y a partir de ahora más por robarnos un poco de alma.
B = Capacidad de apreciar la belleza que nos rodea (convertir los disfrutinos en pasionones según la relación 1 disfrutino = 0,3 pasionones)
S = Número de veces en que nos sorprendemos con la belleza que nos rodea al mes
I = Cuota fija de indiferencia general (no vale descontar las de preocupaciones, son inapreciables para la formula)
M = Grado de indignación con el mal y la desgracia ajena (convertir los cagoental en pasionones multiplicando por 2)
Si, ya sé, para que una fórmula sea medianamente aceptable debe de cumplir dos condiciones que en principio aquí no parecen contempladas, la primera es que debe de contemplar el número áureo si queremos asegurarnos de su armonía con la naturaleza. Sobre la segunda, en principio toda expresión matemática es traducible a música, espero que la mía lo sea y además suene bien, pero para verificar esto necesitaré la colaboración de alguien con las dotes musicales de las que yo carezco. Lo que si tengo más o menos claro es que, sobre todo de ciertas almas, el resultado no resulte dodecafónico.
¿Y el canto, el baile, el amor, el intelecto? ¿Cómo se contemplan en la fórmula? el canto, el baile, son instrumentos mágicos para inducir el trance y como tales son medibles en disfrutinos e incorporables en la variable M de la formula. Yo creo que todas las almas, hasta aquellas que nos parecen más viles, tienen la capacidad de amar, por supuesto libremente, ya que no existe otra forma posible -el amor es libre incluso de ser esclavo-. Es verdad que en estos casos su valor final D , será muy bajo debido al término O * N1, pero aún así positivo y siempre ajustado al nº de oro, ya que el pasionón es, inevitablemente, múltiplo de este. El pasionón es la unidad de medida del gran creador, del principio generador. Incluso, y ya inmersos en esta osadía, podríamos elucubrar y establecer que 1 pasionón es la unidad básica de creación y equivale a la energía vital que necesita una célula para dividirse.
Respecto al intelecto hay que convenir que es fundamental en la evolución del hombre, y que solo aquel capaz de alcanzar intelectualmente el más puro de los egocentrismos, será capaz de repartir el mas inmenso de los amores. Deja que me explique: solo aquel hombre que logre sentir en sí mismo el daño que le puede hacer a los demás, y por tanto evitarlo para evitárselo, será capaz de llegar al amor. Sic “Y al prójimo como a ti mismo”. Al fin y al cabo el intelecto no debe de ser otra cosa que el obrero que usa las herramientas morales para llegar a alcanzar los fines del alma: la fraternidad, la libertad, la igualdad, el amor.
A primera vista, parece inevitable que la formula desemboque en una reducción del èrimetro del alma en el transcurso de una vida, pero estoy en desacuerdo. Yo creo que la evolución es directamente proporcional a la evolución moral, no necesariamente intelectual, de la persona. Si esa evolución es positiva, y según yo lo veo, los términos evolucionarían de la siguiente forma:
A = Podemos suponerlo constante, ya que aunque ciertas pasiones van decayendo, la calidad de las mismas aumenta.
N = se mantiene más o menos constante a lo largo de la vida, cambiamos predecesores( por supuesto progenitores) por descendientes, puede incrementarse algo o disminuir algo, pero no gran cosa.
O = Lo mismo que A, a lo largo de la vida se van adquiriendo nuevas relaciones que no descartan las anteriores.
N1 = Si bien la vida nos va presentando a una serie de individuos con los que no conseguimos sintonía, vamos aprendiendo a convertir O en I, por ello es imprescindible odiar con odio absoluto, aunque racional, a aquellos que no podemos ignorar, eso disminuirá la capacidad de odio personal y disminuirá n en favor de I.
a = evoluciona con la persona. Cuanto mayor es la evolución moral mayor es la capacidad de querer a los que te rodean. Cierto que mayor es el grado de exigencia, pero cierto también que debe de ser mayor el grado de transigencia.
n = ¿Y cómo no los vas a querer si casi todos tienen algo amable?, si no es así, posiblemente el fallo esté en ti mismo.
I = crece siempre, salvo que se alcance la perfección.
B * S = la verdad es que este término es complicado, porque depende más de la sensibilidad de la persona que de ningún criterio moral o formal. Yo no consigo ver belleza en ciertas formas de Arte Contemporáneo, es más, me producen rechazo e indignación, pero hay gente que sí, ¿o no? A cambio disfruto de cada una de las olas que el mar hace pasar delante de mis ojos, de cada uno de los cuadros que adornan mi casa, de cada plato magníficamente confeccionado que me sirven en un sitio nuevo, o la repetición del mismo en un sitio conocido.
En fin yo creo que para alguien que se preocupa, que se cultiva, que reflexiona, el incremento de los términos positivos es mayor que el de los negativos. Tal vez habría que añadir un término negativo más, – R, que mediría el desgaste producido cotidianamente por el roce con la vida.
Es difícil, bastante difícil, medir el perímetro del alma, establecer su peso, pero por voluntad, que no quede.