Muchas veces he orinado en el alcoque de un árbol. La deferencia entre los perros y yo, era el levantamiento de una de las patas traseras; mi técnica es otra: poner las piernas en tijera semiabierta, bajar la cremallera del pantalón, buscar con rapidez la zona de descarga, y sentir como la vejiga se descarga lentamente. Una noche de verano, coincidí en la micción con un pastor alemán que también venía con prisas. Los dos llegamos al mismo tiempo a la base de una gran acacia espinosa. Nos miramos con esa masculina complicidad, e inmediatamente comenzamos con lo que habíamos venido a hacer; piernas en tijera, pata derecha sobre la acacia, vaciar vejiga, vaciar vejiga. El Pastor terminó antes que yo, pero aguardo a que yo también finalizara la maniobra. Todo concluido. Después, cada uno por su lado. Ahora, cada vez que nos cruzamos, una especie de extraño compañerismo brota de nosotros; dos animales y una leguminosa que comparten el extraño secreto de la urea.