CARTAS SIN FRANQUEO (XCI)- EL RECOLETO INFINITO

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Hay dos descubrimientos realizados durante mis estudios de bachiller superior, que cambiaron mi percepción de los mundos para siempre, la posibilidad de las matemáticas de asomarse a realidades imposibles y explicar mundos exteriores inalcanzables, y la explicación de mi mundo interior gracias a la filosofía.

En esta segunda faceta de mundo interior, yo no sería como soy, no pensaría como pienso, no habría conseguido reconciliarme con mi entorno sin que Kant hubiera acudido en mi ayuda en plena crisis de valores causada por una salida traumática de un colegio religioso. Kant aplacó mis miedos y me permitió ser tolerante con quienes me habían machacado con su intolerancia, hasta el punto de haber sumido esa infausta etapa de mi vida en una suerte de crisálida que nunca ha roto su envoltura y transformado el gusano en nada que tal vez hubiera sido odioso o repugnante.

Y si Kant amuebló con valores, percepciones, curiosidades y luces mi interior, mi exterior alcanzó una percepción plausible del infinito gracias al cálculo matricial, gracias a todas las posibilidades que propone el cálculo matricial y sus ene dimensiones, cuando ene tiende a infinito. Palabra mágica, el infinito, palabra clave, dimensiones.

Hablaba mi compañera, Catalina Castillo, cuyos artículos no solo disfruto, paladeo y me producen la maravillosa sensación de hacerme pensar, hace unos días sobre multiversos. Yo empecé a concebir los multiversos allá por los años setenta, en los que mis lecturas de ciencia ficción los ponían a nuestro alcance intelectual, aún no cognitivo. Yo los imaginaba, y aún los imagino, como un racimo de uvas apretado e infinito, como una infinita, en cantidad y en tiempo, emisión de pompas de jabón que se expanden por algo semejante, pero de superior entidad, a otro espacio. Así lo cuento en mi relato breve “El Décimo Día”.

Y ¿Dónde puede estar ese espacio de superior entidad al espacio que concebimos?, en otra dimensión, diríamos rápidamente según la terminología al uso allá por los años sesenta, sin más complicaciones, sin más explicaciones, pero la cabeza suele seguir dando vueltas, buscando asomarse un par de centímetros más a la valla del desconocimiento, y surge otra idea ¿Puede ser la escala otra dimensión? Al igual que la nave de “EL Planeta de los Simios”  consigue volver al origen de su viaje después de recorrer un anillo completo del universo, igual que Elcano consigue volver al origen de su viaje después de circunnavegar el planeta ¿Si conseguimos hacer decrecer, o crecer, un cuerpo infinitamente, puede este volver a su tamaño original después de haber recorrido todas las escalas del universo entre infinito y menos infinito? Si eso fuera así, y así lo propone Ouroboro, la dimensión escala contendría una infinitud de universos, cada uno de los cuales contendría, a su vez, infinitos universos interiores, infinitamente. Pero ¿Puede haber varias infinitudes?, bueno, a nivel teórico sí. Es más, si rizamos el rizo, si damos una vuelta más de tuerca a la teoría, podríamos pensar que una infinitud de infinitos puede ser una ínfima parte de la eternidad, o, por no parar, de una eternidad.

Entonces ¿Lo eterno no es lo infinito? No, por supuesto que no, lo infinito es aquello que tiene principio pero no tiene fin, la eternidad es lo que no tiene ni principio ni fin. Lo infinito es, para el hombre, inabarcable, pero lo eterno es simplemente inconcebible.

Suelo pensar, siguiendo los pasos de la Biblia, que cuenta muchas cosas, pero apenas entendemos ninguna más allá de lecturas literales que nada aportan, y las enseñanzas de la cosmología, que nos explica que los universos son infinitos, pero la materia es finita y por tanto tiende a repetirse infinitamente con tantas variaciones como sean factibles, que dios creo la existencia al tiempo que el primer universo, estoy hablando de un dios origen y fin, no de un dios interactuante, algo así como un dios de dioses, y estableció una única ley, que la materia, única, su misma esencia, debería recorrer todos los estados posibles antes de volver a él mismo, lo que nos llevaría a que cada instante de nuestra vida, cada parpadeo, cada decisión, cada movimiento, genera una infinitud de universos que recogen todas las variaciones posibles de la materia a partir de ese instante.

Esta elucubración me acaba llevando a la conclusión de que solo hay una existencia, de que todos somos el mismo en distintos momentos de una existencia única y global, en este universo, pero como yo no puedo convivir con mis propias variaciones, no al menos en este universo, cada una de esas variaciones genera su propio universo, y así hasta agotar todas las variaciones, combinaciones y permutaciones que tengan como límite el infinito, ese entrañable y casi accesible rinconcito próximo de una eternidad cuyo solo nombre nos sume en un apenas nada que ya habíamos sentido al compararnos con nuestro pequeño y cotidiano universo, en el que vivimos. Tal vez varias, muchas, infinitas veces.

Y esto, solo teniendo en cuenta cinco dimensiones, las tres espaciales, el tiempo y el tamaño, o escala, aunque el cálculo matricial nos habla de infinitas dimensiones. Infinitas.

  EL DÉCIMO DÍA

No todo está contado, ahora resulta que la Creación tiene más de siete días.

Efectivamente al séptimo día Dios descansó, pero, dado que no es perezoso, en el octavo día contempló lo que había creado y se dijo: “Insuficiente para toda la eternidad”. Así que ese mismo día se hizo con un aparato parecido al de las pompas de jabón de los niños, y al noveno día lo usó para crear multitud de Universos semejantes al primero, que, según iban naciendo, unos explotaban y otros persistían, mientras Dios disfrutaba viéndolos expandirse y alejarse, en tanto brotaban otros nuevos. Y, según parece, en ello está aún en estos momentos; esperemos que por mucho tiempo todavía, ya sabéis lo que hacen los niños con las pompas cuando se cansan de verlas volar.

“Y al décimo día Dios jugó con los Universos que había creado”

Dios nos libre.

Por hoy, y sin que sirva de precedente, ahí lo quedo, que dicen por las tierras de la Castilla manchega.

2 COMENTARIOS

  1. Hola, Rafael:
    Maravilloso artículo. Es el primero en el que reflexionas metafísicamente de forma literal ( yo sigo tus artículos y me encantan) deberías escribir más sobre este tema, lo dominas con excelencia.
    Me han parecido geniales los ejemplos de las uvas y las pompas de jabón.
    Para mí también ( curiosamente) el espacio-tiempo es una especie de gel jabonoso donde se forman pompitas cuando las partículas subatómicas interaccionan entre ellas.
    Muchas gracias por mencionarme, es un honor para mí.

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