CARTAS SIN FRANQUEO (CLVI)- EL CAMINO Y EL CLIMA

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Desde Ítaca, hasta el camino que se hace al andar, sin olvidar los grandes viajes simbólicos que inauguraron los griegos clásicos, los poetas, los escritores, los narradores excelsos de lo cotidiano y lo vital, han comparado nuestro discurrir con el trazado lineal y cambiante de un camino que a todos nos espera, y que todos recorremos . Y no es malo el símil, no señor, pero, dada la riqueza de acontecimientos, la multitud de caminantes, y los inevitables, ya en tiempos modernos, tramos en obras, preferiblemente si es en agosto y el camino es de mucho transitar, obstáculos que los clásicos ya previeron con sus sirenas, calipsos, o polifemos,  se queda corto. Incluso Wells, y después otros, enredan con el tiempo y el transcurso, pero me sigue faltando el clima. Ningún caminante hace el camino ignorando los cambios climáticos que paso a paso puede encontrarse. El camino de la vida, a nada que lo pensemos, es el recorrido, pero es lo que lo rodea, el clima, las circunstancias, las personas que va encontrando, que en unos casos lo ayudan, pero en otros muchos lo empujan, lo embarran, lo engañan, o, simplemente, retrasan su paso.

Es verdad que las nieblas y las tormentas consiguen enredar en el viaje de Ulises, en los grandes viajes clásicos. Es verdad que no existirían los robinsones, o ciertas novelas de aventuras del XIX, sin que los vientos que arrastran globos, o barcos, sin que las grandes tormentas que provocan naufragios, pongan las circunstancias necesarias para convertir un plácido desplazamiento, en una aventura. Es verdad, pero estamos hablando del simbolismo de los viajes, y el clima simbólicamente, es más difícil de representar, más complicado de identificar.

En mi vida, si juzgo por lo vivido, que no ha sido poco, ni plácido, ni indiferente, el clima siempre me ha venido dado por las relaciones personales. He tenido tornados, he tenido aguaceros, tormentas tropicales, nieblas, periodos primaverales, y algún día tórrido. Un poco de todo, aunque la memoria tiende a recordar aquellos días, aquellos climas, aquellas personas que hicieron del confort una añoranza, y que consiguieron que el camino fuera más abrupto, o incómodo, o amenazara con volverse impracticable. Muy posiblemente mi carácter inconformista, mi afán de explorar, y añoranza, en algunos momentos, de visitar todos los ramales que han ido surgiendo, tenga también mucho que ver en la gente que me he ido encontrando. Al fin y al cabo, a nada que conserves algo de espíritu infantil y juguetón, ¿cómo puedes resistirte a chapotear en todos y cada uno de los charcos que van surgiendo a tu paso?

Claro, estoy seguro, a todos nos han surgido los accidentes climatológicos que nos invitan a guarecernos en algún saliente de la cuneta, o, que es más mi caso, a inclinarnos un poco más hacia el frente, entrecerrar los ojos, armarte de resolución, y “tirar p’alante”, que se suele decir. A veces por convicción, muchas, y a veces porque no queda más remedio. Algunos reconocerán lo que digo con el nombre de destino.

Es verdad que no todos los caminos son iguales, algunos nacen con el camino asfaltado, perfectamente señalizado, y coche para recorrerlo, en tanto otros, apenas logran distinguir una vereda que amenaza con desaparecer cada pocos pasos. Es verdad que la oportunidad de poder hacer un camino más largo, mas aprovechado, y con menos sobresaltos, no es lo mismo para unos que para otros, y que eso no es equitativo, ni siquiera justo, pero eso es lo que hemos elegido, lo que aceptamos con nuestra pasividad, y, parece ser, que lo que pretendemos legar a nuestros hijos, nietos…, pero tampoco todos tenemos las mismas capacidades, y mientras algunos con apenas una vereda, una capacidad importante, y su puntito de suerte, acaban encontrando una autopista, otros, a los que le ponen la autopista justo junto a la cuna, acaban perdidos en algún laberinto intransitable. Todo es peleable, todo es maleable.

FUENTE: istockphoto

Al final, si es que esto tiene un final, porque, como de costumbre, yo venía a hablar de torbellinos y encalmadas, y he acabado hablando de barcos, de caminos, y de oportunidades, que tampoco está mal, pero no era el objetivo, lo importante, lo fundamental, ya lo decía Homero, el inexistente, por boca de Ulises, lo importante es llegar a casa, a la meta, sin que los accidentes climatológicos, los accidentes humanos que te vas encontrando, te hagan perder el rumbo, te hagan perderte a ti mismo

Cierto es que la meta, según dicen, siempre existe, siempre se alcanza, lo que no es tan cierto es que llegues a la que tú te habías planteado como objetivo, ni que seas capaz de reconocer como tuyo, el camino recorrido. Y ese es el secreto, el único secreto que aún pregonado a voces nadie escucha, aceptar en un suspiro, no necesariamente el último, no seamos dramáticos, puede ser este, el de este momento, todo lo vivido.

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