Me comentabas, indignado, la postura de la CEOE ante el intento de subida del salario mínimo interprofesional, y tu simpatía hacia las declaraciones de Yolanda Díaz, pero, como bien te dije, ni la CEOE representa a la mayoría de los empresarios españoles, solamente a una minoría privilegiada de grandes empresas, ni lo de Yolanda Díaz va más allá de una postura populista que la ayuda en sus ambiciones políticas. Ni el uno, ni la otra, ni los sindicatos, ni las organizaciones patronales, ni, por supuesto, y como de costumbre, el gobierno, incluida la oposición, dicen la verdad completa, o ponen sobre la mesa todos los datos para que aquellos que quieran opinar con fundamento entiendan el mecanismo y las consecuencias.
Partamos de que el salario mínimo interprofesional me parece miserable, incapaz de proporcionar una vida digna al trabajador en una sociedad cuyos sobrecostes de explotación en los servicios más básicos lastran cualquier tipo de justicia social que pueda intentarse, y que esta situación no parece interesarle, salvo como munición ideológica, a ninguna de las fuerzas políticas que dicen representarnos.
El salario mínimo interprofesional debería de salir de un cálculo práctico de los costes de vida reales de un trabajador no cualificado. Y esto supone, vivienda en alquiler, gastos de energía, agua, alimentos y educación. Esto es, garantizar las necesidades básicas vitales de un trabajador. Y tal como está la vida, tal como está la especulación de las grandes corporaciones y las necesidades recaudatorias de los gobiernos, empeñados en una carrera por incrementar sus ingresos, los salarios mínimos de los que oigo hablar difícilmente cubren otra cosa que las deudas generadas el mes anterior, y no todas.
La señora Díaz, en su papel populista, mentiroso, clama contra los empresarios por insolidarios. Así, en general, sin que se le caigan los anillos, ni se preocupe por otra cosa que por los aplausos de sus correligionarios. ¿De qué empresarios habla la señora Díaz? ¿Del 97,23% de las empresas españolas que tienen entre 0 y 8 empleados, o del 0,83% que son en su mayoría las grandes corporaciones y multinacionales? Pues parece ser que no lo distingue, o que no lo quiere distinguir. Al menos sus palabras, las consecuencias de las mismas, no parecen distinguir entre empresas que dan miles de millones de euros de beneficios, y empresas que tienen que fraccionar y aplazar sus impuestos para poder seguir adelante, porque la presión recaudatoria, y los incrementos de los costes de producción, dados por el incremento de beneficios de las grandes empresas, se comen sus ingresos. Claro que, empresarios son, según la señora Díaz, unos y otros, los que pelean por sobrevivir, y los que pelean por quedarse con la mayor porción de pastel posible, amparados por los políticos. Todos insolidarios, todos sospechosos de explotación y avaricia. Y se queda tan ricamente.
Porque lo que tampoco explica la señora Díaz, ni al representante de la CEOE le importa un ardite porque no afecta a sus representados, son las consecuencias que sobre el pequeño empresario y sobre el consumo básico tiene el incremento del salario mínimo interprofesional tal como pretende aplicarse. Porque el único gran beneficiado de la subida del salario mínimo, tal como está concebida, es el gobierno, y los perjudicados, los trabajadores, los pequeños empresarios y los consumidores. Veamos.
En toda empresa, pequeña y muy pequeña, la productividad genera los recursos para hacer frente a los pagos, salarios, costes de producción, gastos generales, impuestos y gastos extraordinarios. Por tanto, y como es evidente, la empresa ha de ajustar sus ingresos a los costes presupuestados, de tal forma que el incremento de cualquier partida de coste supone una subida semejante de la facturación, y por tanto repercute, inevitablemente en el consumidor, o, si no puede plasmar este incremento, lo que sufrirá será la viabilidad de la empresa. Son habas contadas.
Y eso nos lleva a otra cuestión populista, otra cuestión de la que nadie habla, el gobierno nos cuela, como quién no quiere la cosa, un incremento de recaudación de paso que se cuelga una pírrica, pírrica para el trabajador, medalla social. Porque el costo de un trabajador, para la empresa, en el tramo básico, es del 45% del neto que este percibe a final de mes. Y esto traducido a números, a euros, supone unas cantidades muy golosas para el gobierno, que se permite hablar de la insolidaridad empresarial. Un ejemplo:
Si subimos 25 € mensuales a un trabajador, cantidad irrisoria, y que no soluciona ningún problema real, hemos incrementado la recaudación en 11,25 euros, que multiplicado por 12 meses supone 135 euros anuales por trabajador, que aplicado sobre los 3,000,000 de perceptores de salario mínimo (20% del total) que habría a mes de julio nos daría la bonita cifra de 405,000,000 de euros extras de recaudación, que se lleva el solidario gobierno a costa de los resultados (sean positivos o negativos) de las empresas, sin contar lo que se que se lleva de la subida al trabajador y sin decir ni mu. Supongo que para asesores, dietas y otras menudencias imprevistas.
Y digo, yo, ya que de decir se trata, ¿por qué el gobierno no regula un tramo básico, en el que los costes fiscales sean fijos, y no porcentuales, de tal manera que el empresario pueda incrementar en una cantidad real la percepción del trabajador, sin que aumenten otros costes, y por tanto pueda beneficiar directamente al perceptor? ¿O lo importante es hablar de solidaridad mientras se le exige a otro que lo sea? Si, ya se, la solidaridad bien entendida empieza por uno mismo, y más si ese mismo es el gobierno de turno.
Curiosamente, y para la mayoría de los trabajadores, lo que cobran a final de mes, lo que reciben en su cuenta bancaria, es lo que ganan, sin contar retenciones, aportaciones y otras menudencias, hasta el 45% mencionado más lo que les retienen a ellos, que se queda el gobierno como administrador único y auto nombrado de la solidaridad obligatoria. Muchos trabajadores, la mayoría, tienden a pensar, y voy a citar textualmente las palabras que cierto día me dijo un trabajador: “Ya me dijo mi padre, tú con ganarte tu sueldo, y un poquito más, ya cumples de sobra”. Claro, porque las retenciones, los gastos de materiales, los gastos generales, y cualquier otro importe que genere la actividad, deben de salir del bolsillo del empresario. O, en román paladino, las obligaciones son de los empresarios, y el dinero, ya lo dijo alguien del gobierno: “el dinero no es de nadie”, o sea de ellos, y por tanto se lo quedan.
Esta filosofía estatalista de los impuestos, que solo es buena para el sistema, me recuerda a una canción del mítico grupo “Desde Santurce a Bilbao Blues Band” que allá por los sesenta cantaba “A Beneficio de los Huérfanos”, una sátira que relataba una fiesta, sus lujos, sus excesos, dada por La Marquesa, (que en este caso es la señora Díaz), “tan caritativa, y siempre tan cristiana” a beneficio de los huérfanos y los pobres de la capital.
Ahí lo quedo, y adjunto letra.
“ Las tarjetas de canto dorado
anunciaban
la marquesa iba a dar una fiesta
de gala,
y tan caritativa,
y siempre tan cristiana
la iba a dar…
A beneficio de los huérfanos,
los huérfanos,
y de los pobres de la capital,
los huérfanos, los huérfanos
y de los pobres de la capital.
El señor embajador, hablaba con la marquesa
y engullía con presteza, sandwichs de jamón de York.
Y la de Floro Mayor, hijastra de una exprincesa,
husmeaba las bandejas detrás de un whiskey on the rocks,
pero las husmeaba…
A beneficio de los huérfanos,
los huérfanos,
y de los pobres de la capital,
los huérfanos, los huérfanos
y de los pobres de la capital.
Y la de Floro Menor, de antepasados gloriosos,
flirteaba sin reposo en ausencia de su esposo
con un joven parecido a Rodolfo Valentino
Con un algo de cretino y un mucho de gigoló.
Pero flirteaba…
A beneficio de los huérfanos,
los huérfanos,
y de los pobres de la capital,
los huérfanos, los huérfanos
y de los pobres de la capital.
El duque don Baldomero
vomitaba con esmero
encima de un camarero
las huevas del esturión.
Y el conde de estropajera
de una forma harto grosera
pellizcó a una camarera
sin ninguna precaución.
Pero la pellizcó…
A beneficio de los huérfanos,
los huérfanos,
y de los pobres de la capital,
los huérfanos, los huérfanos
y de los pobres de la capital.
A las 10 de la mañana
los huérfanos trabajaban.
Y los pobres mendigaban.
Los invitados… roncaban!
Pero roncaban…
A beneficio de los huérfanos,
los huérfanos,
y de los pobres de la capital,
los huérfanos, los huérfanos
y de los pobres de la capital…”