CARTAS SIN FRANQUEO (CXXXII)- DECÍAMOS AYER

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Decíamos ayer, que nunca llega a ser hoy, y que siempre será mañana, y lo decíamos intentando saber dónde está la frontera de un tiempo no lineal que se enroca en un devenir que no acaba de transcurrir, en un futuro que siempre es pasado sin haber logrado ser presente, que confiamos en un mañana que nunca llegará porque ya será ayer.

Esto del tiempo es complicado, como complicado es entender que todo lo que está por suceder es pasado, y que el futuro ya ha sucedido más allá del juego léxico que los conceptos permitan describir.

Esta abstracción temporal que, más allá de nuestra incapacidad de manejar el tiempo, los tiempos, hace que el fatalismo del pasado inamovible se convierta en un pesimismo sin sentido, sin razón, que nos atenaza, en una fantasía superable. El pasado puede ser cambiado. El pasado ya a ha sido cambiado tantas veces que todos los pasados han sucedido en algún pasado transcurrido, o en algún futuro aún inexplorado, tal vez inalcanzable.

No sé si me explico, o si me he explicado, o si llegaré a explicarme alguna vez, en algún momento, sea ese momento una memoria, o un devenir.

Claro que si el tiempo es ese abstracto que la física desdibuja, resulta curioso inventar una máquina que mida un transcurso inexistente, ficticio, aunque esa ficción lleve aparejada la certeza de una frontera ineludible, y que, aunque no lo verbalicemos, es el centro de nuestra supuesta consciencia.

Hay quién habla del bucle temporal, pero un bucle dibuja una reiteración infinita que supone un pasado continuo, un pasado transcurrido infinitas veces, un presente abocado a suceder sin descanso, sin futuro. Yo preferiría hablar de una espiral temporal, de una infinita búsqueda de un punto de encuentro temporal, que aboque al tiempo a convertirse en el bucle que nunca llegará a ser.

Decíamos ayer, dijo Fray Luís de León transcurridos varios años de cautiverio, en una exhibición magna del manejo verbal del tiempo como ente no lineal, como entelequia no asumida léxicamente, que todos deberíamos de adoptar para nuestra propia vida, para nuestra propia tranquilidad.

Porque si mañana ya ha sido ayer, sin que hayamos logrado aprehender un ahora que nos sitúe en su transcurso ¿Qué nos hace pensar que pueda haber otro mañana aún por venir? ¿Qué nos permite suponer que haya habido un ayer ya transcurrido? El hoy ni siquiera es concebible

Y si el tiempo, sostén de existencia y de consciencia, entramado imprescindible para poder darles sentido, no es más que un concepto inaprensible de imposible constatación, una aberración conceptual en una eternidad inconcebible, solo queda plantearme si alguna vez han existido mis palabras, si alguna vez el universo tuvo sentido, si alguna vez, simplemente, hemos existido, o dejado de existir.

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