Siempre acabamos en la misma historia; la mala utilización del lenguaje nos lleva a cometer errores tan groseros que dificilmente son reparables, sobre todo cuando el error se ha asentado en el sentir general de la sociedad, y, si en este tema, los políticos son los principales valedores de un lenguaje sin contenido, de un lenguaje vacío de significado, los medios de comunicación más poderosos los siguen sin prestar la más mínima atención a lo que están diciendo.
Me preguntabas en tu última carta que opinaba sobre lo que ha sucedido en los Estados Unidos de Norteamerica, que es así como se llama, ya que estamos metidos en harinas léxicas, sobre el tema del aborto.
Me parece una barbaridad, me parece una aberración, como no puede ser de otra manera. Creo que lo he dicho en multitud de ocasiones, pero, por si acaso, me reafirmo. No se puede legislar sobre la moral. Eso es propio de los regímenes intervenidos por morales religiosas, de regímenes totalitarios y que pretenden un pensamiento único. ¿Que pensarías tú de una ley que obligara a abortar? ¿Acaso sería diferente en su cuestionamiento de la libertad del individuo a tomar una decisión según sus criterios morales?
He oído con espanto, con incredulidad, con desencanto, decir que los tribunales americanos han conculcado el derecho al aborto, y, rápidamente, me he ido a la declaración de los Derechos del Hombre por si me había saltado algo. No, no me había saltado nada. Los Derechos del Hombre no recogen ni una sola línea sobre la interrupción del embarazo.
No existe un Derecho al aborto, aunque el aborto haya sido, de forma para mi errónea, sujeto de derecho, esto es, objeto de una legislación en la que se pretende dirimir cuando un aborto es legal, o cuando es ilegal, lo que viene a ser, en definitiva, legislar sobre el sexo de los ángeles. Porque estos supuestos de legalidad pretenden establecer cual es la barrera entre la consciencia (o humanidad) del feto y la inconsciencia (o falta de derechos) del embrión.
Partamos de que, a mi, personalmente, el aborto me parece un fracaso múltiple, colectivo. Me parece un fracaso de la educación, me parece un fracaso de la consciencia, me parece un fracaso de la familia y me parece un fracaso de la vida. Y legislar sobre este fracaso, es, a la postre, el reconocimiento del fracaso, la lucha por imponer una moral sobre otra, el permanente cuestionamiento de la libertad última, una batalla de intolerancias entre pensamientos, casi nunca libres, que buscan su preponderancia sobre la sociedad.
Nunca entendí la moral, la doble moral, que durante el franquismo obligaba a la mujeres, por ley, o como consecuencia de la ley, que querían, que necesitaban, abortar, a viajar a otros países que sí lo permitían, si es que estaba a su alcance económico y viajero, pero podían ir a la cárcel por hacer lo mismo en su país, con un alto riego sanitario añadido.
No entiendo, no puede haber, un Derecho al aborto, aunque si puede haber un derecho fundamentado en el aborto, para preservar el Derecho a la vida, que este sí está entre los Derechos Humanos. ¿Quiere esto decir que estoy contra el aborto? Por supuesto, no creo que nadie, con dos dedos de frente, con un mínimo de ética, con una irrenunciable empatía, pueda estar a favor de cercenar una vida cuando aún no tiene ninguna opción de defenderse, dentro del ámbito claustral diseñado para preservarlo y cobijarlo. Pero esto no me lleva a cuestionar, desde mi atalaya moral, desde mi distancia del momento y del problema, una decisión que pertenece a libertad individual de otra persona.
Si, definitivamente, no creo en el Derecho al aborto, dios nos libre, pero creo en el revés de ese derecho. En el Derecho a la Vida, no como creen los antiabortistas, si no en un cuerpo legislativo que, a la espera de que la tecnología permita hacer viables los fetos no deseados por sus madres, preserve en lo posible, y es muy difícil saber cual es el punto de encuentro, el derecho a vivir y ser protegido de un ser incipiente, la libertad de la aún no madre, a no llegar a serlo, el derecho del padre, siempre que pueda justificar por actitud y aptitud su idoneidad, a reclamar su paternidad.
Esto es lo malo de confundir el Derecho Humano, con el derecho legislativo, Uno es inalienable, o debería de serlo, y el otro es puramente circunstancial, reo de modas y presiones, sospechoso de inclinaciones ideológicas. O sea el revés del Derecho.