Tal como hablábamos, a propósito de algunos debates recurrentes en la sociedad española, algunas disyuntivas que aparecen cíclicamente en nuestra sociedad son la perfecta demostración de lo que es utilizar la retórica para ocultar algunas cuestiones importantes que se prefiere que pasen lo más desapercibidas posible.
Son falsos debates donde intentan plantearse disyuntivas entre dos alternativas excluyentes, desde puntos de vista ideológicos, que en ningún caso contemplan otra bondad, o maldad, que su simple concepto general.
Hay unos cuantos debates de este tipo, y todos ellos tienen en común la posición intransigente de su defensa, y por tanto del ataque a la alternativa, la ocultación de sus defectos, y la omisión sistemática de su eficacia, o de su ineficacia.
Tú me hablabas de la disyuntiva entre monarquía y república, que últimamente parece tan en boga, pero podríamos incluir en estos debates los del sistema público o privado, sobre todo en los temas de sanidad y educación. Yo sostengo que a mí el nombre que reciban las cosas no me habla de la eficacia de su de su función, que es lo único que me interesa.
¿Es más eficaz una jefatura del estado política que otra monárquica, de alguna manera porofesional? Pues así planteado, para mí, no existe una respuesta definitiva, dependerá de la persona que ejerza ese cargo y de su capacidad para el desempeño de las funciones. Es verdad que mi concepto básico de una humanidad sin clases ni prebendas me lleva a pensar que cualquiera de los dos es innecesaria en una sociedad realmente igualitaria, cosa que esta no es, pero desde el momento en que se define un cargo, unas funciones y unas atribuciones, el título de quién lo desempeñe me trae al pairo, lo único que me queda pedirle es eficacia y conocimientos para desempeñarlo. ¿Qué se llama rey, jefe de Estado o Presidente de la República? Hechos, me importan los hechos, me importan los desempeños.
Y en este afán de que me importen los desempeños, y viendo las figuras, los curriculum, de los políticos que posiblemente optarían a ese título, un escalofrío me recorre el cuerpo, me entra una desazón, una angustia, difíciles de describir.
¿Se imaginan a Aznar de Jefe de Estado? ¿Trabajando hoy codo a codo con Sánchez por el bien del país? ¿Y a Zapatero durante el gobierno Rajoy? ¿Se podría esperar una colaboración constructiva para el bien del país? ¿O sería más probable una guerra sin cuartel entre ambas instituciones? De eficacia para los ciudadanos mejor ni hablamos.
Me pasa lo mismo con el problema de la educación, o con el de la sanidad. Entiendo, y comparto, ya lo sabes, que todos debemos de tener la misma posibilidad de acceso a las oportunidades, pero no podemos permitir que esa misma posibilidad se convierta en una trampa para los que tengan mayores talentos, en una mediocrización de las excelencias en aras de una igualdad lesiva para la realidad.
Que algo sea público, o privado, solo depende de quién lo paga, y siendo eso a sí, en manos del gobierno está que toda la educación sea financiada desde las arcas del estado. Ya está, ya tenemos toda la educación pública, y ahora veamos mecanismos por los que ciertos centros sean capaces de fomentar el mérito, reconocerlo y alimentarlo, porque eso es la educación, y esa es la obligación de los centros de formación para con la sociedad: encontrar los talentos, formarlos y lograr que su capacidad, y la eficacia de su periodo educativo, reviertan a la sociedad en personas capaces de elevar su nivel, el colectivo, sea intelectual o técnicamente.
Pero de esto nadie habla, solo debatimos sobre la necesidad de una educación de funcionarios, con medios tasados, con formaciones aleatorias, frente a centros elitistas capaces de promover un proyecto educativo buscando la excelencia y con los medios que sean necesarios para tal fin.
Yo, como padre, y como alumno que fui, tengo muy claro lo que viví, y lo que busqué para que mis hijos tuvieran las mayores posibilidades de labrarse un futuro con posibilidades, lo que nunca se me ocurrió fue en pensar que mis hijos tenían que ser reos de mis ideas, y comprometer con ellas sus posibilidades de futuro.
De la sanidad, y con mayor motivo, se puede decir lo mismo, lo único que me interesa es la eficacia, porque de nada me sirve que la sanidad sea gratuita si no es eficaz, de nada me sirve que sea universal si no dispone de los recursos imprescindibles para llevar a cabo su función.
Tampoco puedo obligar a que todos los médicos ejerzan su función en unas estructuras rígidas, en muchos casos administradas con la ineficacia propia de una actitud en la que todo da igual porque se tira con pólvora del rey, y porque la intromisión política en sus niveles dirigentes provocan prebendas y cargos que nada tienen que ver con los méritos de quienes las ocupan y que hacen que la eficacia de la base sanitaria se resienta negativamente.
¿Tenemos que renunciar a una mejor calidad sanitaria en aras a un concepto ideológico de sus estructuras? ¿Tenemos derecho a exigir la mejor sanidad posible? ¿Deberíamos de optar a una sanidad lo más eficaz y accesible posible? Creo que las respuestas se pueden dar por aclamación.
Y volvemos a lo mismo de la educación, lo que separa a la sanidad pública de la privada es el bolsillo del que sale el estipendio a satisfacer por los servicios prestados.
Nos horroriza contemplar el sistema sanitario americano, en el que un ciudadano se arruina, o se muere, si su dolencia es grave, porque no tiene otra cobertura que la que él mismo sea capaz de proporcionarse. Presumimos en España de tener una de las mejores y más completas sanidades del mundo. Y al final resulta que, llegada la gravedad, tampoco hay tanta diferencia, porque los grandes especialistas de las enfermedades realmente graves, están en instituciones privadas, fuera del paraguas de la sanidad pública, y, llegado el momento, hay que encontrar los recursos monetarios para acceder a ellos.
Lo eficaz, lo correcto, no sería hablar de una sanidad pública frente a una sanidad privada, en esta disyuntiva siempre pierde el mismo, el ciudadano, lo eficaz sería saber cómo complementar la sanidad pública con la privada de forma que todos los ciudadanos, llegado el caso y la necesidad, pudieran acudir a ella sabiendo que el estado los cubre.
Hay sistemas, hay posibilidades, para hacer que ambas opciones sean una, para hacer de una la prolongación, la posibilidad excelente de la otra, de lograr sistemas eficaces y no enfrentados, porque lo enfrentado es la cerrazón de unas ideas interesadas en tener razón y no en ser eficaces.
Tal como te dije, falsos debates en los que enredarnos para no hablar de lo importante, de lo fundamental, de la eficacia de nuestros gobernantes, de la eficacia de nuestras instituciones, de la eficacia de nuestros sistemas.